Capítulo 4

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El viernes por la noche llegó a pasos agigantados, los alumnos no tardaron en aglomerarse en la sala del Cáliz, y Dumbledore ya se encontraba más que listo para nombrar a los campeones.

—¡El campeón de Durmstrang es Viktor Krum! –anunció Dumbledore con el pequeño trozo de pergamino quemado entre sus dedos–.

Aunque era algo de esperarse, la sala estalló en silbidos y aplausos para el búlgaro.

Susan Bones, a un lado de Aloïsia, tenía las mejillas al rojo vivo por estar tan cerca y a la vez tan lejos del que había llamado "el hombre de sus sueños", es decir, Viktor.

El buscador se levantó de su asiento, y abriéndose paso entre la gente, se dirigió a una habitación al fondo de la sala.

—¡La campeona de Beauxbatons es Fleur Delacour! –dijo Dumbledore–.

Con un grácil galope y entre los vitoreos y felicitaciones de la multitud, Fleur, imitando a Viktor, fue a la dichosa habitación al fondo de la sala.

Finalmente, llegó el momento de conocer cual sería el campeón de Hogwarts.

Aloïsia estaba nerviosa, dependiendo de quien fuera escogido, sería su salvación o su perdición. Desde pequeña había sido estúpidamente competitiva y detestaba perder, por lo que, si perdían, probablemente haría explotar el salón de pociones debido a la cólera.

Las llamas del cáliz expulsaron otro trozo de pergamino, el cual Dumbledore no tuvo problema en atrapar, y, acto seguido, dijo con voz fuerte y clara:

—¡El campeón de Hogwarts es Cedric Diggory!

Aloïsia, al igual que la mayoría de estudiantes de Hogwarts (sobre todo los Hufflepuff), se levantó de su asiento de un salto, aplaudiendo fervientemente y gritando palabras de apoyo.

Apenas conocía al joven Diggory, no habían intercambiado más palabras que en Herbología, la cual para sorpresa de algunos, el chico no comprendía del todo. Pero sabía que era un muchacho muy trabajador, además, de que era de los alumnos más notables del colegio y el más famoso dentro de su casa.

—¡Excelente!, ¡Ya tenemos a los tres campeones, pero al final solo uno pasará a la historia, solo uno levantará este Cáliz de los Campeones! –decía Dumbledore, mientras Barty Crouch colocaba un curioso objeto, cubierto con una tela andrajosa, detrás de él– ¡Esta vasija de la victoria!, ¡La Copa de los Tres Magos!

El "curioso objeto" fue descubierto, se trataba de aquella Copa de los Tres Magos, era de color plata oscuro, con agarraderas similares a dragones, y con un contenido brillante como una estrella de color azul claro.

De la nada, el cáliz escupió otro trocito de pergamino.

Dumbledore lo tomó y notablemente confundido, lo leyó:

—Harry Potter.

Al ver el silencio en la sala, Dumbledore lo volvió a llamar bastante furioso, como si fuera un prisionero de Azkaban que acababa de huir.

El chico finalmente se levantó, y visiblemente confundido e incluso se podría decir asustado, avanzó.

Todos lo miraban despectivamente, inclusive sus amigos.

Lo único que Aloïsia se preguntaba, era como había conseguido meter su nombre en el cáliz teniendo apenas catorce años, pues por lo que había visto, el conjuro que Dumbledore le había lanzado al cáliz no era poca cosa.

En cuanto Harry abandonó la sala, al instante todo se llenó de murmullos, cuchicheos y graves acusaciones, las cuales Dumbledore había ignorado olímpicamente al igual que el resto de profesores, y luego de exclamar un casi desesperado: «¡Todo mundo a la cama!». Prácticamente se echó a correr a la sala por la que los campeones habían ido, en compañía del resto de profesores.

Electric Love | George WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora