VEINTE

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después de la tormenta




Durante toda su infancia y adolescencia Rodrigo, amó su habitación. En la secundaria, a él y a un grupo de amigos se les ocurrió la idea de tener una banda.

No cantaba bien, para él, su voz era demasiado aguda como para ser de un chico, eso sin considerar que no entonaba como él deseaba, y aunque nunca se acomplejó, el sueño de ser cantante se vio interrumpido innumerables veces. Aunque claro, en su momento fue su mayor capricho, a tal punto de gastar todos sus ahorros en su primera batería, bajo y guitarra, (su papá le daba una buena cantidad de dinero mensual) y así podía practicar con la mayoría de sus amigos que no podían costear sus propios instrumentos. Estaba la necesidad de tener un lugar donde practicar música pop/rock, porque ese lugar estaba lleno de ancianas renegonas quejándose de las diferencias entre generaciones, y Rodrigo casi tuvo que arrodillarse frente a su mamá para que los dejara ensayar en su casa. Pero Vanesa no soportó ni una semana con tremendo ruido proveniente de la habitación de Rodrigo, cinco chicos con instrumentos metidos en un lugar tan reducido, era demasiado. Así que eso cambió gracias a una buena idea que consiguió de su profesor de música. "Espuma acústica", esas dos palabras que solucionaron su vida. La música saliente de su habitación ya no fue tan potente como para romperle los tímpanos a Dara o a sus hijas, el ruido ya no estresaba a nadie y si cerrabas los ojos, podías hasta imaginar que escuchabas la radio, o veías un programa de talentos, porque bueno, tan bien no se escuchaban, pero Vane siempre le dio su apoyo.

Sin embargo, ahora Rodrigo le daría otra muy buena función a su habitación y agradecía infinitamente a la espuma acústica.

Sí, adoraba su habitación.

—¡Ahh!

Tomó con firmeza la cintura de su bebé mientras lo mantenía estable, embistiendo lenta pero profundamente contra el cuerpo de su pequeño, alzando las caderas cada que Ivan bajaba y hundiendo lo más posible su miembro, hasta el punto de tocar la próstata del menor, lo cual reconocía porque Ivan arañaba su pecho cada que esto pasaba.

Observando con detalle el rostro de su minino, sus mejillas sonrojadas, sus orejitas estiradas mientras disfrutaba del leve cosquilleo de su cola moviéndose sobre sus piernas. Ivan tenía la boca abierta, en una "o", moviendo su cuerpo por instinto propio, entregándose completamente al mayor mientras llenaba de dulces gemidos toda la habitación.

—Así, eso bebé... Ya casi. —Rodrigo tomó con firmeza el miembro del pequeño y empezó a bombearlo, masajeando con velocidad, desde la base hasta su glande, dejando que las gotas de líquido pre seminal escurrieran desde la punta, ayudándose con eso para tener más facilidad al masturbar al felino.

—Rodri. —Ivan jadeo, impulsándose hacia adelante para atrapar los labios del mayor, besándolo con anhelo, con necesidad, dejando que sus lenguas bailaran juntas, tanto dentro como fuera de sus bocas, mientras movía sus caderas de adelante hacía atrás, presionando sus pequeñas uñas contra la piel del mayor— Rodri... —Rodrigo mordió la barbilla de Ivan, presionando la punta de su miembro con su pulgar, evitando que este pudiera terminar, logrando sacar un lamento de los gruesos y rojos labios del minino.






Ivan abrió los ojos, intentando mantenerlos así para observar con suplica al mayor, sabiendo que no debía detener el movimiento de sus caderas, pero quería correrse, su cuerpo le pedía liberarse y el dedo de Rodri se lo impedía—. ¡Rodri! ¡Ah! —Rodrigo volvió a impulsar sus caderas hacía arriba, tocando otra vez ese punto que logró hacer que Ivan arquee la espalda.

𝐍𝐄𝐊𝐎 𝐂𝐎𝐑𝐏𝐎𝐑𝐀𝐓𝐈𝐎𝐍| 𝗥𝗢𝗗𝗥𝗜𝗩𝗔𝗡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora