Capítulo 3

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—Tomen la pluma, sumérjanla en tinta y escriban "No debo incumplir las normas de convivencia del colegio, debo respetar la seguridad e higiene de la institución" y en mayúsculas "No debo faltarle el respeto a la institución", y quiero que escriban dos pergaminos enteros con esas oraciones –indicó McGonagall–.

De mala gana, ambos estudiantes comenzaron a escribir.

Ellos eran inocentes, Ron era quien debía estar siendo castigado.

De camino al castigo, Hermione había delatado a su amigo.

En palabras de la castaña, Ron estaba muy enojado y había actuado sin pensar, había confundido a George con Fred, y su plan inicial, era que McGonagall creyera que ambos se estaban enrollando, y que así, estuvieran castigados el tiempo suficiente como para que uno de los gemelos se perdiera la selección del Cáliz de Fuego, pues si uno no se presentaba el otro tampoco lo haría.

La selección del Cáliz de Fuego era una de las cosas que los gemelos más anhelaban hacer en el momento, y que no solo se perdieran la selección, sino también la oportunidad de probar sus pociones Envejecedoras, le sonaba a una venganza justa por lo de su escoba.

Desgraciadamente, Aloïsia había terminado metida en todo ese asunto al estar en el lugar equivocado en el momento equivocado, pues el pequeño Weasley simplemente había tomado a la chica más bonita que pasara por el pasillo para encerrarla junto a su hermano.

—Profesora McGonagall, le juro que... –intentó explicarse nuevamente la rubia, aunque, como siempre, fue interrumpida por la profesora–.

—No quiero excusas Williams, me decepciona mucho esta actitud de usted, es la primera vez que es castigada en años, y es por una cosa como esta –dijo McGonagall, haciendo bufar levemente a la menor–.

George, por su parte, solo podía reír silenciosamente a su lado, no podía creer que ese fuera su primer castigo, que aburrida debía ser su vida entonces, aunque, era ciertamente adorable verla frustrada o enojada cuando McGonagall se negaba a escucharla, su rostro era tan lindo que simplemente era imposible afearlo, no importaba que expresiones pusiera.

Las horas pasaban a una velocidad tortuosamente lenta, las manos de Aloïsia comenzaban a acalambrarse, haciendo que parara de escribir cada tanto para poder estirarse, no obstante, George, que apenas iba a la mitad del primer pergamino, quien sabe por qué, había decidido escribir a una velocidad exorbitantemente lenta.

—¡Profesora McGonagall! –gritó Lee Jordan irrumpiendo de la nada en la habitación– ¡Profesora McGonagall, unos Slitherin entraron al salón de pociones y están robando los suministros!

—Señor Lee, eso es un problema del profesor Snape –respondió la bruja, sin moverse del escritorio–.

—El profesor Snape no se encuentra, y el profesor Dumbledore está rondando por el pasillo.

McGonagall pasó la mirada nerviosa entre Aloïsia, George y Jordan, contemplando si confiar o no, pues no sería la primera vez que los alumnos le tendían una trampa del estilo para escapar de un castigo, pero no podía arriesgarse, no podía permitir que Dumbledore tuviera esa imagen de los alumnos, sin importar a que casa pertenecieran.

—Más les vale que no se muevan, volveré antes de que alguno de ustedes siquiera parpadee –amenazó la bruja, saliendo rápidamente del aula–.

George contó hasta tres, que fue cuando los pasos de McGonagall dejaron de escucharse, para levantarse de su silla.

—Gracias Lee, te debo pastillas de fiebre –dijo George dándole unos golpes en el hombro a su amigo–.

—De hecho, me debes eso y una cerveza de mantequilla.

—¿A dónde van? –preguntó confundida la rubia–.

—A cualquier lugar menos a este castigo –respondió George. Con un rápido movimiento de varita sobre la pluma con la que antes estaba escribiendo, la misma comenzó a escribir rápidamente por su cuenta, imitando la acción con la pluma de Aloïsia–.

—Apresúrense, hoy es último día para poner su nombre en el cáliz –dijo Lee jugando con la corbata de su uniforme–.

El pelirrojo se apresuró a tomar a Aloïsia por los hombros, arrastrándola con ellos fuera del salón.

—Rápido, rápido, o Fred va a matarme –le apresuró el más alto, apresurando el paso–.

Aloïsia intentaba con todas sus fuerzas no caer de bruces al suelo, no solo porque un paso de George era equivalente a tres suyos, sino también debido a su enorme nerviosismo. George nunca había notado su existencia, jamás, y que de la nada lo hiciera, simplemente hacía que su cabeza diera vueltas y su rostro enrojeciera.

—¿Vas a participar del torneo? –preguntó Aloïsia intentando disipar sus nervios mientras era arrastrada por todo Hogwarts–.

—Por supuesto. Si nos seleccionan –aclaró el pelirrojo–.

—¿Y... No te da miedo? –sabía que George era un mago poderoso, no por nada estaba a punto de pasar a último año, pero se enfrentaría a los mejores de los mejores, inclusive a personas que habían recibido entrenamiento previo para ganar el torneo, y no podía evitar preocuparse–.

El pelirrojo rio estruendosamente antes de responder.

—¿Por qué me daría miedo un simple torneo?

—Bueno, no es cualquier torneo, puedes morir y nadie se hará responsable.

—Nada es peligroso si eres lo suficientemente valiente. ¡Freddie! –exclamó el pelirrojo yendo hacia su hermano–.

—¿Qué estabas haciendo? Llevo horas esperándote aquí. Tengo las pociones –dijo Fred sacudiendo con emoción los frascos en sus manos–.

—¡Genial! –se abstuvo a decir George tomando una de las pociones– de nada, Williams, espero verte luego –finalizó el pelirrojo entrando a la habitación del Cáliz de Fuego junto a su gemelo–.

El corazón de la rubia no tardó en acelerarse, a duras penas logrando contener exitosamente el posible sonrojo en sus mejillas.

George ahora sabía su nombre.

Los gemelos hicieron su entrada triunfal, recibiendo aplausos y vitoreos del resto de estudiantes, expectantes por la próxima travesura de los gemelos.

Ambos Weasley bebieron la poción y de un salto se adentraron dentro de la línea, en un principio, sin ninguna respuesta agresiva de parte del círculo, haciendo que las manos de Aloïsia comenzaran a sudar, y en cuanto los nombres de los gemelos estuvieron dentro del Cáliz su corazón se detuvo.

No quería que participaran, claro que no quería, pero no era absolutamente nadie para impedirlo. ¡Apenas y sabían quien era!

De la nada, el Cáliz sacó por los aires tanto a los gemelos como a los nombres previamente puestos dentro de él, haciendo que el nerviosismo de Aloïsia desapareciera rápidamente.

Las pociones habían fallado, y gracias a dios que lo habían hecho.

Los gemelos se vieron con el aspecto de un par de ancianos, con barbas, cejas y cabello blanco. Los gemelos se intercambiaron miradas de odio y comenzaron a discutir, echándose la culpa el uno al otro por la falla de la poción, para posteriormente comenzar a pelear físicamente.

Estaban ensañados el uno con el otro, aferrados, mientras se empujaban y sacudían con violencia, dando vueltas por el suelo de la sala.

Aloïsia suspiró mientras negaba, no podía creer que le gustara un chico tan tonto en algunos aspectos.

Electric Love | George WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora