VEINTITRES

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todo sea por el bien de Tomas

¿Te divertiste?

Tomas soltó un suspiro después de escuchar la pregunta de Pedro. No sabía si todo lo que había pasado en la casa de ricos de Rodrigo contaba como diversión, pero si la pregunta hubiera sido mejor formulada, seguro él habría dicho que jamás se había sentido tan comprendido en todos los años que llevaba vivo, como cuando estuvo con Ivan.

A esas alturas quería mucho al otro felino, este se había ganado un espacio en su corazón desde la primera vez que lo enfrentó, hasta cuando Tomas, antes de irse y a modo de despedida, le tiró una almohada en la cara para despertarlo, burlándose cuando Ivan se sentó sobresaltado, buscando con la mirada a Rodrigo y gritando su nombre entre maullidos.

—Nah, estuvo aburrido. Llévame a comer, Pedro.

—Tomas, todavía tengo que estudiar historia del arte ¿Si? Y por mucho que ame el arte, me vale una mierda su historia.

—¿Entonces para qué estudias eso?

—Para terminar la universidad, necesito eso.

—Pelotudeces ¿Para qué estudias? Para trabajar ¿Para qué trabajas? Para morir igual que todos en una caja, mejor vivamos la vida loca. Vamos a comer, me follas toda la noche y mañana te quedas a dormir conmigo hasta las seis de la tarde.

—No tenes remedio.

—No, vos sos el que se complica la vida por boludeces como el estudio y esas porquerías.

Tomas suspiró, inclinándose hacía el lado para tomar la CocaCola que Pedro le había comprado. La abrió, buscando la pajilla en la bolsa y luego la metió en la botella, mordiéndola primero, Tomas amaba morder la pajilla, así sentía que no se le escapaba de la boca cuando tomaba su gaseosa, además de que a veces sus pequeños colmillos le hacían hueco a esa cosa plástica, y más bebida entrada a la vez entre sus labios.

—Tomas... Solo... Solo vamos a casa ¿Quieres?

Pedro ya llevaba un buen tiempo conociendo a su felino, así que sabía que cuando Tomas se cerraba en que sus creencias eran las correctas, nadie podía hacerle cambiar de idea y estaba bien, porque hasta el pelinegro entendía que si alguna vez la humanidad pensara como su novio, sería un estrés menos en más de la mitad de la población.

—No, quiero ir a comer hamburguesas, Pedro.

—No leí ni una hoja de las separatas de historia ¿Sabes qué es lo peor? El examen es oral, encima de sacar mala calificación, me voy a humillar frente a mi grupo de cincuenta personas.

—Deja la universidad.

—No.

—Llévame a comer una puta hamburguesa, Pedro.

Pedro gruñó, presionando con más fuerza el volante del auto, observando al pequeño rubio con mirada retadora, volviendo después su mirada al frente, encontrándose cerca del desvío hacía Burger King, donde sabía estaban las hamburguesas que tanto le gustaban a Tomas; pero tampoco podía dejarse someter de esa forma por su novio, ni porque lo amaba tanto, o supiera que si iban a su casa, Tomas no le hablaría hasta que él tuviera que salir en la madrugada a comprarle su antojo solo porque el rubio lo quería así y ya, sino, la ley del hielo eterna—. Es injusto. —Escuchó un lamento del pequeño, observándolo por el rabillo del ojo—. Si Ivan le pide algo a Rodrigo, él sale a comprarlo a la hora que sea.

—Ivan no habla, idiota.

—¡Ese no es el punto, imbécil! —Tomas gritó, aunque después volvió a tumbarse sobre el asiento, jugando con la pajilla de su gaseosa, soltando un largo y melancólico suspiro, con uno de esos pucheros que se le hacían irresistibles a Pedro, y a cualquier persona con capacidad de reconocer lo adorable—. Rodrigo hace eso porque lo ama, yo quisiera que tú... —El rubio llevó su mano sobre la que Pedro mantenía en la palanca de cambios, inclinándose hacia adelante, pestañando repetidas veces, meneando sus orejitas y al final dejándolas caer hacía los lados—. Quisiera que me amaras al menos un poquito de lo mucho que yo te amo... Y así saber que harías todo por mí, como yo lo haría por ti, Pedrito.

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⏰ Última actualización: Feb 20 ⏰

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𝐍𝐄𝐊𝐎 𝐂𝐎𝐑𝐏𝐎𝐑𝐀𝐓𝐈𝐎𝐍| 𝗥𝗢𝗗𝗥𝗜𝗩𝗔𝗡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora