Capítulo 7

1.2K 78 19
                                    




NARRADOR OMNISCIENTE




—No puedo más, te juro que no aguanto verte y no poder tocarte —habla Enzo con la voz temblorosa y afirma el agarre de su mano, llevando la otra hasta la espalda baja de la menor—. Me dan ganas de tocarte si te tengo cerca y de comerte la boca. Quiero cogerte acá mismo y sé que está mal, que no debería...

La mano que estaba sujeta a la espalda baja de la pelirroja comienza a descender con lentitud, nota su agarre bajar hasta la zona de su pierna, por dentro del vestido. Se queda estática y siente su respiración volverse un desastre cuando la palma del morocho se adentra por el borde de su tanga, específicamente en la zona de su culo.

Julieta dirige sus manos hacia la camiseta ajena y la arruga con fuerza para atraerlo hacia si misma. Percibe cómo su piel se eriza cuando el aliento caliente de Enzo choca contra sus labios y seguidamente remoja los suyos, aun manteniendo una distancia cercana.

—Enzo... Esto no está bien, yo no soy así... —se muerde el labio inferior cuando la culpa la invade. Nunca en su vida había estado con alguien casado, mucho menos con hijos de por medio. No era esa clase de persona, pero a la vez la culpa venía por otro lado, por ese en el que el deseo la carcomía y la calentura no la dejaba pensar con claridad. Se sentía culpable por desearlo con todas sus fuerzas, por querer que la toque y que la bese. Y una parte de ella le pedía a gritos que lo hiciera, mientras que su parte racional y cuerda buscaba hacerla entrar en razón.

—Pero Juli... —murmura el capitán humedeciendo sus propios belfos rosados y es lo último que dice antes de acortar la distancia. Las manos de Julieta trataron de empujarlo lejos. ¿Con qué derecho? Estaba enfadada. El problema fueron los segundos que pasaron después; cuando finalmente no se pudo resistir y terminó correspondiendo.

Enzo ignoró cualquier amago de empujón que estuviera intentando la menor, prohibiéndole establecer distancias hasta que finalmente la misma cedió a sus labios. Aunque su enfado no se había satisfecho con aquello, fue suficiente como para zafar el agarre del cuello y llevar ambas manos a la cintura de la pelirroja con posesividad, explorando nuevamente su boca.

Ignoró que pudieran ser vistos y todo lo que pasaba alrededor. Mientras empujaba su figura contra una de las paredes, Julieta simplemente se dejó llevar.

La menor por dentro estaba peleando consigo misma constantemente por la sencilla razón de que caía en sus brazos demasiado rápido. Se sujetó a la cintura del otro, dando un efímero salto que hizo que sus piernas escalasen hasta subirse encima en cuanto la espalda le dio en la pared, mordiéndole el labio inferior.

—Enzo, esto está mal. No soy esto —murmuró con los labios hinchados y los cachetes enrojecidos. Enzo casi se muere cuando la vio así, sentía que el corazón -y otra cosa- le iba a explotar.

Entretanto, sus pies ya la arrastraban por el pasillo, buscando colocar el cuerpo de la pelirroja en la primera superficie que encontró; una mesada llena de cosas viejas.

Ignorando el ruido que pudiera estar haciendo al deslizar la mano para tirar las cosas al suelo y montarla encima, soltó una risa irónica.

— ¿De verdad vas a empezar a arrepentirte ahora..? —preguntó ahora, cambiando rotundamente de parecer. No tenía ganas de volver atrás, quería seguir, la quería a ella.

Julieta sentía que estaban haciendo tremendo quilombo. Era cuestión de tiempo que alguien les encontrara haciendo lo que estaban haciendo.

— Si me queres coger acá, hacelo rápido antes de que venga alguien —lo amenazó.

DESEO | Enzo Díaz, Enzo PérezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora