‍‍‍‍‍ㅤNUEVE

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Buenas cosas para mi



Las calles de la ciudad estaban realmente vacías, Pedro aún se preguntaba por qué demonios había aceptado cumplirle ese favor a Rodrigo de ser el encargado de comprar las cosas para su hogar. Aunque tampoco era que tuviera elección con las casi cincuenta llamadas que tuvo de su mejor amigo en un solo día, explicándole que no podía dejar solo a Ivan por distintas razones,
las cuales sinceramente Pedro ya se había aburrido de escuchar.

La curiosidad de saber que se sentía tener a otro como Ivan causaba que muchas imágenes pasaran por su mente, a pesar de solo haber visto al gatito un día y otros pocos cuando iba a entregar las bolsas, no sabía hasta qué punto esa clase de mininos aguantaban el mantenerse al lado de un humano, y tampoco le entraba en la cabeza como pudieron hacer una mutación a tal grado de lograr que algo realmente fantasioso, friki y raro se convirtiera en esos niños que cualquier hombre tanto hetero como gay desearía follárselos hasta partirlos en dos, si era posible. Es decir, no es que estuvieran en la época de las cavernas, pero la tecnología y sus avances aún lo desconcertaban.

Cuando el pelirubio pasó por una calle oscura, escuchó claramente un fuerte golpe seguido por una maldición, y dejándose llevar por la curiosidad, inclinó la cabeza hacía dentro de esa pequeña calle, para intentar divisar lo que estaba ocurriendo.

Le sorprendió ver a un sujeto grande, gordo y con una gran gorra blanca que parecía un rectángulo con un algodón gigante en la punta. —Un cocinero. —Mejor dicho. Pero esa no era la razón de su sorpresa, sino que detrás de este, o más bien, siendo
arrastrado por aquel tipo, venía un cuerpo, un pequeño niño que se removía intentando escapar del tacto del sujeto que lo jalaba desde la gorra unida de su playera.

Pedro no se inmutó, se mantuvo observando la escena con la mirada más fría que podía tener, no le gustaban esos tipos de maltratos, pero tampoco comprendía el porqué de este, es decir, quizás aquel pequeño había intentado robarle al sujeto y este lo logró atrapar, sin embargo, Yeonjun aún pensaba que el tipo se estaba pasando un poco.

{♡︎♥︎}

—Como te vuelva a ver queriendo robar en mi cocina te juro que no la cuentas, fenómeno. —La voz del tipo enorme resonó en mis oídos, observándolo lanzar el delgado cuerpo del chico fuera del callejón, directo a la calle principal, justo frente a mí, pero muy por el contrario de lo que esperaba, el sujeto ni se
inmutó cuando me vio. —A ver si te mueres de hambre de una puta vez.

Ahí fue cuando pude verlo, por unos instantes, me perdí en los dos bultos marrones que sobresalían de su cabello, al igual que una cola se meneaba a un lado, mientras el chico se intentaba incorporar con pesadez y con una notable mueca de dolor, no sé si debido a la cantidad de golpes que había recibido o al último cuando lo estrelló prácticamente contra el suelo. Me quedé aún más sorprendido al oírlo decir. —Morite, viejo estúpido. — Bueno vaya, el gato sabía hablar.

Vi al enorme hombre, que cada vez se me hacía más desagradable, voltear, al parecer queriendo continuar con la agresión física, pero yo ya podía reaccionar de mejor forma después de observar y analizar toda la situación. Me acerqué al niño y me coloqué delante de este, tratando de retar al tipo con la mirada. Maldita sea ¿Cómo iba a ganarle en una pelea a esta mole de grasa? Él me miró como esperando que dijera algo y tras un largo
suspiro de resignación, voltee para observar al pequeño, admirando unos hermosos ojos igual de sorprendidos que los del otro sujeto.

—Ya esta, yo me encargo de que no vuelva a entrar a robarle nada.

{♡︎♥︎}

Caminaba con las bolsas en las manos y el niño sosteniéndose de mí, agarrándose de la parte trasera de mi playera de The Beatles. La verdad no comprendía, yo lo invité a mi casa ¿Por qué la inseguridad de que lo fuera a dejar a medio camino? En lo
poco que había logrado observarlo, ya que se mantenía atrás mío, pude ver que tenía un rostro de un niño de a lo mucho dieciséis años, pero a la vez le encontré tantas heridas en sus brazos que me hizo cuestionarme cuantas más traería en todo su cuerpo. Y
aunque ya lo había escuchado hablar, ahora ese castaño se empeñaba en no decirme palabra alguna, aunque por milagroso que suene, yo ya había intentado sacarle un tema de conversación al menos unas cinco veces.

𝐍𝐄𝐊𝐎 𝐂𝐎𝐑𝐏𝐎𝐑𝐀𝐓𝐈𝐎𝐍| 𝗥𝗢𝗗𝗥𝗜𝗩𝗔𝗡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora