Capítulo 8: Somos novios.

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Al día siguiente, realicé la misma rutina que de costumbre. Durante el desayuno sería el momento para darles la noticia a mis padres.

Bajé las escaleras y respiré profundamente antes de irrumpir en el comedor.

-Buenos días- saludé amablemente mientras me sentaba en una silla.

-Buenos días, hija- respondieron mis padres al mismo tiempo.

-Ya está listo el desayuno- dijo mi madre, al tiempo que colocaba un plato de cerámica color hueso sobre la mesa, en él había waffles.

Tragué saliva y por fin, me decidí a hablar.

-Tengo algo que decirles...-mis padres me miraron atentos. Bajé la mirada- Armando y yo...somos...novios.

Los ojos de ambos se abrieron como platos, mi madre dejó caer su taza de café al suelo y mi padre dejó de comer.

-¿Qué pasa?- pregunté asustada.

Mis padres se tomaron unos segundos para procesar mis palabras antes de responder, o mostrar su opinión ante la relación que tenía con Armando.

Hasta que mi madre pudo pronunciar palabra.

-Bien, cielo, si tú y Armando son felices como pareja, principalmente tú, no tenemos problema alguno con su relación, al contrario, nos alegra oírlo: no hay mejor persona que Armando.

Mi padre asintió mientras sonreía gustoso.

Después de desayunar, salí a la calle para ir a la escuela y me encontré con Armando, justo como habíamos acordado. Durante el camino le conté lo sucedido en el desayuno, su tranquilidad y felicidad fueron evidentes.

Transcurrieron las semanas con demasiada calma y en orden.

Un sábado por la mañana, luego de desayunar, mi familia salió de compras y me quedé sola en casa.

Como la mayoría de ustedes sabrán, una de las consecuencias más notables del enamoramiento, es la locura, que se denota por realizar acciones, que en otro momento nos avergüenzan, pero por el amor, somos tan felices y despreocupados que no nos importa lo que de nosotros digan.

Por lo que, estando sola en casa, me encerré en mi habitación, me acerqué a la mesa donde estaba el reproductor de discos y los discos; tomé mi álbum favorito de la banda que solía escuchar y lo coloque en el reproductor con el volumen al máximo.

Durante horas, no paraba de cantar las letras de las canciones que sonaban, cuando de pronto, sonó mi celular: era Armando.

Al percatarme, me acerqué al reproductor, lo apague y tomé el celular para responder a Armando.

-Hola, mi vida- saludó a Armando cuando presioné el botón para aceptar la llamada.

-Hola, cielo- respondí con alegría.

-Leo, nena, ¿estás ocupada?

-No, no, para nada, amor- respondí, mientras sonreía.

-Bien. Entonces paso por ti en 10 minutos, mi amada Leonor- me ruborice; me fascinaba que me dijera "amada Leonor", ya que mi poema favorito de Edgar Allan Poe, era "El Cuervo", donde se desvivía por Leonor, su amada Leonor.

-Claro, Mooney- respondí. Siempre solía llamarlo Mooney, ya que éramos potterheads, y nuestro shipp favorito, era el de Mooney y Canuto.

Cortamos la llamada, y no perdí ni un segundo en arreglarme. Justo  me terminaba de preparar, escuche sonar el timbre de la casa, me asomé por la ventana y ví a Armando en la entrada.

De inmediato, bajé corriendo por las escaleras y me detuve frente a la puerta. Antes de abrir, me alise el cabello y me limpie un polvo imaginario de la ropa.  

-Hola, cielo- saludé a Armando al abrir la puerta.

-Hola, mi Leonor-dijo de manera poética, mientras me abrazaba.

Entramos a la casa y subimos a mi habitación por mi bolso.

-Oh no...debo llamar a mis padres para pedir permiso, lo olvide, no tardo nada- dije mientras tomaba mi celular para llamar a mi padre.

-Está bien, linda.

Tomé el celular, busqué el contacto de mi padre en la lista de contactos, y el timbre comenzó a sonar.

-¿Hola?, ¿hija?- respondió mi padre.

-¡Hola, papá!, oye, quería pedirte permiso para salir con Armando...de hecho está aquí conmigo-me apresure a decir.

-Claro hija, comunícame con Armando un momento.

Miré con mortificación a Armando y le dí el celular.

-¿Bueno?- dijo Armando cuando se pegó el celular al oído.

-Hola, Armando. Le daré permiso de salir contigo a Leonore, pero quiero que la cuides y que esté en casa antes de las 9 de la noche.

-Está bien señor- respondió Armando animosamente.

-Bien, quiero que se cuiden y que se diviertan. Adiós- dijo mi padre y la llamada se cortó.

Ambos sonreímos y salimos de la casa. Cuando recién habíamos puesto un pie fuera de la casa, Armando sacó un par de boletos para una función de cine del bolsillo de su pantalón.

-Película de terror...-dije observando los boletos con sonrisa cómplice. 

Me miró y me devolvió la sonrisa. Me guiñó un ojo, me tendió la mano y comenzamos a caminar.

Mientras caminábamos, me adulaba, lo que me sonrojaba.

Luego de ver la película, fuimos a comer un helada y de ahí a mi casa. Mientras nos despedimos no pude evitar perderme en sus bellísimos ojos.

Esos ojos que para mi, eran como un par de zafiros.

Un par de zafiros que al fin tenía la dicha de haber podido hurtar, y ahora me pertenecían.

Un Lazo de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora