9. "piensa en mí"

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✿ღ✿

¿Qué se hace ante un rechazo tan cruel? Pues mi mejor decisión fue hacer como si nada hubiera pasado.
Pero no solo eso.
Además de actuar como si no me hubieran trastocado el corazón, aparentaba estar más exageradamente alegre que nunca. Por las mañanas para asistir a la universidad, usaba mis mejores ropas, imponiendo mi sello, ese que no a muchos les gustaba; reía muchísimo, participaba más en mis clases, hablaba con más compañeros y, lo que nunca, empecé a desinhibirme cuando había oportunidad de salir con amigos.
Sin embargo, en cuanto llegaba a casa y daba permiso para que mi mente explorara a plenitud, mi corazón se rompía otra vez.
El recuerdo de Jungkook seguía activo.
Me preguntaba qué haría él cuando pensara en mí, si es que lo hacía. Yo no dejaba de soñar con él, tanto que había permanecido insomne por algunas noches; inventaba mis días a su lado, aunque de cara a todos nadie lo creyera o siquiera lo imaginara.
En nuestros encuentros telefónicos, por mensaje y llamada, mi dolor amenazaba con aparecer y exigirle una explicación, pero el profesor no me debía ninguna. Todo estuvo dicho desde el principio.
De niña creía que acabaría con un príncipe azul. La imagen de Jungkook parecía ser cada vez menos compatible con esta designación ideal.
Pero lo más estúpido de todo es que, incluso si hacía una pantomima frente a todos, estaba segura de que el profesor sabría que lo echaba de menos.
Mi extrañación por él se manifestaba de muchas formas, incluso cuando pensaba en su perra, a quien también extrañaba. Una sensación de aislamiento y soledad surgía ante la ausencia de Jungkook.
Había tantas maneras de hacerse daño y yo había caído en una de las más dolorosas: enamorándome.
Muy contrario a algún supuesto, esa noche que confesé lo que sentía no sucedió otra cosa de relevancia. Al final le dije que seguiría trabajando en casa y él aceptó. Me dejó marchar y en ningún momento insistió en que habláramos o me quedara un rato más, pero su expresión fuera de lugar siguió, sin posibilidad real de enfrentar ese conflicto.
Dentro de los siguientes días tomó distancia, quizá persuadido por mí cuando le dije que quería concentrarme de lleno con mi agenda estudiantil. Nada más que un pretexto muy conveniente.
A pesar de mis ganas de sumirme en la decepción amorosa, la universidad absorbió todo mi tiempo y energía. Es increíble cómo pasa el tiempo cuando tienes tanto por hacer. Así que un viernes, en la segunda semana de junio, no lo pensé mucho cuando surgió el plan de salir con amigas.
Como había tenido un receso de tres horas, aproveché para volver a casa y bañarme otra vez. De paso hablar con mamá.
Saludé a papá que raramente estaba en casa, hablé un poco con él. Hablar con papá siempre era más fácil, pero por desgracia ningún asunto podía debatirlo con él y estaba cerca de marcharse a otro viaje de negocios. Mamá era quien llevaba las riendas de la casa.
Faltaba una media hora antes de mi siguiente clase. Recorrí el pasillo que llevaba a la habitación de mamá. Estaba descansando, no sé de qué si las tareas domésticas las desempeñaba la señora Hong.
Ignoró que me acercara a hablarle y continuó mirando una revista de esas del corazón, sentada al sofá reclinable en el que asiduamente se sentaba cuando tenía "ratos libres".
-Ya casi me voy -anuncié hablando con un tono más o menos alto y amigable-. Hoy llegaré tarde.
Mamá al fin alzó la vista. Lo vi en sus ojos. Estaba por echarme su perorata de siempre. A últimas fechas ya no me lo tomaba tan a pecho. Digamos que mi etapa de rebeldía había llegado con retraso.
-¿Otra vez? ¿Que no saliste la semana pasada?
-No, la semana pasada estuve enratonada terminando un proyecto y al salir fui con Rosie a por un helado -expliqué, todavía tranquila-. Tengo muchas actividades que hacer por los finales. Hoy con mis amigas acordamos salir a un karaoke para relajarnos un poco.
Cerró la revista de golpe con cara enfadada.
-Esas son pavadas. Sabes que...
-Mamá -la detuve, deseando que aquello no pasara-, ¿por qué es tan difícil para ti entender que no soy una niña?
-Tampoco es que seas muy adulta -murmuró con cierto afán de sordidez, como achacándome algo.
Decidí pasar por alto sus intentos por sabotearme y juzgarme. Si hablaba con sinceridad, tal vez su opinión sería distinta. Aquella fachada airada debía esconder un sincero amor filial, solo que tergiversado a manera de censura.
-Quiero... cantar, mamá, bailar incluso -suspiré, mirándola con ansia de comprensión-. No hago nada malo.
-Sí que lo haces. ¿A tu novio le parece que salgas así?
Que mencionara a Jungkook indirectamente me dejó fría. Madre pocas veces se refería a él con esa palabra. Prefería ni siquiera mencionar que estaba de novia con alguien.
Fue sospechoso que lo mencionara y comencé a sentir que había descubierto que las cosas con Jungkook estaban torcidas. Quizá le venía como anillo al dedo, pero no me lo iba a decir. Madre antes iba a molestarme con que había tenido razón cuando me dijo que los hombres solo querían una cosa y que, al menos de mí, el profesor ya la había conseguido.
Traté de hablar con voz firme. El poder de Jungkook actuó sobre todo mi espíritu, sensibilizándome el corazón.
-No necesito el permiso de un hombre para hacer lo que me plazca.
-¿Así que esta nueva rutina tuya no es por él? -me miró, jactanciosa.
Maldición. Lo sabía. Sabía que algo había ocurrido con Jungkook.
Respiré profundo.
-¿Y por qué lo sería? -pregunté-. ¿Acaso no merezco disfrutar de diversiones normales como una chica de mi edad?
-Nada bueno puede salir de eso.
-Dios. Si pudiera hacerlo, y créeme que lo haría, me marcharía como Jisoo unnie.
Madre alzó las cejas, impresionada. Yo casi me mordí la lengua por haber soltado una burrada así.
-¿Estás chantajeándome, Lalisa?
-No, no te dejaré sola -dije, nerviosa-, pero déjame en paz.
Lo único que logré fue que se indignara a un nuevo nivel.
-Vaya, pides mucho para ser una muchachita dependiente, pero tu padre y yo asumimos todos tus gastos.
Fruncí el ceño. ¿Ahora iría con eso?
-Puedo conseguir trabajo -respondí, desafiante.
Madre me miró con remarcada suficiencia.
-No sabes hacer nada, salvo estudiar y ser caprichosa. Mejor dedícate a eso. Si quieres irte, lo harás sin dinero.
Eso bastó para echarme a perder el resto del día.
Cuando Minji, una amiga de otra licenciatura me llamó preguntando si iría al karaoke, aún estaba bastante afligida por la discusión con mamá.
-Me siento cansada -mentí, saliendo de los baños de la universidad-. ¿Tus amigas van a ir?
-Sí, les dije que vendrías, quieren conocerte -su tono no era exactamente de reproche, pero estaba a punto de serlo.
Desventajas de ser una chica popular, pero el peso del cetro lleva sacrificios.
-No soy una celebridad, Minji. Tampoco es para tanto.
-Sí que lo eres -rebatió con voz enérgica-. Estoy segura de que casi quieren pedirte un autógrafo. Porfi, vente un rato. Yo pago las bebidas. Tú pagas los snacks. Estas acordaron pagar el resto, incluidas las entradas. Así se nos aliviana el asunto. ¿Sí?
Acepté sin mucho convencimiento, excepto que no supe cómo solucionar el problema del dinero. Mis ahorros estaban escaseando y con la restricción de mamá no había manera de que pagara esa noche.
Mi primera idea fue pedirle dinero a Jisoo unnie, pero al recordar nuestra última conversación, me eché para atrás.
-Soy una idiota -le dije por videollamada.
Finalmente me resistí de ser tan compasiva conmigo. La compasión termina siendo una caricia muy amarga si te encariñas con ella. Estaba harta de ser menos dura conmigo, porque eso es lo que era, una idiota en todo sentido de la palabra. Además de enfermiza, pues Jungkook no salía de mis pensamientos.
-No te trates tan mal -Jisoo meneó la cabeza, era claro que entre nosotras nos tratábamos con humor sano, pero ella sabía que estaba lastimándome-. Hacía mucho que no te enamorabas, y en cuestión de amor, no hay nada predeterminado. No sabías siquiera si podrías sentir amor por ese hombre.
-Ojalá que nunca hubiera pasado.
-Tus sentimientos no son los que deben preocuparte, sino los de él. ¿Por qué crees que no te dijo nada?
-Porque no siente lo mismo, obvio -contesté, dolorosamente.
Jisoo puso cara de pensativa.
-Tal vez lo cogiste con la guardia baja -dijo-. Los hombres suelen ser muy miedosos cuando se trata de enamorarse, sobre todo si antes ha habido una relación como la que vosotros tenéis. A lo mejor quiere darse su tiempo y no herirte.
¡Qué pensamiento tan cobarde, ese de alejarse de alguien que puedas amar para no herirlo después! ¿Por qué se toma tan a la ligera los sentimientos de otra persona?
-Le odio -dije, aunque terminé llorando por varios minutos.
-Le quieres, tonta -ella se rio-. ¿Se lo dirás a mamá?
Me enjugué las lágrimas con las mangas largas de la camisa.
-No. Si le digo lo que pasa pensará que no tengo motivos para estar fuera. No sabía que necesitaba esta clase de libertad hasta ahora.
-Me alegra, pero ante cualquier problema, espero que me lo cuentes. Sé cómo es lidiar con mamá.
Ese día la sentí muy preocupada, así que pensé en ahorrarle otra preocupación. Como se enterara de que madre estaba usando otros métodos para impedir mi independencia, la confrontaría, y su relación ya estaba bastante lastimada de por sí.
A mis primos los dejé fuera de la jugada porque harían las preguntas obvias. Con mis amigos me dio vergüenza pedirles un favor de ese tamaño, máxime porque era demasiado extraño que pidiera algo así.
Por fin pensé en Jungkook.
Busqué su cuenta en Facebook. No sé por qué, pero todavía no éramos amigos, a lo mejor porque era parte de las cosas que hacen los que no están enamorados. También miré su Instagram, que había descubierto como sugerencia relacionada con otros profesores y que tampoco estaba en mi lista de seguidores. Miré si algo cambió, guiada por la creencia segura de que las personas a veces acostumbramos a expresarnos más libremente detrás de una pantalla. Sin embargo, como ya había sucedido, con Jungkook me equivoqué.
El profesor no era uno de esos que cambiaba su foto de perfil expresando algo revelador. Sus emociones estaban intactas y herméticas. Su foto de perfil seguía igual, su información también, que iba así: "Soy Jeon Jungkook, docente especializado en relaciones públicas a tiempo completo, parcialmente estudio para ser un mejor profesionista; amante del café y anti utilitarista y negacionista de asunciones cósmicas. Si quieres que algo se manifieste, trabaja para que ocurra".
Su descripción, que siempre me había parecido presuntuosa y cómica, ahora encumbraba toda una ramificación de pensamientos.
¿El amor romántico sería una asunción cósmica para él? Había dicho que al amor lo sentías o no. Aparentemente, por mí no sentía nada, de otra forma me lo hubiera dicho esa noche.
Cuán vanidosa sería que pensé que, tras esa sacudida noche, reflejaría algo de tristeza, pero no. Todo seguía igual. Nada diferente. Era como si fuera indiferente al dolor o la pena.
Quizá me estuviera adelantando a creer cosas, dejándome llevar por la desilusión. No era un hecho justo el juzgar a alguien con base en apariencias, pero la coraza de Jungkook me parecía tan impenetrable que fue lo más sensato.
Fui a la lista de contactos del teléfono y me quedé viendo su nombre por mucho rato. Incluso su nombre era bonito. Joder.
El tiempo se me fue pensando. Cuando menos me di cuenta el día había muerto y solo tendría unos cuarenta minutos para la cita con las chicas.
Me senté en una de las jardineras, donde el viento ululaba también muy bonito, como queriendo ser mi cómplice para que nadie me oyera. Hice una inspiración muy profunda y marqué. Hasta cuando la llamada se abrió pensé que Jungkook todavía podría estar por allí, en algún aula de la universidad.
-Hola -dijo.
¿Por qué mis latidos se alteraban así nada más escuchar su timbre masculino, como si un precipicio se abriera a mis pies? Estaba loca de atar.
-Hum, hola -murmuré, tragándome el nudo de nervios. Ante su silencio expectante, decidí decir otra cosa-. Perdona que te llame, ¿tienes un minuto?
También tardó en responder. Habría colgado si en el siguiente instante no me hubiera dicho al fin algo, pero respondió, como si escuchara una voz anhelante de buenos tiempos.
-Hola, Lisa. Realmente, ya estoy en casa -como dijo esto último creí que quería decirme que era libre de hablar-. Es raro que me llames. ¿Ocurre algo?
De normal era él quien principiaba las llamadas. Yo era más de mensajes. La última llamada entre los dos la recordaba bien, me había llamado para avisarme que estaba de regreso en Seúl luego de la asignación de un estudio de caso fuera del distrito. Su llamada me había hecho sentir feliz por un momento. Me había querido compartir que estaba bien, para que no me angustiara. Sin embargo, recordé que era una reacción esperable en Jungkook.
La verdad es que Jeon Jungkook era un ser paternal, incluso si él no se fijaba. Le disgustaba que otros se preocuparan por él. En vez de eso, culpaba a los demás si lo hacían preocuparse. Y yo de eso había hecho mucho.
De vuelta al asunto, me quedé callada, tratando de encontrar las palabras correctas. Sinceramente estaba muy apenada de hablar del tema, pero lo hice.
-Sí, pasa algo. Tuve un problema con mamá y no tengo dinero -susurré, mi tono perdiendo fuerza conforme acababa de hablar y, cuando Jungkook tampoco contestó, me expliqué-: He quedado con mis amigas hoy, no puedo zafarme. Te aseguro que eras mi última opción, pero no me queda otra. ¿Tienes algo de dinero que me prestes? Prometo devolverlo en cuanto pueda.
En cuanto a mamá se le pasara el berrinche, más bien. Claro que esa parte escenográfica no se la contaría.
Hubo otra pausa suspensiva en el tiempo. Temí haberme atrevido demasiado. Entre acostarnos y pedirle dinero había mucha distancia. Maldición, habría sido menos humillante rechazar la salida de esa noche.
-No te preocupes -dijo por fin, más calmado de lo que pensé-. ¿Tienes alguna tarjeta donde pueda transferirte ya que no estoy cerca?
Evité respirar de alivio.
-Uh, esto, creo que sí.
-Pásame los datos. En seguida te transfiero.
Nuevamente, nos callamos. Qué irónico fue sentir esa incomodidad creciendo como un globo, pero fui incapaz de romper el silencio.
Del otro lado, Jungkook respiraba muy cerca de la bocina del teléfono, y lo escuché tan bien que sentí que oía sus latidos a través de la oreja, como una melodía sensual. ¿Qué estaba pensando mientras se quedaba en silencio?
En gran medida, el silencio es una forma de mostrarle respeto al otro, de ser educado. Pero también es una muestra de confianza e intimidad. Se llega a tal punto que no es necesario llenar los silencios con palabras, y la conexión emocional aparece. Aquí es donde se desfoga la comunicación no verbal con un gesto o una postura. Y aunque Jungkook no estaba conmigo, me lo imaginé mirándome intensamente con sus orbes color marrón, mientras me tomaba del rostro o me daba un beso en los labios. Estas pequeñas acciones habían bastado para hacerme creer que había algo más allá del sexo entre los dos.
Prorrumpí antes de que me quedara obnubilada por todo eso.
-Bueno, gracias. Te mensajeo en un momento. Hablamos después.
-Espera, ¿dónde estarás?
Creí escuchar indecisión en su voz, además de nerviosismo. No era la única que estaba batallando al mantener esa llamada.
-En el Su Noraebang.
-¿Quieres que te recoja cuando termines?
Pareció no darle importancia al hecho de ser visto por las demás chicas, aunque tal vez supondría que yo me habría alejado lo suficiente de ellas para cuando él llegara.
No es que ya no quisiera verlo, ¡demonios! ¡Lo anhelaba! Lo extrañaba muchísimo. Me gustaría decir que cuando eres rechazado, tus sentimientos de euforia hacia esa persona se desvanecen, pero no es así. Quería estar con él, pero, si aceptaba verlo de nueva cuenta, no supe cómo reaccionaría.
Pensé en cómo regresaría a casa entonces. Seguramente serían pasadas las 22 para cuando decidiéramos acabar la fiesta. No llevaba coche y coger el bus a altas horas me daba miedo.
-No sé qué tan tarde sea... -murmuré, todavía dudándolo.
-Eso es lo de menos -sonaba apurado de oírme aceptando su petición.
Me mordí el labio inferior y respiré el frescor de esa noche veraniega. Entre mi mente y mi cuerpo había dos fuerzas de voluntades claras: alejarme de Jungkook o aceptar que quería verlo, como todos esos días lo quise.
Mi cuerpo ganó.
-De acuerdo.
-Bien. Te veo más tarde. Avísame.
Aquella fue otra promesa más. Y, ante el futuro de vernos otra vez, durante toda la velada estuve pensando en Jungkook.
El Su Noraebang era un sitio algo lujoso. Hice más de veinte minutos caminando junto con las chicas quienes me congratularon de mi aspecto en cuanto me vieron, una se llamaba Seyeon y otra Ahin. Decían sentirse encantadas de conocerme y Minji efectuaba frecuentes señales de deditos arriba, como si hubiera sido encargada de monitorear esa convivencia. Estaba acostumbrada a las adulaciones, pero recibir tanta atención me puso incómoda. De pronto me sentí un proyecto ambicioso muy bien ejecutado.
Se me olvidó la incomodidad ya dentro del sitio. Llegamos poco después de las 20 horas. Su Noraebang era un karaoke de alta gama, de interiores elegantes y salas espaciosas así como habitaciones para gente solitaria que ama cantar a solas.
Las ventanas de las habitaciones exponían las calles de Hongdae, así que comúnmente veíamos a la gente pasar, pero las personas iban tan absortas en sus tareas que no nos daban más que una mirada de refilón. Por suerte, ninguno nos oía.
Cantamos a pulmón, desde canciones trot hasta canciones americanas de reggaetón; cuando las GG salieron en la lista de reproducción todas cantamos con muchas ganas, exponiendo nuestra fangirl interna, e hicimos competencias sobre quién podía alcanzar la nota más aguda. Dejé que las chicas me dieran varios chupitos de soju y me atiborré de bocadillos sin cesar, hasta que les dije que descansaría un momento entre sonrisas tontas.
Ellas siguieron metidas en faena, muy alegres. Yo también lo estaba a pesar del alcohol. Pensé que beber me entristecería, pero me sentó bastante bien. Aquella significaba una liberación real de la violencia en las últimas semanas. Una parte de mí creyó que no podría con tanto, pero ocurrió: sí pude. No esperaba menos de mí misma.
Sin embargo, al tenor de los tragos me sumí profundamente en mis pensamientos, y maldije al alcohol. Lo que quería era desconectarme, no pensar en mí desdichada relación de apego por un hombre que estaba lejos de quererme.
Otra vez me puse a ver la foto de Jungkook, la que tenía en Instagram. Me sentí patética mientras lo miraba. ¿Qué tan desgastada debe estar la autoestima para condolernos con algo tan insignificante como una foto? Por otro lado, mi mente estaba rellenada de su recuerdo en muchas posturas distintas, pero eso era más triste pues haberlo experimentado de una manera tan vivificante constataba que mi corazón estaba en serios problemas de amor. Si hubiera sido un sueño sería más fácil de olvidar.
Me habría preguntado si mis sentimientos no se estaban volviendo una obsesión.
Muchas personas no quieren considerarse no dignas de ser amadas, pero no era mi caso. No era tan vanidosa para creer que un hombre como Jungkook pudiera amarme solo porque sí. Me dolía su rechazo porque pensé que él sentía algo también.
¡Dioses! El amor es un ingrato. Este había llegado ya a manifestarse a modo de dolor físico en mi pecho.
En clases, encontrarme con Jungkook me producía malestar general. Frecuentemente me encontraba desviando la mirada para no tener contacto visual, me aseguraba de llegar última a clase y salir primera, así evitaba cualquier cruce de palabras o prolongamiento innecesario de tensión entre los dos. ¿Que si era una cobardica? Pues sí, pero estaba avergonzada. Solo me quedaba aceptar mi propia responsabilidad.
Jungkook no me había hecho ilusiones, yo me las hice.
-Lisa, ¿cantas? -preguntó Ahin, alejándome de mi distracción.
Dije que sí.
Seguimos el karaoke, cantando música popular y bailando de vez en vez. Todas estábamos en los inicios de los 20s, digamos que tuvimos mucho tema de conversación hablando sobre ídolos de k-pop. Es un tema fascinante si no te lo tomas en serio.
Llevaba hablando de un drama desde hacía más de cinco minutos cuando me di cuenta. Me disculpé y todas se rieron. Inmediatamente propusieron terminar la jornada de entretenimiento y cada una dijo cómo se iría. Cuando me lo preguntaron a mí, por un momento estuve cerca de mencionar a Jungkook. Pero no lo notaron y terminaron creyendo que mamá llegaría por mí.
Pagué mi parte de la cuenta con el dinero que recibí de Jungkook. Todavía era sorprendente que me hubiera transferido más de doscientos mil wones, pero yo no le pedí una cantidad específica. También era mi culpa ese exceso.
Aún me sentía incomodísima por todo lo que estaba pasando. Además, acordamos que Jungkook me recogería. ¿Por qué necesidad? ¿Acaso no tenía suficiente? En cuestión de unos minutos mi mundo se pondría patas arriba de nuevo. Ahora que lo pensaba, iba a ser la primera vez que habláramos frente a frente fuera de clase. El corazón se me puso exultante cuando le mandé un mensaje de texto informando que ya podía pasar por mí.
Supongo que había estado esperando mi aviso.
Jungkook: Llego en 15.
Las chicas se fueron, haciéndome prometer que madre no tardaría mucho en llegar, y yo respiré largamente. No sé si fue por la influencia del alcohol en mi sangre, pero en la calle sentí frío. Me dediqué una mirada de contemplación a través de mi polvera. Mis ojos estaban destellantes por el alcohol. Normalmente me gustaría el efecto porque me veía con ojos coquetos, pero temí que mi estado diera mal aspecto. A ver si Jungkook se iba a creer que estaba borracha. No lo estaba, solo estaba mareada y con confusión.
Los quince minutos se pasaron demasiado rápido. Hacía una noche ventosa y la luna estaba en su fase de gibosa menguante. Una noche bastante linda. Me figuró que las estrellas guardaban un secreto para sí.
El profesor Jeon llegó un minuto antes de lo prometido. Como estaba fuera del karaoke aún, aparcó fuera del establecimiento en su coche y bajó la ventanilla del asiento del copiloto. Di unos pasos más hacia él y me incliné. La primera mirada que nos dimos fue tal cual supuse: de contenida emoción. Yo estaba nerviosa y debido al frío y los nervios sentí los dientes castañear.
-Perdona, debí llegar antes -dijo-. Sube.
Acaté la orden con el corazón latiendo con frenesí. Me senté a su lado y cerré la puerta. Tuve el recibimiento de su fragante aroma de hombre y, mientras miraba al frente, no sé por qué, asumí que nada había cambiado entre los dos pese a mi metedura de pata al decir que me estaba enamorando. Parecía que Jungkook lo había tomado como una chiquillada, cosa que al final terminó lastimándome de todos modos.
-¿Qué tal la noche? -preguntó con un interés desenvuelto.
Precipitadamente giré la cabeza para observarlo. Examiné cómo iba, con un atuendo informal elegante, de jeans baggy, camiseta y cazadora bomber. El pelo lo llevaba peinado de los costados, una parte le caía sobre un ojo. Era el atuendo jovial que usaría un hombre de su edad. Su semblante no lo era tanto, sin embargo. Había aprendido a saber que Jungkook no disfrutaba de los contextos socialmente complejos, se sentía más cómodo con poca gente, pero, aunque estábamos solos, había algo en todo eso que no lo hacía estar relajado por completo.
-Genial. Canté, bebí, comí y bailé un montón -contesté al filo de la ridiculez.
De repente me vi reseñando mi día como lo haría cuando mamá me preguntaba lo que había hecho fuera después de horas sin estar en casa.
No estaba comenzando la charla con el pie derecho.
-Genial -repitió mi mismo tono y me sonrío con picardía-. Me alegra que te lo hayas pasado bien.
A su comentario tan agradable, guardé silencio y miré de nuevo el frente. Empezaba a sentir la aparición de las mariposas en la barriga. Ya había puesto el coche en marcha, así que nos abrimos paso por las calles abarrotadas de Hongdae.
-¿Tú? ¿Qué tal la universidad? -le pregunté para romper el hielo-. ¿Libraste temprano hoy?
-Tengo que calificar muchos exámenes, me los llevé a casa.
-Ugh, exámenes, y que lo digas -resoplé, muy agotada-. ¿No piensas descansar?
-Es fin de semana y la mayoría de los estudiantes prefiere administrar su tiempo fuera de clases, decidí trabajar en casa en lugar de la universidad. Tampoco es que me guste llevarme trabajo, pero me vendrá bien ocuparme-. Estaba claro que era su forma de vida-. Te has esmerado mucho.
Era una observación puntual y muy inesperada. Me pregunté de qué estaba hablando.
-Sí. A que no has podido quitarme la mirada de encima -lo miré sonriente, decidiendo picarlo porque era lo que me salía mejor.
Jungkook no mordió el anzuelo. Sus ojos marrones se fijaron en mí sin mostrar efusividad alguna.
-Por supuesto, es obvio que te veré -dijo en una oración casi mecánica-, pero no me refería a tu aspecto, sino a que te noto más enérgica de lo normal. He temido que te pase algo.
Si sabía que estaba más enérgica de lo normal es porque me había estudiado en silencio y en la lejanía. Debo parecer hipócrita al decir que no lo supuse, pero nuestra comunicación se atrofió tan inesperadamente que pensé que actuaría como yo: evitándome tanto en presencia como pensamiento.
Temía que me pasara algo, además, eso quería decir que le interesaba incluso más de lo que expresara con palabras.
Sentí un temblor en el vientre.
-Mucho trabajo -susurré, escuché cómo mi voz perdía volumen-, pero estoy bien.
-¿Entonces no está pasando algo más?
Sí, ¡claro que pasaba!, que cada que pensaba en él o estábamos juntos sentía que pisaba campo minado. Eso sin mencionar el hecho de que le dije que me estaba enamorando y él se quedó pasmado de oírlo. Pero nada más.
-No.
-¿Qué pasó con tu madre?
Empecé a sentir que aquello era un cuestionamiento. ¿Por qué me ametrallaba con tantas preguntas personales? Pero me había apoyado cuando se lo pedí, de modo que quizá merecía una explicación más extendida para comprender.
-Enloqueció -dije, sin más, y se me escapó una risa agridulce.
Jungkook no encontró gracia en mi reacción ni en lo que le dije. Me miró con una larga expresión de severidad, como para que me dejara de guasas.
Puse los ojos en blanco.
-Me dejó sin dinero.
Su entrecejo se tensó.
-¿Por qué?
-Porque quiere tenerme presa en casa, así que le sorprendió mucho cuando le dije que hoy regresaría tarde -volví a reír al recordar-. Hubieras visto su cara... Estará muy disgustada justo ahora.
-Se preocupará por ti -opinó, condolido, aunque no menos confundido de mi revelación-. Tal vez debas ser un poco compasiva con ella.
-No lo sé -mis ojos melancólicos miraron el parabrisas-. A veces siento que se extralimita. Hoy, sobre todo.
-¿Bebiste mucho?
Su tono no era acusador, era más una confirmación de lo que ya pensaba.
Lancé otra risita.
-Sí, pero no estoy borracha -le miré de vuelta-. ¿Crees que solo borracha puedo decir algo así? ¿O por qué lo preguntas?
-Es lo que se suele hacer en un lugar como esos -dijo, sencillamente-. Y no creo que solo borracha puedas ser así de franca. No, eres bastante intransigente todo el tiempo.
-¡No soy problemática! -protesté.
Conseguí que su comisura derecha subiera a modo de sonrisa.
-Entonces esta eres tú, ¿no?
-Al cien por cien -contesté con orgullo.
El alcohol no llegaba al grado de ponerme violenta, pero me deslenguaba de más. Hablaba demasiado, hasta estupideces, aunque al mismo tiempo sufriera cierta dificultad para poner atención.
Sintiendo los efectos secundarios de haber bebido, apoyé la cabeza al respaldar del asiento y me contuve de cerrar los párpados. Antes de entrar me había sentido mareada. El movimiento del coche estaba incrementando el mareo y no quería vomitar. La tapicería del auto se sentía demasiado cómoda como para mancharle con residuos gástricos.
-Shy está un poco intranquila. Creo que te extraña.
Me entró la risa a lo grande, no por pensar que Shy pudiera extrañarme (que era posible), sino por que no me hubiera dicho que él me echaba de menos en primer lugar.
Por alguna razón, Jungkook no desaprobó mi comportamiento. Se rio conmigo.
-¿Y tú? ¿Me extrañas? -ladeé la cabeza con curiosidad.
Traté de disimular mi angustia por escucharlo. Por dentro fui un manojo de nervios mientras esperaba su respuesta. Me había muerto de ansiedad por escucharlo decir que me extrañaba durante todos esos días. Había imaginado que me decía cuánto deseaba tenerme cerca. Así que cuando escuché sus palabras sentí que se me ponía la carne de gallina, como si tocara una nube de color rosado.
-Te he extrañado muchísimo -murmuró.
Casi se me olvidó respirar, mi corazón palpitó en un bamboleo, pero finalmente acabé en una situación bastante bochornosa.
Experimenté una repentina necesidad desagradable de querer vomitar. Apreté mucho la boca y rogué por un milagro.
-Creo que sí bebiste mucho -entonces pareció estar preparado para darme una regañina.
Desaceleró la marcha del coche y se detuvo por allí, independientemente de todo. Me observó de hito a hito, en busca de otro signo que indicara mi borrachera, pero yo desvié la cabeza para que dejara de mirarme a los ojos. Nunca me había gustado que me vieran enferma.
Sentí un retortijón y me toqué la tripa.
-Y supongo que tampoco comiste muy bien -aseveró.
-No me regañes -me sobé, haciendo muecas convulsas-, mejor vamos a tu casa. No puedo llegar a la mía así.
Fue una proposición inocente porque me sentía muy indispuesta para crear escenarios eróticos o dobles intenciones. A madre le iba a chocar que llegara en esas condiciones, después de todo. Todavía guardaba algo de decencia.
-No lo creo -Jungkook se escuchó consternado-. Estoy seguro de que una de las razones por las que está tu madre preocupada soy yo.
-Bueno -me reí a duras penas-, nunca te ha visto y no te tiene en una buena estima por robar la inocencia de su hijita, pero da igual. De todos modos, no le dije a qué hora volveré. Por favor.
No me gusta ponerme mala por los motivos obvios y porque estás tan desvalido que otros deben decidir por ti. Odiaba perder el control. Pero cuando pensé en Jungkook tomándolo, la idea me pareció increíblemente emocionante... y romántica.
-De acuerdo -aceptó tras una pausa en la que seguí resistiendo las náuseas con mediano éxito-. Seguiré el camino, solo dime si necesitas que pare.
No quería que parara si estaba conmigo...
Me dijo también que guardara silencio para evitar las arcadas. Me aleccionó a practicar ejercicios de respiración mientras íbamos ruta en coche y yo le obedecí muy pasivamente, algo que, en retrospectiva, se me había vuelto una costumbre hacer cuando estábamos juntos. Siempre hay un lado que es más dominante que el otro, ¿no?
Envidié el control de Jungkook para todas las cosas. Sustentaba tan bien su vida que ni siquiera entendía por qué me recogió esa noche.
Bajé la ventanilla y miré hacia afuera. Íbamos a una velocidad normal, pero aún sentía que el coche avanzaba a paso vertiginoso. Llevé los párpados hacia abajo, hasta que ningún resquicio de luz entró en mis ojos, aunque sentí una lágrima bajar por uno de ellos.
Supongo que el alcohol, en cierta medida, también me pone las emociones a flor de piel. Entendí que lloraba por lo extraña de esa situación y me pregunté por qué me dolía tanto esa noche.
No sé hasta qué punto estaba enamorada, pero yo sentía un amor ya arraigado en mi corazón, incluso si ni yo misma estaba segura.
¿Por qué las mujeres somos tan complicadas? En cambio, los hombres..., dioses, ¡los hombres son tan prácticos! Pueden deshacerse del sentimiento más fuerte y profundo. No por nada se dice por ahí que el amor es opio para las mujeres, pero es una estrategia para los hombres.
Como ya dije, el influjo de alcohol me causa imbecilidad temporal, por lo que no me percaté de que estábamos fuera del edificio de apartamentos donde Jungkook vivía y tampoco escuché cuando este me dijo que habíamos llegado. Me quedé entre dormida y despierta durante el camino, y solo tomé conciencia de que estaba ya en su cama, recostada de tal forma que parecía que iba a dormir, no a oscuras pues la puerta del cuarto estaba abierta y entraba un chorro de luz desde el pasillo. Vi las sombras del mobiliario, sintiéndome familiarmente en un lugar que conocía.
Encontrarme así me preocupó de veras. Tampoco me sentía tan mal.
Me incorporé de golpe.
-Eh -Jungkook enmarcó mi rostro con sus manos.
Una de esas sombras era él mismo, quien había estado a una distancia cercana de mí y avanzó para detenerme de no mantener la misma postura. Sostuvo mi cabeza y la bajó de regreso para reposar sobre la almohada.
Estaba impresionada y asustada de verlo. Luego recordé que lo último que había hecho era llorar y me llevé las manos a la cara por instinto. Jungkook luchó contra ellas, bajándolas con un agarre suave, sin entender mi gesto pavoroso o sin darse cuenta de mi expresión debido a la poca luz. Yo seguí sin habla, pero sentía los ojos sobresaltados junto con el corazón.
-Hola -susurró con una risa extraña-. Mejor quédate así.
-¿Cómo subimos? -quise saber.
-Te monté en mi espalda.
¿Qué diantres? Ay, no.
-No lo recuerdo -reconocí, sonrojada.
-Lo recordarás pronto. Te diste un golpe en el brazo cuando me las ingeniaba para que no te cayeras y buscaba la llave. ¿Cómo te sientes?
Me asusté de perder el conocimiento de esa manera.
Lo miré de forma inútil con cara de disgusto. No sabría que estaba disgustada a no ser que prendiera las luces.
-No era necesario que me subieras -dije-. Pudiste haberme despertado.
-No quería hacerlo -la caricia lacónica de su pulgar en mi mandíbula me dio escalofríos.
Estaba esmerado por mimarme mientras me tocaba el pelo que quién sabe qué tan impresentable estaría. Al salir de bañarme me lo había recogido en una media coleta con un listón color púrpura, me puse dos horquillas a cada lado y fijador en todas partes, pero las horas ya habían pasado desde que salí de casa.
Jungkook me acomodó un mechón que finalmente se escapó de mi tocado. La tersura de la cama me proporcionó una reconfortante placidez mientras era acariciada. El momento se sintió como una experiencia religiosa, o casi. Seguro que para Jungkook no representaría lo mismo, pero sus caricias patentaban intimidad para mí, una mucho mayor que cuando teníamos sexo.
-Estoy bien -escuché mi voz baja y tenue-. Lo que pasa es que me mareé por el movimiento del coche. No vomité..., ¿verdad?
-No.
-Uff, ¡qué alivio! -sentí cómo forzaba una sonrisa.
Jungkook pareció divertido de mi estado tan torpe, pero también admirado, como si lo que tocara fuese digno de estar en una galería. Me tocó en silencio.
Era una lástima que tuviera tanta hambre de ambición. Si me conformara con poca cosa, no desearía tanto recibir un amor correspondido.
El punto clave es que estaba dentro de un amor unilateral. Era inapropiado, pero estaba encantada de que el vacío de mi corazón se llenara con sus caricias.
-Gracias por traerme aquí -susurré, mi voz sonó más aterciopelada de lo que supuse.
-Buscaba una oportunidad para proponértelo -dijo como respuesta-, pero parece que tengo mucha suerte.
Era difícil estar tranquila cuando estaba tan próximo a mi cuerpo. Sus caricias me provocaban un sentimiento más grande de nerviosismo porque las hacía a oscuras. Al no tener la posibilidad de usar la vista, parecía sentirse con más libertad para experimentar.
Primero percibí sus dedos en mi rostro, pero ya había bajado a mis brazos y ahora estaba en mi pelo por nueva cuenta. Eran muchos sus puntos de ataque y mi pulso se aceleraba cada vez más.
-Entonces yo soy muy tonta -repuse, mostrando todo mi valor para no jadear.
Visualicé su risilla entre dientes.
-De eso nada -murmuró, inclinándose a mi oído-. Eres la mujer más inteligente que conozco.
-No me hagas la pelota -reñí, enojada de mentiras.
-Claro que extrañaba hablar a solas contigo, tienes un poder especial para contrariarme -mi remilgo salió a semejanza de un jadeo y él continuó-: Pero lo que más extrañaba era tenerte así de cerca.
Se me ocurrió que estaba soñándolo. Creí ver sus pupilas ensanchadas, pero había tan poca claridad que me convencí de que eran mis imaginaciones.
-Así que me tienes a tu disposición.
Mi cerebro recibió el cambio de su forma en la oscuridad. Tuve la sensación de que se volvía gigantesco de repente, como el cráter de un caos. Estuvo sobre mí como siluetándose en una sombra muy densa y negra. Ante tal escenario, me vi amenazada, pero el resultado terminó por hacerme sentir muy afortunada.
-¿Estás flirteando conmigo?
Pasé saliva. Su cercanía pautaba el ritmo de mi corazón.
-Puede...
Me gustaría decir también que ya no sentía intenciones de agradarlo y que mi necesidad por él solo se quedaba en un sentimiento de afecto, pero seguía deseando a Jungkook como desde antes de la primera vez. Eso estaba intacto. De hecho, aún me inventaba fantasías con él en una variedad de situaciones que me sonrojaban. A cada una de estas fantasías le otorgaba mucho rato y en determinados momentos podía sentirme excitada de solo imaginar.
Con el ansia en pico, tironeé de sus cabellos para acercarle. Jungkook soltó un jadeo. Me aseguré de ser delicada, pero no estuve segura de haberlo sido.
-Hazme el amor.
Nunca había empleado ese término para pedirle que me hiciera suya, pero no me importó.
La sombra de Jungkook gimió de gusto.
-¿Estás segura de que puedes hacerlo?
Jamás había estado tan segura de algo.
Me animó mucho que no me corrigiera.
-Sí.
-Lisa... -su frente cayó en uno de mis hombros, cayendo así gran parte de su peso corporal-. Me hacías mucha falta -dijo, como estremecido-. He tenido muchas dificultades para concentrarme por pensar en ti. Te necesitaba.
Saboreé cada una de sus palabras lentamente y cerré los ojos, aunque de todos modos no viera bien. Había tal ferocidad en su modo de hablar que me quedé quieta por unos segundos, creyendo que lo estaba alucinando. De las veces que no había podido dormir, muchas de ellas soñé con Jungkook así, libre de todo fingimiento, mostrándose como era al interior. Me imaginé que me decía que me deseaba antes de decirme que me amaba, pero... las palabras no llegaron esta vez. No era como en mis sueños.
Experimenté el desencantamiento, pero intenté que pasara desapercibido cuando hablé.
-Yo también te necesitaba -le toqué el pelo.
Lo abracé de esa manera, así que mis brazos se pusieron alrededor de su cabeza y su boca presionó contra mi hombro. Para corresponderme, Jungkook hizo lo propio en esa posición. Me apretó como pudo. Sus manos se colocaron sobre mis caderas. Nos sentí más unidos. Los calores de ambos entrando en el contacto más visceral. Es curioso cómo de calientes estábamos los dos.
Yo estaba agitada y con el corazón alborotado. Lo sentí latiendo contra la solidez de sus labios que se movieron como dándome un beso húmedo por encima de la ropa. Irremediablemente iba a saber cómo de rápido y loco mi corazón latía por él, sin embargo, al menos de mi parte ya no había mucho por ocultar y tampoco vergüenza.
Su cabeza se levantó un poco para mirarme a pesar de la condición umbría del cuarto. Mi abrazo perdió consistencia al hacerlo, pero observé el destello blanco y vidrioso de sus ojos. En realidad, veía solo su sombra. No sabría decir dónde terminaba su cara y dónde empezaba su cuello excepto porque la luz entrando desde el pasillo determinaba el contorno de su cuerpo.
Y aunque encontrar el rastro de mis ojos sería difícil en plena oscuridad, supe que me miraba directamente. Imagino que miraba lo mismo que yo. Un par de puntitos brillantes que lo seguían, como un gato que persigue el correr de un carrete de hilo.
Su sombra viva se acercó más a mi rostro.
-Me gusta sentirte así -dijo y apretó el pecho contra el mío como para probar su dicho-. ¿Alguna vez lo hiciste en estas condiciones?
Si bien sentía una dificultad tremenda para articular palabra alguna, no podía quedarme muda de repente.
-No -admití, queriendo haberle dicho otra cosa.
Seguramente, pensé, él sí guardaría una catedra de experiencias sexuales muy creativas. Y no lo pensé porque fuera obvio, sino porque parecía ser la mejor manera de pensar. Si pensaba en él con otras mujeres, quizá más rápido me quitaría ese estúpido sentimiento de amor.
-Me apetece tomarte tal cual estamos, podría hacer que los dos disfrutemos -ofreció, provocador, pero afanado todavía a que yo aceptara-. ¿Te gustaría?
-Sí -contesté con premura.
Hice un análisis de la propuesta y pensé que no sería muy distante de tener sexo con los ojos vendados. Sin embargo, tampoco guardaba ninguna experiencia al respecto. No estaba acomplejada ni tenía sentimientos de inferioridad sobre mi cuerpo, por tanto, siempre había disfrutado de tener relaciones con las luces prendidas. Me gustaba ver y que me vieran, pero admitía que no era tan divertido.
El sencillo acto de descifrar dónde estaban las manos de Jungkook estimuló mis sentidos, aunque no fuera capaz de detectarlo todo con los ojos.
Me pregunté si de verdad no estaba soñando. Aquello me parecía demasiado bueno para ser cierto.
-Justo aquí he soñado contigo -empezó a tentar bajo mi ropa, llevaba una blusa sin tirantes, la delgada tela se levantó cuando metió las puntas de los dedos y me acarició la zona baja del abdomen.
Pensando que necesitaba más libertad de movimiento, lo solté más de mis brazos para que se enderezara, pero rápidamente subió una mano para detenerme.
-No me sueltes, quiero una prueba de que puedes sentir como yo.
Al principio pensé que hablaba muy figuradamente escondiendo un halo de misterio. Había cierta cadencia en el sexo que aún no comprendía por completo. No estuve segura de si debía hacer algo en específico, pero cuando me agarró las nalgas y las apretó comprendí a qué se refería con esa prueba.
La excitación se abrió paso por toda mi carne. No dejaba de ser una situación relajada, pero el despliegue de las manos de Jungkook consiguió hacerme jadear.
Visto desde fuera, la postura sería un poco rara, él estaba como encerrado en el capullo formado por mis brazos alrededor de su cabeza. Tampoco sabía si estaba bien sugerir una nueva posición. Por el modo en que Jungkook continuaba tocándome entendí que no hacía falta ningún comentario.
Me habría gustado ver cuál era su mirada real y lo que había en ella, pero no me solté de él, justo como me lo pidió. Estando en el auge de la oscuridad sentí que creábamos un sentido de complicidad único, solo de los dos.
Fue acariciándome toda, exploró a tientas, aunque sabía dónde tocar. Me recogí las piernas de modo que mis rodillas quedaron alzadas por detrás de él y esto le permitió apretarme los muslos y tocarme hasta los tobillos. Bajó seductoramente mientras lanzaba jadeos suaves sobre mi cuello. El calor de sus espiraciones me picaba y por un momento quise retorcerme por esa ansia agobiante.
Lento, levantó la cabeza. Su cabello me dio una sedosa caricia por la mandíbula, mientras su lengua picante salía sobre mi piel para lamerme. En cuanto sentí su humedad me pasó electricidad por todo el cuerpo. Eran como chispas batiendo mi sangre. Sentí que todo mi riego sanguíneo aumentaba. Me dolieron los pechos, todos los músculos del cuello y la cara incluso. Aquello era solo sexo, sí, pero mi corazón insistía en unirlo con lo otro: el amor.
Los labios de Jungkook se acercaron inminentemente a los míos. Buscaba apoderarse de ellos para besarme y yo me giré, de forma que terminó besándome en la mejilla.
Ocurrieron varios instantes de silencio, aunque mi cuerpo temblaba.
-¿Por qué no quieres que te bese? -Le escuché preguntar.
Dios, ¿la voz de alguien puede afectarte así?
Aquello me inspiraba la mayor fascinación.
-Bueno, recordé que bebí, así que supongo que me huele la boca-dije, no muy segura.
Casi pude ver su cara de circunstancias en la oscuridad.
-Eso no me importa -ironizó-. Además, solo hueles a alcohol. No me desagrada.
Creí detectar algo de rectificación en sus palabras, como si se hubiera puesto a pensar que no estaba lista para tener relaciones, a lo mejor por mis dudas acerca de besarnos en la boca. Pero me iba a morir de la pena si le dejaba un mal recuerdo de esa noche. Los olores de mi boca serían una mezcla de licor, azúcar y colines. Se me había hecho un hábito siempre estar limpia cuando teníamos sexo, pero me dio temor que por mis manías ya no quisiera tocarme más.
-No estoy borracha -aseguré.
-Eso ya lo dijiste.
-Quiero decir que no estás aprovechándote de mí -contorneé una mano y fui entretejiendo su pelo con mis dedos-. Estoy en mis cabales y quiero esto... Siempre estoy lista para entregarme a ti.
Una emoción iridiscente emergió de sus ojos al escucharme. Los puntitos parecieron cambiar de color. No me sentí avergonzada de hablar tan claramente.
-¿Has soñado conmigo, Lalisa?
Era una pregunta, tal vez motivada por mi sinceridad y, nada más expresarla, entonces sí que sentí todo el rostro enrojecido.
-Sí -confesé.
Jungkook me habló cara a cara, pero me acarició las rodillas y luego, al llegar a mis muslos, metió la mano entre mis piernas y me apretó una cara interna.
-¿Muchas noches?
Desde hacía minutos estaba mojada. Aquel estímulo me humedeció más. Su mano quedaba tan cerca de mi zona central.
-Sí... -estragué, emitiendo un quejido muy bajito.
-¿Y cuándo pensabas venir a mí otra vez?
Aguardé por unos instantes, sin saber cómo responder. Me negaba a mencionar lo último que hablamos o, mejor dicho, mi última gran revelación. Esa noche había sido tan dura que sentía que mis ojos se contenían de llanto por recordar.
Alejé ese último jirón de pensamientos. No podía ponerme sentimental y cachonda a la misma vez.
-El día que tú quisieras.
No era un engaño. Sabía que, si Jungkook me hubiera dicho que nos viéramos como siempre, yo habría ido sin pensármelo demasiado.
-Pero no haces esto por mí -Noté la contrariedad serpenteando en su tono-. Lo haces porque es lo que quieres.
Tenía toda la razón.
-Sí -susurré.
Ser sincera era tan fácil con él, a fin de cuentas.
Cada vez que estaba con Jungkook, el suelo parecía reblandecerse, me sentía en riesgo de morir en vida, pero jamás moría.
Después de las negativas absurdas, puso su boca pequeña en la mía y nos besamos. Me dejé invadir al tanto que entrelazaba mi lengua con la suya. Fue un beso apasionado, e internamente lo esperé luego del punto de inflexión donde nos interné la última noche. Para ser sinceros, habría querido no sentir nada, que no me despertara nada dentro de mí, no obstante, todas mis terminaciones nerviosas se tornaron extra sensibles con ese beso.
Lo cierto es que da algo de miedo pensar en la ligereza de las emociones y cómo estas nos doblegan. Me sentí en una caldera de doblegamiento, hecha para Jungkook y lo que él quisiera hacerme. Aun así, me dejé hacer, respondí a todas sus caricias.
A oscuras seguía siendo un ambiente singular para tener sexo, pero no parecía necesitar ningún estímulo visual ya que era capaz de sentir todo. Era capaz de enfocarme en los otros sentidos, en cómo Jungkook posaba sus manos en el hueso de mis caderas posesivamente para apretarme y en su garganta ronca de deseo que emitía algo parecido a música cuando se inclinaba a mi cuello, en una entrega de besos húmedos, pausados y vigorosos que nos encendieron muchísimo.
En el sexo, había aprendido, mucha gente maneja un orden que establece lo que se debe desear o no, sin embargo, la mayoría de las veces no estamos listos para lo que la vida nos prepara. Enrollarme con Jungkook era una de esas cosas que nunca me pasaron por la mente, pero ahí estaba, dejándole que me metiera mano mientras caía muy profundo en su embrujo de hombre.
-Ya estás mojada, ¿verdad? -susurró en la distensión de mis pensamientos-. Siempre sabes entregarte toda, Lisa... -Gemí cuando me chupó la zona clavicular-. Me pones mucho.
-Házmelo, por favor -repetí, más deseosa, apretándole el cogote donde el espesor de su cabello me hizo cosquillas.
El momento era tan especial, era como si en el cobijo de la oscuridad cada milímetro de nuestros cuerpos creara magia.
Estuve tan encantada que pensé en decirle que no necesitaba estar enamorado de mí o decirme que yo era la única y la indicada. Lo quería tanto que solo me importó momentáneamente ser suya. Es lo que hace la excitación: te nubla todos los pensamientos y te mete en un sitio cóncavo en el que se apiñan todas las perversiones.
-Desnúdame -pidió con una voz que prometía ser licenciosa.
Para entonces, no supe qué fue lo que me hizo levantarle la camisa con tantos tumbos, si la ingesta del alcohol o la excitación. Es curioso cómo esos dos términos se parecen tanto porque te quitan el control de ti mismo.
Ya no llevaba la cazadora. Me sentí desesperada al subir la tela por detrás, sacando primero su cabeza y enseguida jalando de sus mangas hacia mí para liberar sus brazos. Jungkook quedó desnudo en la oscuridad y a pesar de ella observé su tono claro contrastando entre las sombras, incluso noté los trazos de su tatuaje. Se vio sexy, con el pelo desenfadado. Era una imagen átona todavía, pero suficiente para predisponerme un poquito más.
Deslicé los dedos por el trazo de tinta y él se contuvo el aire. Hizo la cabeza hacia arriba, arrojando un suspiro. Supuse que era todo sensaciones como yo. Intentar refrenarlo era un propósito que fallaría.
Respondió a mis caricias divinamente. Por donde quiera que mis dedos fuesen, sentí cómo su piel se estremecía. Yo parecía imitarlo, estremecida igual que él.
Lidiamos un duelo mientras respiramos fuerte y rápido. Perseguí la estela de sus ojos que bajó de nuevo para ubicar mi rostro. Tal vez fuera una ventaja estar sin las luces prendidas. Seguro que mi expresión debía ser desconcertante al volverme loca por él.
-Extrañaba que me tocases así -dijo.
La garganta me malhirió por lo seca que estuvo de pronto. Tragué y me dolió al hacerlo. La excitación y la deshidratación en conjunto me estaban afectando.
Debajo de Jungkook, me imaginé que me hacía el amor de la manera que me encantaba. Imaginé sus manos apretándome.
-Quítate la parte de abajo -exigió-, pero déjate la blusa.
Su peso me abandonó durante unos instantes, así que mis dedos se alejaron de su torso lentamente. Se levantó para desajustar el botón de los jeans y bajarse la bragueta. Descifré que se deshacía de los pantalones hasta que reparé que yo debía hacer lo mismo.
Le quité los tres botoncillos que servían como cierre y, aprovechando que aún tenía las rodillas recogidas, me contorsioné para salir de los pantalones. Por accidente me rocé la vulva por encima de las bragas, provocándome una estimulación, pero estiré un brazo para tirarlos en el suelo. Estoy segura de que no reaccioné de ninguna forma, pero la figura de Jungkook se quedó inmóvil mientras me examinaba, como interesado en lo que estaba haciendo.
Apreté las rodillas, una contra la otra, y mantuve el aire en mis pulmones. A saber por qué quería guardar tanto silencio, pero temía que cualquier movimiento delatase lo ocurrido, sobre todo porque Jungkook volvió a acercarse a la cama y pareció estudiarme mediante ciertos vislumbres de luz que rebotaban hacia la cama.
-Eso me toca a mí, cielo -advirtió, divertido.
No puedo explicar lo dulce que se sentían sus apodos a mis oídos, pero me derretía, me hacía soñar.
Respingué cuando descubrí que una de sus manos había empezado a tocarme las bragas, desde la cinturilla hasta los pliegues que se formaban entre mis muslos. El contacto me sobresaltó, aunque hubiese imaginado que Jungkook me tocaría otra vez.
Me preguntaba si él imaginó que esa noche volveríamos a estar en esas condiciones. El pensamiento me atribuló mientras la intensidad de sus caricias en ese lugar subía.
-¿Sabías que acabaríamos así? -le pregunté, escaseando de autocontrol.
Mis piernas se abrieron para un mejor campo de acción. Estaba tan mojada y caliente. Toda su palma se extendió sobre mi clítoris henchido y resbaloso. Me quejé al sentirlo.
-No -sonaba honesto, puede que me estuviera engañando-. Pero siempre pienso que puedo follarte como te gusta. Eso quieres, ¿no?
Dios, sí.
Me estimuló el clítoris, de modo que me retorcí de placer. Su palma permaneció allí entre mis labios con su pulgar moviéndose en círculos por mi botón rosado; suave y despacio a un ritmo que se me antojó tortuoso.
Lo alcancé con una mano y toqué la tela de sus bóxers, buscando hasta que encontré su erección rogando por salir. En seguida sentí una capa de humedad traslucida en la tela. Toqué el glande, acto seguido moví el pulgar de arriba abajo por la ranura de la misma forma que Jungkook hacía sobre mi coño. Estaba muy duro.
-Joder, Lisa -exclamó profundamente a enronquecidos gemidos-. Siente cómo me pones. ¿Te gusta?
-Sí -murmuré, muy necesitada.
Los puntitos centelleantes se clavaron en mí, pero el grado de masturbación no cesó. Es más, comenzó a acelerar, así que pronto estuve demasiado sensible para soportar más tiempo.
Jungkook pareció saber que debía parar porque detuvo sus caricias en mi clítoris y bajó hacia mi entrada. Las sensaciones experimentadas en uno y otro lugar eran muy distintas, pero ambas me excitaban. Donde los dedos de Jungkook jugaban a entrar, presionando mi agujero, sabía que él quería meter otra cosa. No sé cuánto lo habría pensado, pero yo llevaba imaginando esa escena un montón de veces.
De repente, su otra mano me apretó los pechos, sobresaltándome. Me dio pequeños pellizcos en los pezones, endureciéndolos más. Para este punto todo me dolía y anhelaba luz para ver todas las expresiones de Jungkook.
Escuché sus gemidos aún bajos. Gentilmente me apartó la mano con la que lo masturbaba y dijo:
-Quiero penetrarte, hacerte mía.
Su voz sonó a presagio, se inclinó sobre mí y me besó en la frente, los ojos, la nariz y por último la boca, pero continuó haciendo amago de que me penetraría con los dedos. Alcé las caderas, abrí la boca por la maravillosa sensación. Jungkook me lamió la lengua y los labios, sin embargo, conforme jugaba con mi vagina manualmente, mis paredes se tensaron. La falta de práctica me preocupó. Aunque excitada, tuve cierta inseguridad.
Como si lo supiera, volvió a masturbarme la zona V con el pulgar, provocando otro chute más de excitación, y en cuanto gemí, cesó la atención en esa parte de mi ser, deslizó mis bragas fuera y me dejó desnuda de la cintura para abajo.
Sabía que él no podía verme, pero tenía tanta experiencia que me besó una última vez en la boca para subirse a la cama. Antes de hacerlo oí que caminaba hacia una mesita del cuarto, me imagino que buscaba el condón y, al hallarlo, regresó a la cama y se quitó los bóxers.
Se puso entre mis piernas y comenzó a abrirlas con el fin de meterse entre ellas para recostarse. Se recostó poco a poco sobre mi cuerpo, cuidando no aplastarme. Su piel ardía. Rehíce mi abrazo alrededor de su cabeza; en consecuencia, nuestros rostros se separaron a una distancia milimétrica. Jadeamos al unísono cuando su polla erecta me rozó el abdomen. Todavía no se había puesto el preservativo.
-Lisa -gimió.
Le besé los labios, se los mordí y tiré de ellos. Era tan rico sentirlo así.
A lo mejor deseaba darme más placer antes de entrar en mí porque metió una mano entre nuestros cuerpos y un dedo se asomó a mi vagina. El entrometimiento me tensó otra vez.
-Eh, Jungkook -murmuré a susurros malsonantes, chocando los dientes.
-¿Qué, cielo?
Tragué duro.
-Creo que me va a doler...
Sus caricias siguieron, aunque bajaron de velocidad. Fue casi un movimiento por inercia, las puntas de sus dedos presionaron mi humedad con un poco de vacilación.
-Esto..., ha pasado un tiempo desde que no... -ni siquiera pude terminar la frase pues me apenaba recordar el tiempo que estuvimos lejos, además del hecho de encontrarme tan inapropiada.
Me mordí un labio, esperando la reacción. De estar con las luces prendidas habría visto mejor su expresión mientras decidía qué hacer, aunque al final susurró amablemente, justo a mi oído:
-Te cuidaré. Si en algún momento sientes que es demasiado me lo dices.
-De acuerdo -coincidí.
Los nervios eran tantos que temí estar debutando en el sexo. Sentí el miedo, la emoción y hasta la confusión azorarme. Supongo que, en otros momentos, esto habría sido un factor determinante para pensar con la cabeza fría, pero me ilusioné con la idea de vivir una experiencia inolvidable.
Jungkook se incorporó y se puso el condón. Escuché el rompimiento del empaque, así que me llenó la confianza suficiente para saber que, pese a la oscuridad, me penetraría con protección.
Me abrió más las piernas, me subió un poco las caderas y se acomodó debajo de mí, todavía sin meterse, pero finalmente la punta empujó en mi entrada mientras su cuerpo bajaba hacia mi pecho.
-Oh, espera -pedí, dolorida.
Con las manos empuñadas, cerré los ojos, le estrujé el pelo. ¿Había pasado tanto tiempo para que me doliera así? Mi corazón perdió un latido, si es que eso era realizable.
-Dios -gemí y lo abracé desesperadamente-. Métela ya.
Jungkook apenas consiguió sostenerse, pero se metió hasta el fondo y yo volví a gritar. Entonces sí que lo sentí hasta el cuello del útero. La invasión era dolorosa, gemí su nombre y lo miré en las sombras. Admiré que estuviese tan mesurado después de eso, casi no hizo ningún ruido. Quizás estaba siendo lo más civil que podía para compadecerse de mi molestia.
Sosteniéndose en sus codos sobre la cama, me dio un beso en la nariz.
-Ya está dentro -dijo a modo de explicación, su voz fue un resuello de cualquier forma-. ¿Estás bien? ¿Puedes aguantar?
Durante unos breves momentos me obligué a acostumbrarme a la presencia de su pene. Le hinqué el diente por el cuello, quejándome, lo que le produjo un infinito placer. Aventó un sonoro rugido de excitación. No quería que creyera que me dolía demasiado, aunque esa era una justificación acertada. Realmente se trataba de un dolor ambivalente que me hizo desear más de inmediato.
-Estoy bien -dije, como fui capaz de hablar-. Sigue, por favor.
Obedeció mi ruego.
Cuando iba por la primera embestida, le abracé la cintura con los pies y me preparé para sentir el vaivén de su cuerpo sobre el mío. Aún me sentía muy apretada, pero se adueñó de mis paredes según me penetraba. Sentí que me rompía.
-Lisa -gimió cuando yo lancé otro gritito-. Te recordaba así de estrecha y mojada... Extrañaba esta sensación.
-Oh, Jungkook -farfullé, con su cuerpo encima me estaba costando incluso coger aire.
-Dime que te gusta...
-Me gusta -mascullé, poniéndome más floja.
Fue una cuestión de poco tiempo para que mi cuerpo se adaptase a su tamaño y grosor. Pareció reconocerlo y se unió con él al sentir ese deseo irresistible dispersarse en cascada por toda mi sangre.
Más que haberlo querido, siento que necesitaba que eso ocurriera.
Experimenté una sensación de bienestar prolongado mientras me embestía una y otra vez. Inició lento, como todavía haciendo todo lo posible por contenerse, luego incrementó la velocidad y la fuerza cuando entró hasta el fondo.
Me dio un beso ardiente en los labios y se separó de mi rostro. Si bien es tonto que lo pensara pues su expresión seguía siendo incierta, me dio la impresión de que quería decirme algo. Sé que me miraba a los ojos y que tenía la mira clavada en mi rostro difuso. Estábamos tan a oscuras que seguramente pensaba que me veía a través de una lente velada. Me pregunté cuáles eran sus emociones, si siquiera sentía otra cosa aparte de placer.
Abrazada a su cuello, en cambio, me atreví a abrirme más, de modo que sus penetraciones ganasen ritmo. Oí el choque de su pelvis al golpear mi centro.
Debía de sentirme defraudada de mí misma, ¿no? Había hecho falta un momento a solas para acabar así y, sin embargo, continué creyendo que el mundo había conspirado a mi favor cuando Jungkook me follaba.
Salió de mí y se agarró el miembro. Sentí su carne caliente y húmeda acariciándome los labios vaginales y el clítoris muy suave mientras se inclinaba a mi cuello, jadeando ya que el contacto íntimo lo estremecía como a mí.
Qué caliente. Me dio placer con esa estimulación. La epifanía de sentirme realizada me golpeó. Su glande se resbalaba por mis labios dilatados y a forma de juego intentaba entrar en mi vagina. Mi interior se adaptó inmediatamente cuando metió la punta, aunque el dolor quisiera aparecer otra vez. Amaba cómo me lo hacía. Su miembro estaba más duro que instantes atrás. Qué genial me supo que estuviese así por mí.
-Más -exigí a cuentagotas, queriendo desvanecer las sombras del cuarto-. Mmh... Jungkook..., apriétame...
Introdujo el pene hasta topar con el fondo y mi garganta se abrió en otro grito placentero. Poco después fui sujetada del cuello por una de sus manos. Enfocó la fuerza en el pulgar y el índice para generar más presión. Al sentir que me apretaba, las sensaciones se multiplicaron. Era real que había una línea delgada entre el placer y el dolor, me transporté en ambos polos con mucha facilidad. Supongo que debía fijar un tiempo límite para seguridad de los dos, pero me pareció tan innecesario.
-Oh, Dios -sollocé, apretándole de los cabellos-. Fóllame rápido, por favor.
Él sabía que me gustaba cómo me besaba y acariciaba, y creo que nunca le había dicho cómo de bueno era el sexo con él, pero el hecho de que le pidiera que me follara rápido dejaba poco espacio para las palabras. Jungkook no necesitaba confirmaciones de mi parte. Sabía muy bien cómo complacerme y que al mismo tiempo compartiéramos placer.
Atendió mis ruegos como si le estuviera insistiendo. Comprendí su actitud. Yo misma no lo soportaba.
-Es tan sexy cuando me pides eso... -susurró hasta inclinarse, su mano siguió ejerciendo presión, pero alteró besos y mordiscos en la base de mi cuello.
Sentí que el oxígeno no alcanzaba a llenar mis pulmones ante tal vorágine sexual.
-Jungkook... -no trataba de formar una frase coherente, ni siquiera quería decir algo en concreto-. Jungkook...
-¿Estás bien?
Pensé en decirle algo osado sin saber el motivo, como que aún sentía amor por él. Hasta pensé en el tono modoso en que le diría 《te quiero》, pero aquello no tenía ningún sentido. ¡No seas estúpida!, me dije. ¿Por qué pensaba en arruinarlo? Era la emoción traicionera en el peor momento. Debía mantener mis demonios a raya si no quería sufrir.
-Sí, estoy bien -mentí, lentamente-. Solo quiero sentirte llegar...
-¿Eso quieres de verdad? -inquirió animado por alguna nota de esperanza en su voz.
-Sí.
-No falta mucho, cielo.
Sus palabras fueron una conjura que se cumplió pronto.
El preliminar había sido tan bueno que todo fue demasiado para soportarlo más. Me dio unas embestidas bruscas y fuertes hasta que exclamó un alarido de placer cuando se vino. Fui un poco más silenciosa al llegar al orgasmo, pero imagino que mi expresión debió ser un poema.
Al mar de los delirios, Jungkook recostó todo el peso de su cuerpo sobre el mío sin importar nada. Percibí la humedad provocada por su sudor que se mezclaba con el mío. Nuestros corazones latían con rapidez, golpeándose uno con el otro. La aplicación de fuerza en mi cuello desapareció, sin embargo, sentí cierto hormigueo en ese mapa erógeno de mi ser. Literalmente todo mi cuerpo estaba sensible por las caricias de Jungkook.
Escuché el aire entrar por la ventana del cuarto, entró para refrescar el éxtasis que formamos. Me sonreí. Se podía ser así de feliz en un solo momento.
Con el cuerpo satisfecho, los vacíos de mi ser fueron rellenados por muchas emociones que se aglutinaron y se volcaron en una realidad que hubiera preferido no recordar que estaba ahí. Aunque hubiésemos tenidos sexo, las cosas entre Jungkook y yo no habían cambiado. Debía parecerme evidente que así era, pero el sentimiento que ligó a esta realidad me desanimó a las primeras de cambio.
Me puse a alucinar durante aquella conversación silenciosa que teníamos justo después de haberme hecho el amor. Al menos yo todavía quería decirle que guardaba cariño para él incluso si era inútil.
Igual sentí la noche iluminada, fue como si hubiera subido al firmamento. Era verdad que me seguía hiriendo la no correspondencia de Jungkook, y supuse que todo tendría un fin más tarde que temprano, pero disfruté ese instante, cada cosa. Las horas pasaban mejor entre sus brazos.
-¿En realidad soy tu última opción?
El sexo me dejó un pelín adormilada (más bien, muchísimo, además de relajada por el alcohol), sin embargo, estaba segura de que todavía no me había puesto soñar. No estaba soñando que Jungkook me preguntaba algo, pero me costó seguirlo.
-¿De qué hablas? -pregunté muy bajamente.
-Cuando me pediste ayuda con el dinero.
Estaba tan mojada que apenas sentí que Jungkook salía de mí e incorporaba la parte superior del cuerpo, por lo que supe que me observaba a la cara.
Tardé en entender a qué se refería. Tenía que conectar una idea con otra. Claro, quería que le aclarase esa explicación que le di cuando le llamé hace unas horas, y de todos modos creí que tocar el tema era derrochar energía.
-No quería molestarte -bostecé.
Ahora no me importó tanto hacerme la remolona. Estaba muy cansada. Deseaba dormir. Dioses, me entró el sueño y bostecé una segunda vez sin poder evitarlo. Mamá iba a estar cabreadísima si no le avisaba que llegaría más tarde de lo previsto.
-¿Por qué me molestaría ayudarte? -preguntó.
Me puse a pensar dónde me dejé el móvil, pero ni un amago me salió para buscarlo, preferí estar echada entre los brazos de Jungkook, quien se había separado de mí después de todo.
Tomada y saciada, no estaba muy por la labor de callarme por lo mismo, y Jungkook pareció tomar ventaja de eso. En el fondo sabía que estaba aprovechándose de mí.
-No es lo que acordamos -susurré.
Su sombra negra se aquietó mientras me miraba.
-¿Y qué acordamos, según tú?
Mi cuerpo entró en tal confort que luego de resoplar, empecé a reírme de forma estúpida con los ojos cerrados.
-Follar.
Supongo que era burdo emplear esa palabra, pero no se me ocurrió nada más pertinente.
-Así que puedes decirme abiertamente que te folle, pero no que te ayude con un problema porque no quieres molestarme -aparentaba estar indignado, así que fruncí el ceño en medio de mi nebulosa, abriendo los ojos.
-¿Estás molesto porque no quiero molestarte?
En el sentido literal, aquello me pareció una incongruencia. Le quería privar de todo dilema para no enrollarlo, ¿y él, contrario a agradecerlo, me reprochaba?
-No estoy molesto -dijo, pero su tono rayó en lo seco.
Seguí sin pillar lo que le ocurría. El sexo fue increíble.
Decidí improvisar.
-Lo pasamos bien, ¿a que sí? -aunque estaba segura de que era cierto, lo dudé por un segundo.
-Eso está fuera de discusión.
Fruncí más el ceño. ¿De verdad estábamos discutiendo? No quería discutir. Lo habíamos dejado en el pasado, eso de tratarnos como enemigos. Sorprendentemente me pregunté si hice algo malo. Antes, Jungkook había deseado que estuviéramos en esa situación y de repente estaba caldeándose por algo que no sabía.
-¿Por qué quieres discutir exactamente?
-Porque tenemos que hablar -parecía no hacerle mucha gracia hablar de lo que fuera que estuviera pensando.
Se levantó, echando el cuerpo para atrás, y entonces encendió una de las luces del cuarto, la principal. Ceñí los ojos por el filtro de luz; de estar tan a oscuras mi vista se tildó, pero parpadeé para entrar en el clima del cuarto. Sí que era cierto que prefería la oscuridad, me sentía más segura en el anonimato de las sombras. La luz era molesta y, a medida que todo se llenaba de claridad, yo comprendí menos por qué Jungkook me examinaba tan agriamente.
Me puse en guardia al fin. Me aseguré de cuidar mis partes pudorosas cuando me senté en la cama, parpadeando cada dos por tres.
-Quiero que me lo digas, Lisa -habló antes de que yo pudiera conjeturar alguna cosa, poniéndose el bóxer.
-Pero ¿el qué? -exclamé, confusa-. ¿El qué quieres que te diga?
-Por qué estás diferente.
Nerviosa, hice una negación.
-No lo estoy.
-¿Te causa mucho conflicto implicarme en tu vida? Es imposible que no me preocupe por ti -dijo vehementemente.
-Jungkook... -quise pararlo pues me daba que ni él mismo sabía qué decir y tampoco trataba que me dijera algo de lo que se arrepentiría.
-Ni siquiera tienes por qué devolverme el dinero, si es tan difícil para ti.
-No, claro que no. Te lo regresaré en cuanto pueda -respondí, decidida.
-Eres... -exhaló y se guardó cualquier acritud en la garganta-. ¿Es tan inaceptable para ti que quiera darte dinero?
-Sí, no me siento cómoda, a menos que sea una prostituta.
La palabra brotó de mí con más facilidad de la que creí. De repente me sentí así, como una chica que se había vendido al mejor cliente. De pronto sentí mucha soledad ante la frialdad de Jungkook. Cuando llegara a casa, no podría contarle a nadie lo que había pasado ni cómo me había sentido esa noche. Tendría que mentirles a todos e incluso inventarme una vida paralela para explicar por qué hacía cosas que antes no hacía.
En realidad, no fue una perspectiva tan errónea pensar que era una puta, ¿verdad? Nunca me había sentido así, pero ahora parecía que había actuado por un favor y como una chica que vendía su cuerpo a cambio de un beneficio económico.
Quién me iba a decir que acabaría pensando así de mí misma.
-No lo eres, y lo sabes -murmuró él, bastante tenso.
Me pregunté si Jungkook estaba considerando haberme ofendido de manera indirecta. Era justo decir que había provocado que me sintiera mal conmigo misma. La discusión había ido a un punto peligroso.
-No lo sé -decidí hablar con malicia-. ¿Te molestaría también que lo fuera?
-¡Maldición, Lisa! -exasperado por fin, como seguramente esperó no estar, me señaló con un dedo-. No juegues conmigo. Te lo advertí.
-¡Eres tú quien está jugando! -grité, mi corazón exultándose por cientos de emociones contradictorias-. Me estás tratando como si hubiera hecho algo terrible.
-Soy yo quien lo ha hecho -su mirada recalcó mucho sufrimiento de la nada.
De nuevo, me costó creer que hubiese cambiado tanto después de compartir conmigo un momento tan especial. Lo sentí llegar conmigo y no había parecido que sintiera ninguna queja.
Me le quedé viendo muy temerosamente.
-Escucha, no entiendo nada. ¿Esto es por haberme enamorado de ti?
Entonces di con el clavo una vez que la idea echó raíces en mi cabeza. Eso debía ser, me convencí, por eso no había sabido controlarse más tiempo...; tragué muy duro al reconocerme diciéndole lo obvio, que mi enamoramiento era real. No imaginaba que fuera a hablar de ello. Vamos, imaginaba que los dos íbamos a hacer como si nunca me hubiera confesado, incluso si se trataba de algo peor.
Volví a tragar.
-¿Estás así porque rebasé esa línea?
-No me trates como si fueras una persona amable -endureció la voz.
Vi su pecho moverse con perturbación.
-¿Qué tratas de decir con eso?
-Que siempre has sido muy clara e insolente con tus modos de pensar, así que no tienes por qué aparentar conmigo -calló, imaginé que esperaba una réplica enojada de mi boca, pero estuve en shock-. Pero sí, dijiste que estabas enamorada.
-¿Y qué quieres que te diga? -solté mucho aire cuando terminé la pregunta y me mordí los labios-. Ni siquiera yo lo esperaba, entonces no trates de exigirme que te diga por qué me siento así. ¡No me pidas razones! ¿Acaso puedes culparme?
-Ninguno tiene la culpa de eso -dijo sin emoción.
-Y, sin embargo, me tratas así, como si fuera la culpable.
-Pensé que cambiarías de parecer.
Me quedé helada. Era cierto que pensaba que mágicamente mis sentimientos se detendrían, lo supe por su expresión de indolencia al mirarme.
Me entraron las ganas de llorar. Aunque no era un rechazo formal, con sus deseos de haberme querido olvidando ese amor me insinuaba a las claras que no quería tener esa conexión conmigo.
¡Qué estúpida fui creyendo que sentía igual que yo!
Se lamentaba de que fuera así...
Fue impactante lo que esto me causó, pero supuse que este mismo sentimiento de desamor era parecido al que otros habían sentido por mi culpa. Había rechazado a algunos, ahora me tocaba ser a quien rechazan. La vida es una ruleta, ¿no?
Por más que me embargara la tristeza, al final me escuché hablando con mucho reproche.
-Cierto, olvidaba que tú puedes dejar ir a las personas así tan fácil -dije.
Jungkook me miró ceñudo, como si mis palabras no tuvieran sentido.
-No, no puedo.
-¡Eres un embustero! -grité al punto del quiebre, abrazándome con todas mis fuerzas mientras me recogía las rodillas-. Mucho tiempo me hiciste pensar que me odiabas y de pronto querías que estuviera contigo.
-Sí, ¿no lo entiendes? Por eso lo siento tanto -me miró como si todas las piezas del puzle hubieran encajado, aunque yo permanecí perturbada-. Me convertí en lo que tanto desprecié..., soy capaz de tomar consciencia de esto hasta hoy -sobresaltado, desde lejos me entregó una expresión de horror rotundo-. Saber que sientes eso por mí me pesa más porque comprueba más el hecho de que has sido solo una víctima.
El llamarme una víctima era gravemente serio, pero no entendía todo el contexto de manera clara, así que le di un semblante que buscaba explicaciones. De haber podido hacerlo le habría preguntado con la voz por qué me estaba perturbando tanto, pero solo abrí mucho la boca, sin alcanzar a verbalizar una palabra siquiera.
Jungkook expiró con pesadez. Sus ojos amarronados se fijaron en los míos con condescendencia.
-Te metí a algo que no debía suceder -explicó en un susurro-. Te busqué, te acosé, te dije cosas que jamás debí haberte dicho y de alguna manera te obligué a hacer cosas que nunca te habrías imaginado. Eso no está bien. Lo lamento tanto.
Algo se asentó en mi cabeza, y no supe qué era, pero fue como si mi cerebro hubiera comenzado a funcionar otra vez.
Imaginé que meses atrás esa versión que Jungkook me daba habría sido muy convincente para detener esa atracción erótica entre nosotros. Desde el principio se trató de un deseo prohibido, y aunque puse muchas pegas para madurarlo, inevitablemente me vi potenciada por el deseo y la necedad de ceder a ese reto propuesto: alcanzar algo difícil de tener.
El profesor siempre significó un hueso duro de roer, normal que ser de su simpatía fuera algo tan importante para muchos. Tal vez yo me dejé influenciar por esa consigna, la de probar lo prohibido.
Esto debía bastar para que la sensatez allanara mi cabeza por fin, pero me encontré con el corazón roto, y un corazón roto era tan doloroso como una extremidad rota. Imposible hacer que nada pasaba. El dolor se situaba ahí, evidenciando que existía porque realmente estaba enamorada.
El hecho era que Jungkook no lo hacía, no estaba enamorado de mí.
-Así que eso es todo -tampoco sabía cuáles eran mis ideas con este comentario tan concluyente, solo sentí que estaba ante el augurio de un final cercano.
-Sí -contestó.
Me habría gustado que su respuesta hubiera sido más larga y romántica, pero ese "sí" me estremeció todo el cuerpo debido a su trasfondo.
No había más.
Lo que pudo haber ya no había.
Entonces sí que sentí un nudo en la garganta.
-¿No te parece que es tarde para sentirte culpable? -lo miré con débil determinación, esperanzada a que me había dicho todo eso solo para sacárselo del pecho.
-No demasiado cuando hablamos de tu bien -su murmullo fue pesaroso-. No he hecho las cosas bien contigo. Ni tú ni nadie merece ser víctima de una situación como esta. Perdóname por esto.
¿Por qué no me pedía perdón, en su lugar, por cometer un error al no decirme nada esa noche? A lo mejor entonces aceptaría más que debía sentir vergüenza de mis sentimientos. Lo que me dio más tristeza es que no podía sentirme menos enamorada. Ojalá pudiera..., creo que el primer error lo cometí yo cuando permití que el profesor me tocara.
Saberme enamorada hacía que todo fuera mucho peor. Sentí los ojos llorosos, pero las lágrimas no acudieron. No derramé llanto.
Todo fue tan surreal. Me negaba a creer que en esa misma cama donde me sentía tan martirizada ahora, hacía unos minutos me hubiese sentido la mujer más plena del mundo. Consistía en una farsa, pero no supe qué quería negar, si haberme sentido esa mujer o negar que me dolía tanto el corazón.
Ninguno comentó nada por un rato, sin embargo, los dos estuvimos empantanados de cosas en la mente que probablemente no nos atreviéramos a decir.
-Te llevaré a casa -dijo tras ese silencio.
¿Qué le iba a contestar?, ¿que me permitiera estar allí pese a la interferencia que se había generado entre nosotros? Ahora no sería esa chica que le rogó casi una vez que le diera permiso para quedarse.
Mi amor era peligroso y él temía quemarse con él.

✿ღ✿

Hola! La siguiente parte será una breve narración de la perspectiva de jk a pedido de algunos, esto para que comprendan mejor lo que él siente ♡ seguramente algunos no le quieren ya después de hacerle esto a Lisa, y con justa razón, peeero, recuerden que siempre hay otra versión de la historia 👀

Beso Escarlata 18+ (Spin off)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora