XIII

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Sebastian se mantenía tan en silencio que comenzaba a molestarme. La verdad, no tenía ni idea de qué le sucedía, pero no era el momento para hacer escenas de ningún tipo.

—¿Encontraste algo? —pregunté.

Él negó sin mirarme, por lo que rodé los ojos. El francés había ido a revisar las dos habitaciones mientras yo revisaba el living y la cocina. Era una casa chica, con un living-comedor, una cocina, dos habitaciones y un baño. No había muchos muebles, ni decoraciones, ni fotos que probaran que ahí vivía gente. Realmente no se habían esforzado por armar un ambiente muy familiar para disimular.

En la sala había un solo mueble además de la mesa, las sillas y dos sillones. Sobre este había una caja vacía, pero en los cajones había unos papeles. Eran expedientes que Blake probablemente había sacado de la escuela. Tenía el mío, el de mi manada, y el Scott y sus amigos. Incluso tenía el expediente estudiantil de Damon, Camden y los amigos asesinados por el Kanima. Parecía que se había informado bien sobre todos nosotros, y todas las situaciones donde nos involucramos.

—Vamos, no hay nada aquí —ordené. Sebastian asintió y comenzó a caminar hacia la puerta de salida, pero coloqué una mano en su pecho para frenarlo—. ¿Qué te sucede?

—La verdad no creo que las Blake estén involucradas —confesó.

—Bueno, si no estás de acuerdo me lo dices. No te pongas así, Bash. Te necesito de mi lado.

El chico esquivó mi mirada durante unos segundos, hasta que finalmente soltó un suspiro y me miró arrepentido. Se acercó a mí para besar mi sien derecha.

—Lo lamento. No volverá a pasar.

Asentí un poco disconforme con su respuesta evasiva, pero no dije nada. Yo no era su madre ni su novia, no estaba en posición de pedirle explicaciones de nada. Él me contaría lo que le sucedía cuando lo creyera conveniente.

Sin decir mucho más, Sebastian se subió a su auto, yo al mío y arrancamos en diferentes direcciones. La verdad era que yo estaba un poco cansada, no físicamente, si no que la situación me tenía agotada mentalmente, así que me dirigí a mi casa directamente para poder estar un poco sola. Aun no había tenido tiempo para pensar mucho sobre la traición de Marianne y cuáles podrían llegar a ser sus siguientes movimientos.

Tampoco había logrado pensar sobre el Darach y por qué en mi alucinación me pedía que me una a su cruzada. La verdad era que ni siquiera se me había cruzado por la cabeza hacerlo, pero veía tan lejano vencerlo que quizá debía considerarlo.

Al llegar a casa mi teléfono sonó. No atendí enseguida, sino que esperé a estar dentro para sacar el objeto de mi bolsillo. Logré llegar a leer el nombre de Derek antes de que me lo quiten de una patada en la muñeca. Observé cómo las heridas se curaban inmediatamente, antes de ver a Kali acercándose hacia mí. Le rugí con furia, recibiendo un rugido aún más fuerte como respuesta y le lancé mi bolso para ganar un segundo de ventaja y poder atacarla.

Le di una patada en el estómago y lancé un zarpazo, pero ella sostuvo mi mano antes de que logre tocarla. Dobló mi brazo sobre mi propio cuerpo para sacarlo de lugar, sacándome un quejido de dolor. La Alfa era notablemente más fuerte que yo, quizá se debía a que pertenecía a una manada de puros Alfas, o quizá era porque había asesinado y absorbido la fuerza de todos sus Betas.

Sea la razón por la que sea, no podía ganarle a Kali en un mano a mano, así que junté la nebulosa roja en mi mano y la dejé fluir hacia su pecho, lanzándola con fuerza contra la pared. Ella me rugió, pero antes de acercarse a mí, la puerta de mi casa volvió a abrirse y por esta entró Marianne acompañada de Jareth. Yo solté una risa y miré a Kali.

The Witch Wolf [Teen Wolf III]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora