Capítulo 9

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Julieta



—Tenés razón Lud, ya está, no iba para ningún lado eso —sentencio el tema aprovechando para tomar un sorbo del mate que me había alcanzado y busco con la mirada algún punto fijo, observo hacia el patio de mi casa y me quedo pensando en todo lo que había pasado en esas semanas. Un sentimiento de vulnerabilidad me inundó cuando recordé las palabras de Enzo Díaz, una por una como si aparecieran en el momento justo para recordarme que le importaba lo mismo que nada. Y al rememorar ese momento, me agobia la culpa de no haber podido enfrentarlo y demostrarle lo que realmente valgo, sin embargo no lo hice, me doblegué a él y a su carácter de mierda, hasta que me hizo sentir la persona más insuficiente de la tierra.

Pero ¿cuánto puede uno importarle a una persona que realmente no sabe lo que quiere?

Ludmila me mira como si estuviera buscando las palabras correctas y no arruinar todo. Entendía que estaba tratando de ayudarme pero a veces la etapa de duele o, ni siquiera sé cómo se le puede llamar a este momento, tenía que suceder y estaba segura de que en algún momento Enzo iba a dejar de afectarme como lo hacía en este preciso momento. Lo que estaba sintiendo era una mezcla entre: enojo, rechazo y desilusión, una que nunca antes había sentido en mi vida. 

Sentía que necesitaba hablarlo con alguien, del género femenino específicamente, no porque no tuviera confianza con los chicos o con mi hermano, pero a veces necesitaba una mujer en todo ese entorno, alguien en quien confiar y que me brindara esa confianza para hablar de cualquier tema, por más delicado que fuese, y esa era sin duda Ludmila. A pesar de que nos conocíamos de hace horas, era esa clase de persona que desprendía y brindaba esas vibras de seguridad y de fiar, incluso si este tema no la entrometía, ella escuchaba y estaba ahí, incluso sin la necesidad de hacerlo. Por eso mismo había aprovechado la oportunidad para invitarla a tomar unos mates, prevaleciendo y beneficiándome de que Tute había salido con unos amigos para jugar un partido de fútbol y que mis padres estaban de viaje por culpa de unos negocios del trabajo que los mantenían fuera de casa la mayor parte del tiempo. Esos eran los momentos en los que amaba y anhelaba la paz que reinaba en casa al no tener el bullicio de fondo, simplemente el silencio.

—¿Me estás diciendo en serio? —pregunta Ludmila con las cejas levantadas y los ojos abiertos de par en par sin poderse creerse que yo estaba cerrando el tema del castaño y todo lo que se refería a él. Tampoco yo podía dar crédito de esa cuestión, era más bien una forma de decir porque por más que buscara olvidarlo de todas las formas habidas y por haber, muy en el fondo sabía que no iba a dejar el tema de lado, no por obstinación u obsesión sino porque necesitaba hablar las veces que fuera necesario, y para qué negarme.

—¿Pero sabes lo que más bronca me da? —reitero con los puños apretados rememorando su avaricia y egoísmo, y ese narcisismo tan propio de él. Ludmila suelta una carcajada negando lentamente con su cabeza, y yo me doy cuenta que en el fondo no quiero perderlo, mucho menos dejar de hablar de él.— Que me venga a hacer berrinche por eso cuando él mismo dijo que no somos nada. ¿Quién lo entiende al chabón este?

—Los hombres son así Ju, olvidate que se retracte o que admita que él también tiene lo suyo, estás pidiendo algo imposible a un hombre —comenta haciendo un gesto de desagrado y asiento devolviendole el mate. Tiene tanta razón que no pienso contradecir algo tan acertado.

—Encima esos chats, casi se me chifla el moño y le meto una piña, decí que me rescate re de loquita ¿no? —inhalo hondo y suelto ese aire en un suspiro largo como si buscara volcar toda mi bronca en él, mientras llevaba hasta mi boca un pedacito medialuna buscando así la manera correcta y dudosa de ahogar mi penas. Es en ese momento en donde se me vienen imágenes de él, una tras otra, y quiero apagar la cabeza por un segundo pero me es imposible. 

DESEO | Enzo Díaz, Enzo PérezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora