Capítulo 9. Nuestro primer encuentro

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La cabeza le daba vueltas y un desagradable sabor metálico le navegaba por el paladar. Miraba a su alrededor y no lograba ver absolutamente nada, solo una tenue luz que entraba por debajo de la puerta. 

–¿Dónde estoy? 

Aquellas dos palabras fue lo único que pudo articular pasado un par de minutos desde que abrió los ojos. Se notaba la garganta seca y una sensación de vértigo que apenas lograba controlar.

Alargó los brazos y palpó las paredes que lo rodeaban. Por el tamaño, supuso que se encontraba en el interior de algún lugar estrecho, como un armario, mas no sabía exactamente en qué lugar se encontraba. Comenzó a moverse para comprobar qué había a su alrededor, y con el pie notó algún que otro objeto sólido en el suelo. Justo a su lado se encontró con una especie de palo que cayó encima de él, golpeándole en la nariz.

–¡Mierda! –exclamó.

Acto seguido se llevó la mano a la cabeza, pues el dolor que sentía se le había incrementado tras el golpe.

Miró nuevamente al suelo y se fijó en el hilo de luz que accedía a donde se encontraba desde el exterior, así que se figuró que sería la puerta, por lo que buscó el picaporte, pero no tenía. La empujó varias veces sin éxito, de manera que tuvo que desistir y dejarse caer por uno de los lados de aquel cuchitril. 

–¿Hola? ¿Hay alguien ahí?

La desesperación comenzó a apoderarse de su ser, y cada vez que llamaba su voz aumentaba la intensidad. No obstante, nadie lograba oír sus llamadas de auxilio. De pronto, empezó a escuchar unos susurros que venían de todos los rincones de su cabeza, haciéndole girar la cabeza constantemente para averiguar de dónde venían. Los ojos se acostumbraban más a aquella silenciosa oscuridad, pero su mente parecía estar haciendo las maletas y comenzar una partida de no retorno; pensaba que se estaba volviendo loco.  No sabía de qué lugar provenían los susurros, ni sabía qué hacía encerrado en aquel lugar. No obstante, lo peor era la sensación de no poder recordar qué había pasado antes de verse encerrado en aquellas cuatro paredes.

De repente, un recuerdo le vio a su mente. En este veía como se besaba con un hombre del que no recordaba el rostro. Únicamente veía sus labios besando los de otro. Intentaba imaginar el tacto de sus manos sobre su cara, del sabor que desprendía aquel beso..., mas nada podía recordar con mayor exactitud. El recuerdo fue un haz de luz fugaz, rápido, y enseguida volvió a verse en aquella especie de agujero. 

Los segundos parecían horas atrapado en aquel lugar. Octavio comenzaba a preocuparse y a sentirse nervioso conforme pasaba el tiempo. Los ojos se habían acostumbrado a la oscuridad, así pues pudo ver que tenía a su alrededor. Se trataba de un cubo, un par de fregonas, dos escobas y un recogedor que se encontraban a sus pies. También había algún que otro objeto que no pudo identificar. 

Nuestro protagonista intentó levantarse, pero aún sentía mareos; le costaba la misma vida ponerse en pie. Volvió a probar suerte y esta vez consiguió levantar el culo del frío suelo. Tras ver los objetos que lo rodeaban supo que estaba en el interior del cuartillo de la limpieza, lugar donde guardan todos los enseres que necesitan para limpiar el local. "¿Y qué leches hago aquí?", pensó al darse cuenta de dónde estaba. 

–Tú sabrás –oyó decir en un susurro.

–¿Quién ha dicho eso?

Octavio se colocó en señal de defensa al oír aquella frase.

–Pues yo. ¿Quién va a ser? ¿Tú ves a alguien más aquí contigo?

–¿Pero quién eres?

–Tu peor pesadilla –anuncié con una voz grave.

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