Parte 5

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Capitulo 5

Edward se levantó antes de que saliera el sol. Se puso en pie con los ojos entrecerrados y una expresión contrariada en el rostro, y resopló antes de alejarse para acariciar el cuello de su caballo.

-Esa capa es demasiado voluminosa para cabalgar con ella - afirmó Jacob dirigiéndose a Isabella y tendiéndole una mano para que se la diera.

La joven tuvo que reunir valor para renunciar a la prenda porque la mañana era muy fría. Pero el escocés tenía razón. Si intentaba montar en la yegua con aquella prenda tan gruesa, posiblemente terminaría cayéndose de la silla.

-Tomad sois muy sensible al frío. -Jasper le envolvió los hombros con una capa mucho más ligera, demorándose para guiñarle un ojo-. Sólo dejamos vuestro baúl atrás, no vuestra ropa. -Está atada sobre el lomo de una de las yeguas. Isabella acarició la capa, agradecida por su calidez. Gracias a unos largos cortes a los costados podría cabalgar con ella puesta.

Era de lana y estaba ribeteada con verdadero terciopelo. El caro tejido también estaba pulcramente cosido alrededor de las aberturas para los brazos, y ranas bordadas con hilo de seda adornaban la parte delantera de la lujosa y holgada prenda. Vio un hilo suelto y tiró de él al fijarse bien, vio que había más. Todos estaban separados por la misma distancia, indicando dónde habían estado colocadas las perlas. Jessica debía de haber pasado varias horas descosiendo las joyas de la ropa que había sido enviada con Isabella. Todas las prendas de su hermanastra, tan amante de la corte, estaban adornadas con perlas, oro e incluso algunas gemas.

Jasper se alejó para reunirse con el resto de los hombres, cuyas voces iban aumentando de volumen a medida que el sol iba saliendo. Cerrando con fuerza la capa a su alrededor, la joven disfrutó de la calidez que le transmitía. Aunque le hubieran arrancado las perlas, se trataba de una prenda elegante y la tela resistiría las inclemencias del tiempo.

No conseguía localizar al corcel negro, así que alzó la barbilla y estudió el camino en busca del conde sabiendo que su sola visión la reconfortaría. Finalmente, lo descubrió en lo alto de la pendiente con los ojos fijos en el horizonte.

-¿Os importaría dejar de desnudarlo con los ojos? -se mofó Jasper al acercarle la yegua. Su voz era claramente burlona-. Me estoy poniendo celoso.

-Yo no... -La idea de desvestir a Edward le impidió seguir hablando.

-No, ¿qué? - Jasper le dedicó una sonrisa burlona.

-Yo no hacía eso. -Isabella se agarró al pomo de la silla, levantó el pie y lo apoyó en el estribo. Una dura mano en su trasero la empujó hacia arriba, haciéndole soltar un grito ahogado.

Jasper no se mostró en absoluto arrepentido cuando ella le lanzó una mirada de disgusto desde lo alto del caballo. En lugar de eso, tiró del extremo de su sombrero.

-No hay de qué. El escocés le dio una palmada a la yegua en el costado e Isabella se dirigió hacia el camino. El animal ascendió con rapidez hasta el conde mientras el resto de los hombres montaban y la rodeaban para mantener a la yegua protegida entre ellos.

Edward los observaba desde su privilegiada posición y, cuando se acercaron más, la joven creyó ver una sonrisa de satisfacción en sus labios; pero se dio la vuelta justo en ese momento, mostrándole su ancha espalda antes de que pudiera estar segura de ello.

-Volterra. -La voz del líder de los Cullen resonó en la temprana mañana al tiempo que alzaba el brazo con la mano convertida en un tenso puño.

-Volterra -corearon sus hombres con un clamor casi ensordecedor.

Incluso los caballos parecieron contagiarse del entusiasmo de sus jinetes, avanzando más deprisa. Un destello de excitación sorprendió a la joven al alzar la mirada hacia la espalda del conde. Sus hombres le eran fieles y le seguían sin miedo, al contrario de lo que ocurría con lady Sue. Todos los sirvientes bajo su mando la criticaban cuando se encontraban en el área del servicio. Sin embargo, Isabella no se había dado cuenta verdaderamente del terror de los habitantes de Swan hasta que vio lo contrario reflejado en los soldados de Edward . Durante un breve momento se permitió a sí misma disfrutar de aquella oleada de satisfacción, consciente de que no duraría mucho.

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