capitulo 6

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Al estacionarse la camioneta es una calle poco transcurrida del centro se puede apreciar la fachada de "Forchetta" con un estilo bastante clásico pero no horrible, no es una mala primera impresión.

El imponente Leonardo Rinaldi baja dándole las gracias a su chófer por abrir la puerta para el, Sebastián y su secretaria, para posteriormente estacionar en cualquier lado que les sea permitido ya que el restaurante no cuenta con estacionamiento, puntos bajos por eso.

Al entrar son recibidos por un señor con un entrecejo bastante marcado y a millas de distancia se le nota que la amabilidad no es su fuerte pero al enfocar la vista y reconocer al importante empresario que estaba entrando por las puertas de su humilde restaurante casi se cae para atrás.

- Es todo un placer y orgullo tener al mismísimo Leonardo Rinaldi, de vinos Rinaldi en mi humilde restaurante.

comienza a alabarlo sin parar siendo casi en su totalidad ignorado por un Leonardo que ya el apetito está nublado su visión ( casi 10 horas sin comer no son buenas para nadie) y le logra poner de peor humor, como si fuese posible...

Leonardo al notar que el propietario no paraba de hablar fija su mirada en María para que se encargue y ella, como un mero robot controlada por la mirada de un jefe exigente, interfiere.

- Es un placer para nosotros estar aquí, ¿señor...?

- Dígame Manuel, Manuel Ricci.

-Un placer señor Ricci. ¿Podría usted facilitarnos una mesa para tres? Veo que no hay espaci...

-Oh no, no hay ningún problema, resuelvo esto en un dos por tres.
-Marlon! Una mesa para tres ya!

El propietario del lugar corre de un lado para otro intentando solucionar una mesa en menos de 5 minutos para los comensales más importantes que hasta el momento han entrado a su negocio.

- ¿No podías hacer una reservación? Gran imbécil - reclama en tono acusador Leonardo a Sebastián.

- Esperar 5 minutos no va a matarte, relájate ricachón.

- No seas imbécil, no me digas ricachón, becado.

-Prefiero ser becado que insoportable como tú.

-Cállate gran imbécil.

-Me callo cuando me muera, jefecito.

Leonardo solo guarda silencio lanzándole una mirada asesina a un Sebastián que le sonríe.

Leonardo el más malhumorado y ansioso y Sebastián el hombre más relajado que ha pisado la tierra, es todo un dilema el pensar que son casi como hermanos.
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Desde la cocina se lograron escuchar los gritos de un jefe bastante estresado por encontrar una mesa incluso aún sabiendo que no hay mesas disponibles

Manuel Ricci no es el propietario más amigable de la ciudad, más de un cliente frecuente asegura regresar por la buena comida más no por el recibimiento.

¿Quién entraría por esa puerta que logré que esté tipo antipático este apunto de arrodillarse para simular una silla?  Muy extraño todo eso.

La chef junto con la pequeña chef siguen desenvolviéndose en la cocina ignorando el bululu del living, por suerte para ellas todo lo que pase de la puerta de la cocina para allá es solo responsabilidad del señor Ricci.

Aunque van a ser casi las 9 de la noche aún no hay posibilidades de salir del trabajo, pero para darnos un poco de tranquilidad ya los pedidos han disminuido y estamos afinando algunos toques para el día de mañana mientras los clientes terminan de irse.

Mi salvaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora