Capítulo 2

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05 DE MARZO.

BS.AS, ARG

AS, ARG

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JULIETA



—¿Enzo? ¿Qué haces acá? Yo... No me siento bien... No entres estoy con dolor de ovarios —¿Qué dije? Dios.

Trato de hablar y sonar lo más normal posible, a pesar de que los gemidos amagan con salir, casi inconscientemente, pero por suerte logro controlarlos.

El hijo de puta de Enzo Díaz comienza a repartir besos por mi cuello, mordisqueando la piel que retiene entre sus dientes y se acerca a mi oído.

—Tengo unas tremendas ganas de romperte todo el orto —susurra mordiendo el lóbulo de mi oreja y me tenso por completo.

El roce de sus manos sobre mi cuerpo envían descargas eléctricas por cada rincón, una tras otra, y oleadas de calor que me resultan difíciles de contener. Quiero gritar pero sé que afuera está Enzo Pérez que probablemente no debe estar entendiendo nada.

Sin embargo, la última gota de racionalidad que se presenta en mi cabeza hace que empuje el cuerpo de Enzo Díaz lejos del mío.

Noto como su respiración se entrecorta y se le dificulta mirarme, su pecho sube y baja, su pelo está bastante desordenado y tiene los labios hinchados, al igual que los míos. Sus ojos denotan destellos de deseo pero estoy bastante cuerda como para saber que es una locura y que ambos debemos volver a la cena. No quiero levantar sospechas y mucho menos que piensen mal de mí. Si mi hermano se entera me mata, estoy más que segura de eso.

—Enzo... Basta, en serio te digo —trato de encontrar las palabras pero solamente quiero besarlo. Sin embargo, no lo hago—. Esto no va para ningún lado, no puede volver a repetirse, ya fue, listo.

La expresión en el rostro del castaño cambia por completo. No obstante, sé que no le molesta el hecho de dejar de hablarme o de mantener sólo una amistad, sino que le jode el hecho de no poder coger conmigo. Porque Enzo Díaz es así. Nunca nadie lo engancha y es un hijo de puta si quiere.

Yo no me quedaba atrás tampoco. Siempre tuve muy en claro cuáles eran mis intereses, con Enzo solamente quería coger, pero tenía miedo de engancharme así que si podía evitar que se volviera una adicción, entonces lo haría. Lo haría lo más lejos que pudiera de mí y de mi vida.

—¿Sos joda flaca? —Trata de hablar en voz baja pero noto como su expresión es de puro enojo— Hace 1 minuto querías que te cojiera, ¿y ahora me venís con esta chiquilinada?

—Es que...

—No, no me vengas con vueltitas Julieta —se acercó a mí con la vena marcándose fuertemente en su cuello. Gesto que veía en los partidos cuando estaba enojado—Me aburre la gente así. Si queres coger bien, si no... Listo... Cortemosla acá.

DESEO | Enzo Díaz, Enzo PérezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora