Capítulo 5: Primeras muestras de amor.

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Después de clases fuimos a la casa del árbol. Subimos por las escaleras de madera, torcidas al ser construidas por dos niños de 7 años. Crujían al pisarlas.

Al llegar hasta arriba, entramos y nos sentamos en un par de sillas hechas de tronco de árboles, frente a una mesa del mismo origen.

Charlamos por un par de horas, hasta que me decidí a hablar :

-Armando, ¿vamos  a comer a mi casa?- pregunté con suavidad, casi como un susurro, mientras acercaba mi mano a un mechón de cabello rubio que tapaba uno de sus hermosos ojos.

Sus ojos, de un azul profundo, de pronto se comenzaron a asemejar a un lago profundo, que al hundirse en él, ya no hay escapatoria, y te debes redimir a ahogarte y morir lentamente; una muerte bastante agradable para mi.

-Si Leo, vamos a tu casa- respondió dulcemente, mientras me miraba y sonreía de manera encantadora.

Al escucharlo, me sonroje y le devolví la sonrisa.

Nos levantamos y bajamos de la casita. Nos montamos en las bicicletas y nos dirigimos a mi casa. El atardecer, hacía brillar su cabello como el oro, al igual que sus ojos, que a la luz del sol, parecían mares de agua cristalina y pura.

Durante todo el trayecto se mantuvo un silencio inquebrantable.

-¡Hija! ¡Armando!, que bueno que llegan, la cena esta lista- nos recibió mi madre, mientras se acercaba para saludar.

-Hola señora Bonnet- dijo Armando extendiendo su mano para saludar. Mi madre estrechó su mano.

-Invité a cenar a Mando, mamá

- Si, si; si no lo invitabas tú, lo iba a hacer yo, Leonore- dijo mi mamá riendo.

Entramos a la casa y nos sentamos a la mesa.

Cenamos, vimos un poco de televisión y un par de horas después, Armando se despidió.

-Lo siento mucho, Leo, pero ya tengo que irme a casa, ya es un poco tarde- dijo mirando su reloj, que descansaba sobre su muñeca.

- No te preocupes, está bien. Nos vemos el lunes en la escuela.

Sonrió levemente, y salió corriendo bajo la lluvia hacia su bicicleta.

Me quedé en el pórtico, y lo miré irse. Sentí como el corazón se me salía del pecho. De pronto sentí unas ganas inmensas de tirarme a llorar.

Entre a casa y me despedí para irme a dormir.

-Buenas noches, me iré a dormir- dije con voz débil-. Ya es un poco tarde.

Mi madre me miró con aspecto confundido.

-¿Todo está en orden, hija?- preguntó mi madre extrañada.

Volteé sorprendida por la pregunta, que tarde un momento en responder.

-Si mamá, todo en orden. No te preocupes- respondí fingiendo alegría y ánimo.

Subí apresurada a mi habitación y me encerré en la pieza.

Me cambié la ropa por la pijama y me tiré en mi cama. De mis ojos comenzó a emanar una pequeña lágrima, que desvanecí con el torso de la mano sobre mi mejilla.


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