OCHO

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Te... Mo


Esa mañana, Ivan ya cumplía dos hermosas semanas viviendo en la casa de Rodrigo, y este no podía estar más feliz. Si bien no era del todo fácil criar al pequeño Ivan, definitivamente tenía sus hermosas ventajas, como por ejemplo, despertarse todos los días al lado del cuerpo más tierno y precioso que la humanidad y unos cuantos experimentos pudieron crear.

-Mmm. -Rodrigo se logró estirar su cama, sonriendo al sentir como los delgados brazos de su gatito se enredaban con más fuerza alrededor de su cintura, y un ligero sonidito escapaba de los labios del, aún dormido, Ivan.

El mayor apoyó su codo en la cama y su cabeza sobre su palma, para quedarse observando desde un ángulo más alto esa
cantidad de cabellos despeinados que tanto amaba acariciar. A veces se preguntaba cómo era posible que Ivan tuviera un cabello tan
suave, y una vez hasta se puso a pensar en lo genial que era el hecho de que al pequeño no se le cayera el pelo como a los gatos, odiaría que esos cabellos desaparezcan de a pocos, y aunque crecieran más, definitivamente su bebé era perfecto tal y como estaba.

Observó claramente sus esponjosas orejas sacudirse y sonrió, inclinándose lo suficiente, presionó la más cercana a sus labios con estos, sin usar los dientes, logrando que su minino se estirara y volviera a mover esos triángulos felpudos en su cabeza.

-Bebé. -Lo llamó, tratando de despertar a Ivan, eso era un poco difícil para él absolutamente todos los días, pero tenía que hacerlo, aunque su niño felino siempre le hacía de esa experiencia un reto, aún peor desde que hace ya más de una semana
habían empezado sus juegos sexuales que dejaban al pequeño gatito totalmente cansado.

-Amor, acordate que quedamos que
hoy haríamos algo. -Volvió a hablar, sabiendo que Ivan lo escuchaba por la mueca de disgusto que tenía en su rostro.

De nuevo Ivan estaba siendo un mal gatito, un gatito rebelde y eso era algo que Rodrigo no podía permitirle. Sonrió con malicia y lentamente se liberó de los brazos de su niño, incorporándose lo suficiente para lograr meterse bajo las frazadas, en lo que Ivan se acurrucaba de nuevo abrazando la almohada, quizás
creyendo que se trataba de su Rodrigo.

Rodrigo rió y de un tirón le bajó al pequeño sus ligeros calzoncillos rojos, logrando que Ivan soltara un respingo, pero antes de que sus pequeñas manos cubran su zona sensible, Rodrigo tomó con firmeza su miembro, escuchando claramente un gemido ronco escapar de los labios de su minino.

- ¡Ah! -Ivan se erizó por completo, encogiendo las piernas, mientras sus manos bajaban para tocar ese cabello suave que ya conocía tan bien. Meneó sus orejas y removió su cola, acariciando las hebras del mayor, jadeando cuando la mano de
Rodrigo empezó a moverse por su miembro, de arriba hacia abajo.

Pero esta vez hubo algo diferente, algo que el minino no se esperó y que logró hacer que su espalda se arqueara hasta despegar del colchón, Ivan sintió con claridad una calidez húmeda que rodeaba la punta de su miembro, antes de sentir como la lengua de Rodrigo pasaba por todo el ancho de su glande. Dejándose llevar por el placer, Ivan tomó con fuerza los mechones de cabello del mayor y lo empujó más hacía su entrepierna.

Rodrigo sonrió al sentir los constantes tirones y obedeció, separando más sus labios, permitió que toda la longitud de la erección ingresara en su boca, iniciando un vaivén, asegurándose
de humedecer bien cada parte del tronco del miembro, escuchando complacido todos los sonidos que escapaban de la boca de Ivan.

El menor encogía los dedos de sus pies tratando de aguantar lo más posible el orgasmo, pero es que Rodrigo movía su lengua por todo el largo de su cosita y se sentía tan malditamente bien. Ivan incluso creía de nuevo que toda la resistencia que había conseguido en la última semana con la cantidad de veces que Rodrigo había jugado con su miembro se había ido por el caño, porque eso no se comparaba en lo más mínimo a cuando su glande tocaba el fondo de la boca del mayor, disfrutando de estar atrapado en esa cavidad. Joder, como lo amaba.

𝐍𝐄𝐊𝐎 𝐂𝐎𝐑𝐏𝐎𝐑𝐀𝐓𝐈𝐎𝐍| 𝗥𝗢𝗗𝗥𝗜𝗩𝗔𝗡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora