Capítulo 1

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Abrí mis ojos y di un pequeño salto en la cama. Nuevamente tuve la misma pesadilla que me ha perseguido por dos años, desde que mis padres fueron asesinados por los humanos, por la raza a la que empecé a fingir pertenecer luego de la muerte de ellos. Después de esa noche no salí del cuarto creado por mamá hasta dos días después cuando una mujer, igualmente hechicera, entró a la casa y me encontró deshidratada y con fatiga debido a la falta de alimento. Me hechizó para que mi apariencia nunca me delatara y pudiera pasar por humana y se las arregló para poder ingresarme a un orfanato para que cuidaran de mí. Ahí sería el último lugar en el que me buscarían, o al menos eso me prometió.

Fingí haber perdido la memoria y me dieron una nueva identidad, pasé a formar parte de los registros del país en los que nunca figuró mi nombre del mundo mágico, una medida que mis padres habían tomado para protegerme. Cuatro años habían pasado desde que no sabía nada de los seres mágicos que algún día conocí y que me quitaron a varios que formaron parte de mi infancia. Mi vida había pasado a ser la de un humano, asistiendo a sus colegios, siguiendo sus costumbres y esperando el día en que la guerra entre ambos mundos toque su fin, cargando sobre mí la angustia de las imágenes que mi mente se había imaginado para recrear la escena del crimen de mis padres, de no saber si hay alguien como yo vivo allá afuera o si soy la única que está pasando por todo.

Volví a cerrar mis ojos buscando quedarme dormida pero poco me duró, fue como si tres segundos después llegase una de las señoras del orfanato a abrir las cortinas de mi habitación compartida con otras cuatro niñas. Pone sus brazos en jarra mientras me mira con desaprobación y ya sabía por qué. Llevaba semanas diciéndome que ese día llegaría mi familia adoptiva a buscarme, fecha que no me causaba ilusión como a la mayoría de los niños que lograban irse. Yo sabía de dónde venía, quiénes eran mi familia y no lo olvidaría, por eso no me quería ir con ellos. Además, considerando las circunstancias, era obvio que se trataba de humanos que probablemente quisiera devolverme si un día me descubrían usando mis poderes por accidente.

—Levántate y toma tus maletas —ordenó Lourdes— ya vienen los Brito a buscarte.

—¿Tengo que irme con ellos? Hay más niños que seguramente querrán irse...

—Ellos te han adoptados y debes ir con ellos, fin del caso. Deberías estar agradecida, no muchos toman este tipo de decisiones en estos tiempos.

Me ahorré las maldiciones porque sabía que podría traer consecuencias negativas viniendo de mí, en vez de eso mordí mi lengua y comencé a vestirme una vez que Lourdes se marchó, una de las pocas encargadas que no era monja. Una vez que estuve lista me senté en mi cama mirando mis zapatillas a falta de algo mejor que hacer, repasando en mi cabeza los rostros y nombres de los integrantes de mi nueva familia. Karen y Gregorio, un matrimonio con hijos ya mayores, un chico un año mayor que yo y una chica de veintitrés. No parecían ser malas personas, de hecho eran muy amorosos y acogedores conmigo, pero no habíamos tocado el tema de los seres mágicos en boga por esos días.

Ya no había noticieros sin imágenes de la masacre que se estaba realizando, experimentos, muertes y torturas a gente de mi misma especie. Dolía ver ese lado de la realidad, contraria a la mía en una zona alejada de todos los enfrentamientos y la liga anti magia, pero no por eso más poblada de seres mágico. En ocasiones incluso me habría gustado salir corriendo y ayudar en algo, servir a mi gente en vez de estar escondida, pero entonces acudía a mi mente el recuerdo del día que aquella hechicera me encontró: "No pongas tu vida en peligro porque eso solo hará que la muerte de tus padres sea en vano". Por lo que impotente apretaba mis puños, mordía mi labio y me quedaba sentada fingiendo que nada me afectaba, aunque sí lo hiciera. Y mucho.

La última hechiceraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora