Capítulo 10: El regreso de La Gata Negra

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Luego de un año en Colombia, al fin regresaría mi mejor amiga: Amarís, la gata negra.

Ella era alta, pelinegra, de cabello largo y quebrado, sus ojos marrones parecían un par de grandes  tazas de café, de ese que te provoca desvelos intentando descubrir todos sus secretos, sus labios rojos y de complexión delgada. Era de carácter impulsivo, era enojona y sarcástica son algunas personas era amable y amigable. Conmigo era protectora, agradable, e incluso, llegaba a ser una niña de 5 años en el cuerpo de una chica de 15 años.

En mi banda de rock, ella era la guitarrista.

Me levanté y me alisté para ir al aeropuerto a recibir a Amarís. 

Luego de un tiempo la ví llegar, llevaba puesta una playera que tenía escrito "I Love Colombia" en letras multicolor.

Al verla, corrí hacia ella y la abracé con fuerza.

-Mi gata negra, ¡al fin llegas!- exclamé mientras la abrazaba.

-Si leona, tenemos mucho de que hablar- dijo con gran emoción entre lágrimas.

Subimos a un taxi del aeropuerto y fuimos a mi casa a comer y conversar.

Cuando terminamos de comer, subimos corriendo a mi habitación. Amarís tomó su pequeña mochila, y de ella sacó un disco de "Green Day", su banda favorita de rock, lo colocó en el reproductor y nos sentamos en la cama para platicar.

-Bueno, leona, dime ¿qué ha sucedido en la escuela?, ¿qué has hecho?- preguntó con entusiasmo.

-Pues, recuerdas que te confesé que estaba enamorada de Armando...

-Aja, el amor de tu vida- dijo de manera sarcástica- reímos unos segundos.

-Bueno, pues al fin le confesé lo que sentía, y...

-¡Habla, niña, no me dejes en suspenso!- dijo con desesperación.

-Nos hicimos novios- solté muy rápidamente.

Amarís se quedó boquiabierta y sonriendo.

-¡Me alegró muchísimo!, dime, ¿ya se besaron?- preguntó muy alegre y emocionada.

Asentí feliz.

-Pero también tenemos una tercera en discordia, gatita negra- dije con desánimos, mientras quitaba pelusas invisibles de mi ropa. Amarís entrecerró los ojos y me miró con furia.

-¿Quién es esa estúpida?, para ir a partirle la mad...

-Calma, calma, gata negra- la detuve ante su ímpetu asesino que la caracterizaba- . Se llama Joyce, se supone es una amiga de Armando que conoció en sus clases de pintura.

Amarís se levantó de un salto.

-Leona, dame tu celular por favor- dijo de manera brusca y desesperada.

-¿Para qué, gatita?- pregunté un tanto asustada por lo que fuera a hacer. No respondió y comenzó a buscar el celular desesperadamente, hasta que lo encontró. La pantalla estaba bloqueada.

-Tu contraseña, leona.

-Cuca, en minúsculas- respondí un tanto dudosa. Cuca era mi gatita, que era blanca con manchas color café. Amarís tecleó rápidamente y la pantalla se desbloqueo.

De inmediato, se metió al historial de llamadas. Presionó el último número que había llamado.

-¿Ahora que quieres Leonore Bonnet?- gritó Joyce a través del teléfono.

-Perdón, "querida", pero no le vas a hablar así a mi amiga- rugió Amarís con furia.

-¿Quién lo dice?- la retó Joyce, lo que era un gran error.

-Lo digo yo: Amarís Duppont, estúpida- y de inmediato cortó la llamada.

-Leo, dile a Armando que saldremos a las 3- indicó Amarís furiosa- iremos a tomar un café. Iré a mi casa y vuelvo en 20 minutos.

-Esta bien gata negra- dije mientras le avisaba a Armando, quien estuvo de acuerdo con el plan.

Me alisté, y en 20 minutos llegaron los dos a mi casa para ir a la cafetería a la que solíamos ir.

- Eh... hola, Amarís- saludó Armando tímidamente.

-Hola Armando- Amarís le estrechó la mano con tanta fuerza que Armando no pudo evitar lanzar un gemido de dolor

-Bien, vámonos- los llamé insistente.

-¡ Ya vamos!- exclamaron al unísono.

Al llegar al lugar, nos sentamos en un mesa al fondo. De pronto, una chica alta, de cabellos negros, piel pálida y ojos claros, como de unos 17 años, se acercó sorpresivamente a la mesa dirigiéndose a Amarís.

-Hola, linda. ¿Qué haces por aquí?- Saludó la chica con una sonrisa pícara dibujada en los labios.

-Mira, patana, déjame sola con mis amigos- gritó Amarís.

-Bien guapa- dijo la chica derrotada.

-¿Qué se cree esta?- exclamó Amarís.



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