Capítulo 24

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Hora 22:10

Estoy acorralada. 

En frente mío tengo a Sua y detrás a Siyeon. Miro a los dos lados. Filas y filas de butacas.

- Si lo haces por las buenas, será mucho más fácil.

Tengo que hacer algo.

La mejor opción que se me ocurre es derrumbar a Sua. Porque sé que con Siyeon se me complicará más el asunto.

Corro hacia ella, lo más rápido que puedo.

Sin embargo, justo antes de hacerlo, un milagro aparece.

Un milagro con gafas y químico de profesión.

Atraviesa la puerta del restaurante y la tira al suelo por la espalda. Sua queda inmovilizada, con las manos sujetas por Arnold.

- Me acabas de salvar el pellejo.- Hablo frenando en seco.- Te debo una.

- En realidad dos. Te saqué de aquella sala con una tarjeta de crédito, recuérdalo.

- Si me lo recuerdas, harás que me sienta peor.

Una conversasción informal bajo un momento demasiado tenso. Siyeon se ha quedado parada en el sitio. Mira con desprecio a mi compañero.

- Dice que Jiu está arriba con Demián.- Le informo.- Necesito subir.

Arnold ata las manos de Sua sin dificultad.

- Mira, sigo sin saber quién es ese tal Debán, Ademán o como se llame.- Se levanta, sacudiéndose la ropa.- Pero haz lo que tengas que hacer. Ya me encargaré yo de ella.

Lo miro incrédula. Aquella noche Arnold me estaba sorprendiendo y para bien.

Lo dejo atrás, no sin antes darle un beso en la mejilla.

- Ten cuidado, Arnold.

Aquellas palabras consiguen tranquilzarle.

- Tú también.

Nos despedimos y saldo corriendo hacia el vestíbulo. Dejo atrás la oscura sala para atravesar acto seguido el comedor. Llego al punto de reunión. Bradley no se encuentra aquí. Quizás siguiese en mi habitación. 

Pero sé que no se tarda tanto para hacer una llamada a la policía.

No me demoro en esperarlo y subo a toda prisa las escaleras. Llego al pasillo. Dudo si girar a la derecha, dirección mi habitación para comprobar si el policía estaba bien; o si seguir por la izquierda, dirección lavandería.

Tuerzo a la izquierda. Necesitaba saber que Jiu estaba bien. Ya solucionaremos luego lo de Bradley.

Entro a la salita. Vacía. Me dirijo una vez más hacia el interior de la Habitación de los deseos.

Aquella habitación que tantos dolores de cabeza me ha dado. La iba a cruzar una vez más. La última, seguramente. Y no sabía qué iba a encontrarme ahora.

El reciente recuerdo de mi padre me taladra la memoria. Como dijo Jiu, aquél no era él. Así que intento despejarlo rápidamente.

Doy el primer paso y, al igual que la vez anterior, una blanca luz me recibe al fondo de la sala.

Esta vez sé lo que me espera.

O eso pienso, ingenua.

Porque nada iba a ser como la última vez. 

Sólo las paredes tambaleándose podrían asemejarse.

No. Esta vez, al abrir los ojos, me encuentro lo último lugar que me hubiera imaginado.

El Hotel MauditDonde viven las historias. Descúbrelo ahora