Prólogo

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Cuando eres pequeño tiendes a mirar debajo de la cama o dentro del armario antes de irte a dormir por si te sorprende a media noche algún monstruo aterrador. Conforme vas creciendo y llegas a la adolescencia, ese miedo tiende a evolucionar, nutriéndose del miedo que pasas por experimentar aquellas "primeras veces" (besos, caricias y tonteos), convirtiéndose en alguna que otra ocasión en tu peor enemigo, puesto que la inexperiencia, si no se trabaja, se transforma en un monstruo que alimentamos con el tiempo. Y a todo esto sin sumarle los famosos prefijos "in" de las que se nutren nuestros demonios en la etapa adolescente: las indecisiones, el inconformismo o las inseguridades, las cuales nunca nos favorecieron el camino. 

Más adelante llegan otro tipo de "primeras veces", como es el trabajo, pagar impuestos o cuidar de nuestros hijos (quien los tenga, claro), por lo que aparecen en nuestra vida otro tipo de demonios que debemos controlar. Asimismo, debemos recordar que somos humanos y el miedo es uno de los principales causantes que nos ayudan a seguir adelante con nuestras vidas. No obstante, nada ni nadie nos prepara para ello, y nuestros monstruos continúan nutriéndose de las inseguridades que seguimos arrastrando, las responsabilidades de la adultez, la rutina en tu día a día y la falta autoestima, formándose así una bestia difícil de lidiar. 

Sin embargo, finalmente llegamos a la vejez (gracias a Dios) y aquí los monstruos van pasando a un segundo plano de nuestra vida, ya que has llegado lejos y te mereces pasar de todo lo que te rodea. Te deshaces de las responsabilidades, de las inseguridades y las indecisiones. Eso sí, se suele mantener alguno que otro que se sustenta de otras cosas que van apareciendo conforme nos va quedando menos para jubilarnos, como es el caso del cansancio, la soledad o, incluso, la muerte. 

En resumen, todo esto alimenta el mito de que nunca descansas de los monstruos que te acechan, puesto que siempre nos acompañan. Ahora bien..., ¿nunca has pensado que ellos pueden llegar a nuestra vida para ayudarnos? Quizás su única existencia sea la de fortalecernos y hacernos la vida más llevadera o, por qué no, más divertida. Por esta razón, deberíamos tenderle la mano a los monstruos que se esconden debajo de la cama, a los que se alimentan de nuestros miedos por aquellas primeras veces, o de las últimas, y disfrutar junto a ellos lo que la vida nos tiene deparado a todos, todas y todes. 

 Manu Calvo


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