Mi historia, nuestra realidad

IV

El pasado de Chu Wanning... Eso era algo que no muchos conocían, de hecho nadie.

Chu Wanning no había encontrado la confianza suficiente en ninguna persona como para contarle todo lo que ha vivido a lo largo de su vida. A partir de los 23 años había empezado a estudiar literatura y a sus 28 años ya estaba trabajando en esa misma universidad, hasta la actualidad.

A lo largo de sus estudios, se había ganado mucho respeto por parte de sus profesores, era alguien destacable, además estaba graduado con honores por sus excelentes calificaciones, pero nunca faltaban los compañeros envidiosos de sus logros.

Una cosa era que hablaran mal a sus espaldas, eso ya era una costumbre para él, pero otra cosa era el hecho de que empezaron a meterse con su vida personal, su familia, su niñez, con aspecto físico, con sus inseguridades, con absolutamente todas sus debilidades.

Chu Wanning nunca reflejaba sentirse mal por lo que hacían o decían, eso molestaba a sus matones, pero no era porque no quisiera, sino que no le era posible hacer ese tipo de emociones. Todo, era dado a su infancia. 

Su educación familiar le dictaba estrictamente no mostrarse débil ante nadie, cumplía completamente con esto hasta la actualidad. Sin embargo, estando solo, en su casa, en su único lugar seguro; lo único que hacía era lamentarse por el fastidio de vida que le tocó. 

Hubo un tiempo en donde se le terminaron las lágrimas, por más dolor que sentía, no podía llorar. Era como si fuera un mar si agua.

Ese día una duda inundó su mente.

¿Por qué tuvo que ser él?

Una persona tan débil ante el resto, ahora ni siquiera era capaz de llorar, era como un bicho raro que no contaba con emociones básicas, solo con la única expresión que su abuelo le había obligado a mantener desde que tiene memoria. 

Una sonrisa, eso... hace mucho que no lo hacía; sería pedir demasiado que lo hiciera o siquiera lo intentara.

.

.

.

.

.

.

Chu Wanning, 12 años.

—Chu Wanning es la nota más alta del salón, obtuvo diez en todas las asignaturas. Felicidades, Wanning— dijo la profesora a cargo de ese grupo de estudiantes— sigue así, tu familia de estar orgullosa de ti— palmeó la cabeza del menor con una sonrisa y luego dejó todos sus exámenes sobre su mesa.

—Gracias...— murmulló, sabiendo lo que sucedería al salir de clases.

—En cuanto al resto del salón, espero que puedan mejorar su rendimiento. Pueden pedirle ayuda a Wanning o a mi si no comprenden algo.

Tras las palabras de la profesora, el timbre sonó; era hora de la salida.

—Eso es todo por hoy, pueden retirarse.

—Chu Wanning, ¿Podrías enseñarnos? Veo que eres muy bueno con todo— dijo un niño castaño caminando hacia la mesa de Chu Wanning, quien guardaba las hojas desesperadamente para poder irse antes de que este llegara.

Tras cerrar su mochila quiso ponerse de pie, pero alguien a su espalda le sostuvo de los hombros obligándolo a sentarse nuevamente.

—¿A dónde va? Chu Laoshi— dijo otro niño azabache a sus espaldas.

Chu Wanning estaba temblando de miedo y sus ojos empezaron a hacerse rojos. Quería llorar, pero como la última vez, le iría peor.

—M-mi abuelo me está esperando afuera...— murmuró esperando que lo dejaran.