Eran las once de la noche y el Mattachine Club estaba a punto de rebosar. Apenas había hueco en la pista de baile, ni en la barra, ni en la terraza, por lo que aquella noche sería una de las buenas, una de las que a Sebastián tanto le gustaban.
Octavio se encontraba solo en el camerino, semi desnudo, arreglándose para la noche tan agotadora que le iba a tocar. Nada más entrar por la puerta, su jefe se le acercó y le confesó que andaba emocionado, pues, citando textualmente, gritó: "¡Hoy haremos el agosto!". Aquella confesión fue acompañada de una sonora carcajada. Nuestro protagonista lo miró, sonrió como si nada y se fue directo a cambiarse. En el camino no pudo evitar musitar: "como siempre, pensando en el dinero. Este hombre no tiene remedio."
Mientras se repasaba el maquillaje, no pudo evitar pensar en Javier. A pesar de que le dijo que necesitaban un tiempo para barajar posibilidades futuras en la relación, sabía que tras aquellas palabras amables se escondía un mensaje secreto que, una vez descifrado, descubría su amargo desenlace. Él era consciente de que aquella relación había terminado. Y sí, podía ser derrotista, como afirmaba Azucena, mas no sabía cómo ni por dónde actuar.
En ese momento, su compañera Tinky Drinky entró como si fuese un tornado en mitad de una granja de Kansas o arrasando como Thalia, da igual el símil que busquemos, lo realmente preocupante fue de lo que se percató Octavio al ver su reflejo en el cristal al pasar.
–¿Qué te ha pasado en la cara?
Tinky iba vestida como Carlos, su nombre original. Llevaba unos vaqueros, una camisa ancha de rayas en la que ponía guilty pleasure, y tenía en su mano derecha la bolsa donde llevaba todo su vestuario. Lo que capó la atención de Octavio fue la zona del ojo izquierdo totalmente morado, y algún que otro arañazo en la mejilla.
–Nada, no te metas.
–¿Qué dices? ¡Tienes la cara destrozada!
En ese momento nuestro protagonista se levantó de la silla desde donde se maquillaba.
–Siempre tan exagerada, amiga.
–¿Te has visto? –preguntó parándose frente a él.
–Claro que lo he visto. ¿Acaso no se nota? Parezco un monstruo –dijo bajando la mirada.
–¿Ha sido Benito?
Carlos asintió avergonzado.
–¿Otra vez te ha pegado? ¡Hostia! Esto hay que pararlo cuanto antes.
–¿Y qué quieres qué le haga?
–¡Déjalo! ¡Denúncialo! Tienes opciones antes que seguir con ese maltratador.
–Pero es que lo quiero...
–Dudo horrores que quieras a ese hijo de puta.
En ese instante, cuando el ambiente se comenzaba a poner tenso, apareció Felisa Latisa, a quien le faltaba tan solo colocarse la peluca.
–¡¿Pero que vocabulario es ese?!
–No estoy de humor, Felisa –espetó Octavio.
–¿Qué pasa? –tras la pregunta, se fijó en la cara de su compañero–. ¡Santo dios! ¿Pero qué te ha pasado, miarma?
–Dejadme en paz, por favor...
–No –intervino Octavio, tajante–. Deja ya de defender al bestia de tu novio. O haces algo cuanto antes o pronto dejaremos de verte por aquí. Con estos temas no se juegan, Carlos.
–Cariño, ¿no ves que te está destrozando la vida? –preguntó Felisa en un tono maternal.
–Pero él me quiere...
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Glam Travesti
Science FictionOctavio es un treintañero que, según él, tiene una vida de mierda. Por las mañanas trabaja limpiando oficinas en su ciudad natal, Sevilla, y por las noches se traviste bajo el nombre de Drag Ona, actuando en el afamado local de ambiente "Mattachine...