DIESIOCHO

212 21 4
                                    

Familia


Una vez Rodrigo estacionó su auto frente a la casa de campo que tenía su madre, se dirigió hacia la puerta del copiloto para bajar a su pequeño gatito. Ivan tenía los ojos algo inflamados y sus mejillas sonrojadas después de todo el llanto, no había pasado ni una hora, pero para Rodrigo aún se veía como el ser más adorable de la tierra. Besó la palma de su mano un par de veces, con ternura, escuchando las suaves risitas de su pequeño, indicándole que todo marchaba bien.

—Vos solo tienes que ser igual de adorable que siempre, mi amor. —Le susurró cerca de su orejita derecha, besando su mejilla y después sus labios, tomando su mano para caminar hasta la entrada de la casa.

La madre de Rodrigo trabajaba como enfermera en el hospital del pueblo, eso desde que tuvo veinte años cumplidos e ingresó como practicante. Actualmente, contaba con variedad de beneficios en el trabajo, lógico después de veinte años de servicio, como el poder trabajar únicamente los fines de semana o en las madrugadas, para así ver a todos sus hijos en los horarios necesarios y que la niñera que contrataba no se volviera loca cuidándolos a los seis.

Ella recibía dinero mensual del padre de Rodrigo y del padre de sus hijas, y de su actual pareja, quien viajaba todo el tiempo. Era un buen empleo, al menos dinero era lo que menos les faltaba, aunque cuando Rodrigo era más joven, él siempre deseaba que el dinero pudiera comprar tiempo, así su madre no andaría tan atareada y estresada, siempre haciendo muchas cosas a la vez.

Cuando Rodrigo decidió dejar su casa, apenas terminados sus estudios, ella no estuvo de acuerdo, realmente adoraba a su pequeño, además de todo lo que Rodrigo le ayudaba con las niñas. De algún modo cedió, pero ella continuaba estando al pendiente del mayor de sus hijos, después de todo era su bebé y siempre lo sería. Luego llegaron los gemelos, y Rodrigo se cuestionó si su madre era un ángel por poder tener todo bajo control sin arrancarse los pelos debido al estrés y la frustración.

Despejando su mente de esos pensamientos, tocó el timbre de la gran casa de campo y sintió la mano de su gatito tensarse sujetando la suya. Ivan le maulló roncamente y él se inclinó para besar la punta de su nariz, observándolo menear las orejas.

—¡Enseguida voy! ¡Hayley, deja de molestar a Sam! —Sí, Rodrigo incluso podía imaginar a sus pequeñas gemelas celosas de esos encantadores bebés.

Una vez la puerta se abrió, ante los ojos de ambos apareció una mujer muy atractiva aunque ya de edad, ni muy delgada ni de cuerpo demasiado proporcionado, ella podía cubrir el perfil de la madre común, con esos ojos caídos y hermosos.

Ivan sonrió apenas, esos ojos le recordaban mucho a su Rodrigo, eran idénticos. Detrás de ella apareció una pequeña, agarrándose de las faldas de su madre y asomando la cabecita, mientras la mujer mayor observaba atónita al chico frente a ella—. ¡Rodrigo Carrera, dichosos los ojos que te ven! —La voz de regaño y emoción sorprendió al pequeño minino, sintiendo luego como Rodrigo era jalado hacía adelante y apartado de su lado, mientras la mujer abrazaba con fuerza al mayor.

Ivan soltó su mano, quedándose quieto donde estaba, tomando al instante su larga cola entre sus manos, jugando un poco con ella, tratando de no alzar la mirada, aún le intimidaban las personas y no quería ponerse a llorar cuando Rodrigo ya le había dicho muchas veces que todo saldría bien.

—Mamá... Tengo que respirar. —La mujer soltó a Rodrigo después de escuchar la voz estrangulada de su hijo y tomó su rostro, llenándolo de besos. Ivan sintió esa punzada de celos en su pecho y un maullido escapó de su boca, llamando la atención de Vanesa junto con la pequeñita detrás de ella, quien hasta el momento se mantenía callada.

𝐍𝐄𝐊𝐎 𝐂𝐎𝐑𝐏𝐎𝐑𝐀𝐓𝐈𝐎𝐍| 𝗥𝗢𝗗𝗥𝗜𝗩𝗔𝗡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora