"Estaba mal.
Pero, ¿Dónde estaba realmente lo malo cuando jamás se había sentido tan vivo como en ese momento?
Buscaba en sus ojos la respuesta, en su piel suave y tersa, en el largo inmaculado de sus pestañas, en el arco naso de sus labios; pero...
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—¿No crees que es muy raro? —Comentó el castaño, Park Jimin echó a reír mientras continuaban caminando a la siguiente casa.
—¡Claro que no! El señor Jeon es bastante agradable, algo tímido y serio, pero nada más que eso. Ya verás. Además, sabe hacer muchísimas cosas y me ha ayudado con el mantenimiento de este lugar —TaeHyung asintió.
—Bueno, parece algo antipático —Frunció los labios en una mueca.
—Es porque no lo conoces, vamos, ahí vive la señora Hee, ella sí es encantadora, con suerte nos regala de sus ricas galletas. ¡Le quedan deliciosas! —Comentó eufórico Jimin, Tae tan solo pudo sonreír, se alegraba de haberlo conocido. Era un chico bastante cálido y sonriente, habían congeniado muy bien desde la primera vez que fue allí para ver la casa que le rentaría, al menos estando lejos de casa tenía a alguien en quien podía confiar, de su edad y todo ello. Aunque Tae no pensaba lo mismo del señor Jeon, no esperaba agradarle de una, pero al menos una sonrisa con fingida cordialidad le hubiera dedicado.
En cambió se mostró bastante estóico y casi molesto por haberlo interrumpido en lo que sea que estuviese haciendo antes de que ellos llegaran a tocar. Alzó los hombros sin más, no era su problema, si no le caía bien ni modo, no era la única persona allí para convivir.
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Había trabajado todo el día haciendo algunas yardas de los vecinos, limpiando la piscina a petición de Jimin y desde luego hecho su casa; al final estaba tan cansado que apenas dió la media noche, ya duchado y limpio, se acostó a dormir con todo el gusto del mundo.
Cerró los ojos, se echó los deliciosos edredones hasta la garganta siendo esa noche especialmente fresca a pesar de que estaban en verano; no pensó en nada más que su descanso y lo agradable que era estar al fin sobre su maravilloso colchón de 15,000 dólares ortopédico que sí, le había salido un ojo de la cara, pero lo necesitaba por el problema de su cuello y espalda. Total que era tan cómodo al igual que sus almohadas y estaba tan cansado que no necesitó mucho tiempo para comenzar a levitar directo a un sueño profundo del que no iba a poder levantarse sino hasta el día siguiente.
Las luces estaban apagadas, la suave brisa fresca removía las cortinas blancas de la ventana, los grillitos y pájaros nocturnos emitían sus cánticos encantadores, ¿Qué más podía pedir para descansar sin más? Era sumamente relajante y... Abrió los ojos como plato.
