Beso Escarlata 18+ (Spin off)

6. "recuerdo de tu olor"

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Roseanne me había estado mencionando que su funesto ligue le estaba pidiendo salir otra vez luego de varios días, demasiado agobiada para rechazarlo e incorrectamente emocionada de que no la hubiera ghosteado más tiempo. Según ella, no había nada peor que la indiferencia y, sin embargo, no se daba cuenta que lo más sano habría sido que cortara comunicación con ese hombre desde el primer momento que no usó condón para que no se le cortara la calentura.

Pienso en lo diferente que fue la situación con Jungkook. Si tuvo dudas sobre usar preservativo fue por un tema de inadecuación, no por otra cosa. De hecho, me había dicho que esperaba que me sintiera segura acostándome con él, y eso implicaba que acostarnos iba a ser con protección. Un hombre responsable.

—Rosie, deberías de pensártelo bien —le dije, comiéndome la última porción de rosquilla que me había convidado, demás decir que era una ingesta innecesaria de calorías en un lunes—. Quién sabe a qué otras cosas no esté dispuesto... ¿Siquiera lo disfrutaste?

Se ruborizó.

—Sí.

Y para no ser la aguafiestas que la baja de su nebulosa, decidí ser un poco comprensiva.

—Quizá lo que le pasa sea falta de costumbre —comenté como si de verdad lo creyera—. Pero, si quiere seguir contigo, debe ceder en algunas cosas, ¿no crees?

Se espolvoreó las manos para quitarse toda migaja de la rosquilla y agachó la cabeza.

—Sí. Dios, los hombres son complicados.

—Bastante.

—Sí, tienes razón. No sé por qué estoy pensando tan estúpidamente —me miró—. En todo caso, le diré que me deje pensarlo. Por cierto, ¿dónde estuviste el viernes por la noche? Estaba dormida, tratando de no ahogarme con la nariz constipada, pero no escuché cuando tu madre me habló. Solo a la mañana mandó un mensaje pidiéndome que la disculpara por molestarme, que todo estaba bien. ¿Pasó algo?

De esa vez la sonrojada fui yo, pero en Rosie había depositado gran parte de la fidelidad que se pudiera tener con un amigo sincero, así que no me sentí tan intranquila de tocar el tema.

—Salí un rato y se me pasó avisarle. Perdona que te haya molestado.

Qué extraño debió parecerle pues me miró con remarcada curiosidad.

—Gracias por invitar, supongo. Y aseguro que tu madre no se lo tomó con mucha gracia para haberme llamado. La única vez que recuerdo un suceso igual fue cuando me llamó para asegurarse que estuvieras conmigo en aquel recorrido turístico que hicimos a Pangyo.

Cómo olvidarlo. Me dio algo de repelús que Rosé no hubiera olvidado algo tan remoto. Un año y medio se pasa rápido, ¿no? Pero cuando se trata de dejarme en ridículo, mamá sabía cómo hacerlo.

Esa vez habíamos ido a una convención de emprendedores como parte de las actividades curriculares de la asignatura de emprendedurismo. Roseanne era mi compi, habíamos hecho excelentes migas; no nos separamos la una de la otra en ningún momento, pero por la euforia de estar lejos de la facultad y en medio de tanta infraestructura, no escuché el teléfono en mi mochila. A mí casi se me cayó la cara de vergüenza cuando Rosé contestó una llamada repentina, cuyo llamante era mamá. Había obtenido el contacto de Rosé porque ella me exigió un nombre a quien llamar si necesitaba hablar conmigo durante clases y yo no estaba al teléfono. Sin embargo, jamás había ocurrido ese escenario, salvo ese día. Recuerdo que, tras el regaño de madre, mi entusiasmo disminuyó sobremanera y regresé a la facultad con ganas de pirarme. Pero, claro, que no lo hice.