1. "Contra el reloj de arena"

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Navidad es una época para reflexionar por muchas razones.

La primera de esas razones es porque solo los que beben y son niños parecen disfrutar de verdad. Si no eres uno de ellos, te verás como yo, cumpliendo más una obligación que cumpliendo un deseo.

La última Nochebuena, mis primos y yo lo pasamos complotando acerca de cómo independizarnos todos de nuestras familias. Estas tiraban del cordón que los unía a nosotros y estallaban en chantajes emocionales ante cualquier intento de independencia. Teníamos padres manipuladores y a veces sin sentido del ridículo.

En lo que convenía expresamente a los míos, diría que no podía quejarme tanto. Después de todo, ellos me impulsaron a ser quien soy, sin importar las múltiples exigencias a las que me sometieron a lo largo de mis veintiún años.

Con sus excepciones, mis padres eran buenos, pero mamá no se cansó de decirme previo a la cena que me veía más "repuestita" y que, al paso que llevaba, ningún entrenamiento ni dieta chupa huesos iba a servirme para estar delgada y guapa para los chicos. Madre esperaba que me casase antes de los veinticinco. Si supiera que no tenía ningún candidato ni ganas para comprometerme así.

La segunda razón por la que las Navidades inducen a la reflexión es porque es tiempo de enfrentarte con la realidad de que no todos los que quieres están cerca.

Unos meses para atrás, mi hermanastra Jisoo había volado a fin de un intercambio estudiantil. De momento radicaba en Chicago y me hacía mucha falta. El hecho de que no iba a estar con nosotros me asolaba a más no poder. Necesitaba que estuviera allí, que usara su ingenio para distraerme de todas las sensaciones que había estado experimentando desde aquella mañana en el supermercado, sin embargo, las videollamadas compensaban un poco la distancia.

Ya entrada la Nochebuena (más bien, cuando ya era Navidad), aproveché para llamarla a pesar de las catorce horas de diferencia horaria que llevaba Corea del Sur por delante. Aullé en cuanto me cogió la videollamada y la deseé muy Feliz Navidad. Nosotras crecimos en una doctrina budista, pero habíamos aprendido a ver las épocas decembrinas como una fecha de rito.

Jisoo sonrió aún bocarriba sobre su cama.

—Feliz Navidad para ti también, hermana, aunque aquí falte para celebrar Nochebuena. Joder —acercó el rostro al teléfono, como para ver mejor—, te has cortado y teñido el pelo. ¿Por qué?

Se llamaba cerrar ciclos, algo muy de chicas.

Me había cortado el pelo en la víspera de Nochebuena y teñido al estilo underlights o bicolor. Ahora era una morena con mechones rubios en la parte interior.

—Estaba harta de ese estilo —en parte era cierto, pero entonces estaba sufriendo los estragos debido al tiempo restante del invierno—. ¿Cómo estás? ¿Tu roomie está por allí?

—No —respondió, quitando el modo selfi para que arrojara un vistazo al apartamento.

Dentro el día no figuraba haber llegado aún, el sol se ocultaba por las persianas. A veces sentía que mi hermana se había ido para esconderse de toda forma de vida. El piso que arrendaba junto con su roomie dentro de la universidad llegaba a ser minúsculo en ocasiones. Su compañera de habitación había llegado al extremo de salir en busca de aire porque dentro se ahogaba.

Pude notar que Jisoo había tenido una noche de desvelo de aquellas. Su rostro ojeroso escapó de las sombras de la cama baja de su litera. Era evidente que habría querido prolongar su sueño. Me reí. Jisoo era una talentosa del estudio como yo, la alumna más sobresaliente de su curso, aunque la misma fascinación que ponía en los estudios la ponía en las series policiacas, haciéndose maratones de estas todas las noches. No por nada estudiaba derecho.

Beso Escarlata 18+ (Spin off)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora