Resumen:
— ¿Me vas a cuidar como un superhéroe?
— Por supuesto, soy tu mejor amigo y como el mayor debo de cuidarte de los malos.
— ¿Cómo lo hace Spiderman?
— Si, cómo lo hace Spiderman.Childs Au
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Miles era un niño pequeño y delgado como si fuera un palito a punto de romperse, con esa mochila de Spiderman de la que nunca se separaba a la hora de salir de su casa de la mano de su tío Aaron hasta el barrio vecino.
El tío Aaron le daba un par de dólares para que comprara algunos dulces (prometiéndole de antemano que no le diría a sus papás sobre ello), recordándole que pasaría en un par de horas por él después de sus típicas diligencias de todos los días y regresarían a casa a cenar.
¿Cómo es que era conocedor de cada mínimo detalle?, fácil, Miles se lo había contado hacía ya tiempo mientras comían una bolsa de papitas y contaban las nubes en la terraza del departamento donde vivía.
La vida de Miles era buena; tenía dos padres amorosos y un tío genial que lo cuidaba como si fuera su propio hijo (sin contar la gran familia de parte de su madre que tenía), era el mejor en la escuela donde iba y, por supuesto, lo tenía a él como su mejor amigo. Miles era el mejor amigo que pudo haber conocido en su vida.
— Nos vemos mañana, Miguel.
— Cuídate, Miles — Movió su mano en señal de despedida a su mejor amigo quien le sonrió mostrando el hueco en su blanca sonrisa porque se le había caído el diente de leche hace dos días. Esperó a que Miles y su tío desaparecieran de su vista antes de suspirar y entrar a lo que se suponía que era su hogar.
Abrió la puerta del departamento donde vivía y se agachó antes de que la lata de cerveza le diera en la cabeza.
— Ya llegué, mamá — Saludó levantando la lata de cerveza, la mujer simplemente lo ignoró volviendo su vista a la televisión — ¿Ya comiste?
— Hay pizza en el microondas, calientala y lárgate de mi vista.
— Gracias, mamá — Camino a la cocina, verificó que todavía no le hubieran cortado el drenaje y se lavó sus manos mientras las dos rebanadas de pizza se calentaban; tomó un vaso y se sirvió del jugo que, afortunadamente para él, todavía no caducaba, tomó su plato con pizza y el vaso de jugo y caminó de puntillas hacia su habitación para no molestar a su madre... o bueno, su madre de acogida.
Le dio una mordida a su pizza mientras veía el atardecer desde su ventana, se preguntaba si Miles también estaría viendo el atardecer como él o estaría jugando ese Monopoly que jugaba con sus padres y tío los domingos antes de irse a la cama. Tal vez mañana le preguntaría cuando fuera a visitarlo después de clases mientras le ayudaba con su tarea de matemáticas que siempre le había costado a Miles.
Una vez que acabó su comida, salió de su habitación de puntillas, lavó sus platos y los dejó en el lavavajillas; vio que su madre se había quedado dormida frente al televisor, la cubrió con una manta, tiro las latas vacías y apagó el televisor antes de volver a su habitación y dormir pensando que mañana sería un mejor día.
(...)
Desearía tenerle envidia por tener una vida tan buena, porque Miles tenía todavía a su familia consigo a diferencia de él que había perdido a sus padres durante un tiroteo a unas calles de esa pequeña pizzería donde cenaban cuando había algo que celebrar; desearía tenerle envidia porque vivía en un mejor barrio que el suyo y las personas que lo cuidaba lo amaban. Pero simplemente no podía tenerle envidia a Miles ni mucho menos podía enojarse con él por tener una mejor vida que él.
Quería a Miles, lo quería igual (o hasta más) de lo que había querido a sus padres; era su mejor amigo, aquél que le extendió la mano cuando más lo necesitaba, quién compraba golosinas o traía comida casera para que comieran juntos y quién siempre le hizo sonreír porque el día de mañana sería mejor que el anterior.
Siempre pensó que Miles tenía una buena vida, su familia y su vida escolar era perfecta; pero no siempre las personas tan radiantes como Miles eran queridas por todos.
Cuando el padre de Miles le preguntó a Miguel porque había saltado una valla y se lanzó a golpear a un grupo de niños de secundaria en un parque que estaba lejos de donde vivía él, Miguel simplemente respondió que había sido en defensa propia, que los niños le habían dicho algunas cosas hirientes y que la madre de uno de esos niños, quien había sido la que llamó a la policía, no veía que eso era una pelea de niños y no debió meterse.
— ¿Por qué no le dijiste a papá que fue mi culpa? — Preguntó Miles cuando el oficial Morales lo dejo salir de ahí, pidiéndole que dejará de meterse en problemas o servicios infantiles iría a hacer una revisión en su hogar; se había lanzado a sus brazos y él simplemente lo abrazó de vuelta.
— Por la misma razón por la que tú no lo hiciste — Miles escondió su rostro en su pecho — La próxima vez que ellos te molesten tienes que decirme, voy a darles otra paliza.
— Pero ellos dijeron...
— Sólo estaban lloriqueando porque alguien les dio una lección, no me pasará nada.
— ¿Lo prometes?
— Lo prometo.
Miles le sonrió y se preguntó cómo es que había personas que podían lastimar a alguien con una sonrisa tan bonita, alguien que le gustaba tanto hacer felices a los demás y que dibujaba muy bien.
— Bueno, vámonos, te llevaré a tu casa luego de clases a partir de ahora — Miles le tomó la mano y él la apretó para que el menor no se fuera a separar de él — No voy a dejar que te vuelvan a lastimar.
— ¿Me vas a cuidar como un superhéroe?
— Por supuesto, soy tu mejor amigo y como el mayor debo de cuidarte de los malos.
— ¿Cómo lo hace Spiderman?
— Si, cómo lo hace Spiderman.
Spiderman.
No sonaba tan mal ser el Spiderman de Miles.
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Flowerfang Week
FanfictionSerie de capítulos realizados para la Flowerfang Week. Pareja: Miles Morales x Miguel O'Hara Advertencia: Diferencia de edad OOC Ambos personajes son mayores de efad Si el shipp no te gusta, pasa de largo ✨