Cuando vino a darse cuenta, ya había pasado medio día desde que se tumbó en su cama a esperar a que todo pasase.
Octavio se había levantado a eso de las 19:30 con la cara hinchada por el llanto y el sueño. Seguidamente, fue al baño y se sentó en una de las sillas que rodeaban la mesa del comedor. Era una de las estancias más pequeñas del apartamento, pero la más acogedora, por lo que era importante estar en ella cuando algo cambiase la dinámica de su vida, como su desdicha. Con los codos sobre la mesa, se masajeaba tranquilamente la cabeza, recordando las últimas palabras de Javier, a quien, habiendo pasado mediodía, ya echaba muchísimo de menos.
Miles de preguntas se le agolpaban; sin embargo, no tenía ninguna respuesta para ellas. Tal vez Javier tenía razón, y él había sido un egoísta durante toda la relación. "¿Quién sabe? Quizás nunca antepuse su bienestar, ni lo escuché, ni lo apoyé, ni nada. Soy un auténtico monstruo", pensaba. "He perdido al amor de mi vida", musitaba.
En ese momento, mientras debatía su mente a un cúmulo de pensamientos negativos, escuchó como la puerta de casa se abrió. Por instinto, se puso recto.
–Octavio, ¿estás en casa?
Era la voz de su compañera la que aparecía en escena, quien entraba por el marco de la puerta del comedor a los pocos segundos.
–¡Pero, Octi! –exclamó sorprendida–. No te hacía en casa. ¿Qué haces aquí a estas horas?
Nuestro protagonista le dedicó una mirada de indiferencia y volvió a centrar su atención en la nada más absoluta.
–¡Uy!, creo que algo no funciona. ¿Qué ha ocurrido?
–Javier me ha dejado -confesó.
–"Crónica de una muerte anunciada", como escribiría Márquez –musitó.
–¿Qué has dicho?
–Ni caso. ¿Tú cómo estás? –preguntó mientras se sentaba a su lado.
–¿Sinceramente? No lo sé.
–¿No lo sabes?
–Es una sensación extraña, como de vacío, pero, a la vez, me encuentro cansado. Eso sí, lo estoy echando muchísimo de menos.
–Es normal que lo eches de menos. ¿Pero qué ha ocurrido?
–Parece que se ha cansado de mí, así te lo resumo.
–¡Qué va! No será para tanto. Además, Javier te quería con locura.
–Lo sé. Si no le estoy echando al culpa, sino que soy consciente de que se haya cansado de mí, por eso me encuentro así.
–No lo creo.
–Sí, es la verdad. Todo el mundo que me rodea termina hartándose de mí por cualquier motivo, puesto que soy una persona difícil de tener al lado.
–Eso no es así, Octavio. Mírame, aquí me tienes y no pienso irme de tu lado.
–Dices eso porque compartimos piso, amiga.
Azucena hizo una mueca con la cara y, seguidamente, le dio un puñetazo en el hombro que hizo que perdiera el equilibrio de su mano derecha.
–Eres tonto, en serio. ¿Te das cuenta que por esa actitud de mierda es por lo que estás así? Eres un derrotista, Octavio.
–¡Ya sé que soy un derrotista! ¡Ya sé que soy un egoísta! –en ese momento, que se le quebró la voz y las lágrimas le volvieron a brotar–. To-todo lo que me digas, lo sé.
–Venga, cálmate –le sugirió mientras lo abrazaba con cariño–. No eres así y lo sabes.
–Sí que lo soy, Azucena. Termino echando de mi vida a la gente que me importa: Javier, mi padre... Todos los que se fueron, y los que se terminarán yendo.
–No tiene nada que ver lo de tu padre con nadie que se haya ido de tu vida. En este mundo, habrá gente que llegará a tu vida y te la llenará de momentos inolvidables, y se irán, dejando la puerta abierta para otros que vendrán más adelante. Así funciona la vida, y debes asumirlo antes de que todo esto te consuma.
–Pero siempre hay una excusa para dejarme, siempre la hay.
****
Octavio sabía que no se encontraba en su mejor momento, y la conversación con Azucena, a pesar de que le sirvió para relajarse y centrarse en otros asuntos, no le sirvió para olvidar el desazón de su alma, la cual se estaba convirtiendo en un cubito de hielo.
Tras la charla con su compañera de piso, ambos decidieron pedir unas pizzas, puesto que era algo tarde y él debía marchar al club en poco más de una hora. Él, siempre fanático de la pizza barbacoa, se la pidió de masa ancha, mientras que ella, más de la carbonara, se la pidió de masa fina. Ambas delicatessen llegaron a eso de las 21:30, y durante la degustación, decidieron ponerse algún que otro vídeo random sobre concursos antiguos, ya que a ambos les encantaban perder el tiempo en aquellos entretenimientos.
Una vez finalizada la cena, Octavio se fue a su habitación y se encargó de que no se le olvidara nada para su performance de aquella noche. Cogió su vestido, sus accesorios, maquillajes y demás enseres, y los metió en su ya reconocida bolsa de trabajo de noche. Cuando llegó la hora de marchar, se despidió de Azucena.
–¿Hoy no sales?
–No me apetece. Prefiero quedarme en casa viendo alguna peli acompañada de palomitas y vino.
–Ojalá tener ese plan esta noche.
–Venga, que seguro que te lo pasas genial. ¡Quema la noche, morena!
Octavio le dedicó una sonrisa de despedida y cerró la puerta. Sabía que aquella noche sería dura, pero debía llevar la mejor actitud posible. Al fin y al cabo, no debía mezclar el trabajo con su vida persona, aunque se encontrara como una auténtica alma en pena.
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Glam Travesti
Science FictionOctavio es un treintañero que, según él, tiene una vida de mierda. Por las mañanas trabaja limpiando oficinas en su ciudad natal, Sevilla, y por las noches se traviste bajo el nombre de Drag Ona, actuando en el afamado local de ambiente "Mattachine...