Los días pasaban, el fin de semana llegó como si nada, mi confianza por los que me rodeaban aumentaba y con ello mi temor. Tenía miedo de que una noche cualquiera llegaran ellos y nos mataran a todos con sus horribles armas, de perder por segunda vez un hogar y una familia a la que recién comenzaba a aceptar. Pese a todo lo que sentía, debía ocultar mis sentimientos frente a ellos y en el colegio, hasta que me encontraba con Alain y me sentía libre de comentar todo lo que sucedía cuando estábamos a solas. Aunque esos tiempos no duraban más allá de los quince minutos de recreo, tras los cuales regresaba a clases para luego reunirme con Jaime y los chicos para almorzar. Poco a poco me fui dando con ellos también, aunque la desconfianza seguía ahí presente.
De todos, Tomás era al que me sentía más cercana pues junto a él recibía de vez en cuando bromas de parte de Richard e Ignacio. Entonces comprendí que aquel día que lo vi con las mejillas sonrojadas mientras me aproximaba era porque lo estaban relacionando conmigo.
—Que sólo somos amigos —nos defendía una y otra vez, hecho que a veces los chicos aceptaban y me molestaban entonces a mí con "Carlos", aquel amigo misterioso con quien me había reunido, pero que todavía no presentaba a ellos. Me limitaba a ignorarlos, pero a Tomás no le podía hacer lo mismo. El día después de mi incidente con los guardias nos encontramos en el pasillo durante un recreo. Por su rostro serio adiviné que Jaime ya le había contado lo acontecido la noche anterior y sin esperar mayor tiempo dijo—: ¿Dónde estuviste realmente?
—¿A qué te refieres? —Fingí inocencia.
—Te vi ayer a la salida con Jaime. Él me dijo que saliste con tu amiguito del colegio, pero te marchaste sola.
Me sorprendió y a la vez me hizo sentir acorralada, él me había visto. Intenté crear una mentira piadosa en mi cabeza sin obtener algún fruto que se pudiera tragar. Decidí optar por la verdad encogiéndome de hombros.
—Quería un tiempo a solas.
—¿Y por eso mentiste a tus padres y los preocupaste hasta tan tarde en la noche?
Al instante me arrepentí de lo dicho, pero ya no había nada que hacer al respecto. Lo hecho, hecho estaba y de nada me servía sentir remordimientos. Mordí mi labio y le pedí el favor de no contar nada a nadie, a lo que respondió:
—Bien... pero me tendrás que hacer un favor.
—Lo que quieras.
Y por esa razón, ese fin de semana me encontraba en casa mirándome al espejo mientras arreglaba mi cabello y revisaba mi ropa. La primera cita que tendría en mi vida con un chico sería por un favor pendiente y, aún sabiendo que no había mayores sentimientos de por medio, mi estómago se retorcía, mis manos sudaban, mis piernas parecían hechas de jalea y todo eso en conjunto no ayudaba en nada más que aumentar mis nervios.
—¿A dónde vas tan arreglada? —Preguntó Ruth cuando pasó por mi habitación, apoyándose un par de segundos en el umbral.
—A salir con Tomás
—Es un buen chico —opinó, causándome un cierto grado de sorpresa y sospecha. Era la primera vez que se comportaba como una hermana conmigo y que nos manteníamos más de un minuto compartiendo un espacio sin darnos una mirada amenazante.
—Sí... lo sé —respondí vagamente sin saber qué más agregar. Estaba haciendo eso no por estar interesada en una relación, sino que solo porque él me lo pidió a cambio de su silencio: "mis hermanos ya me tienen harto con sus sugerencias de que soy gay, ¿sabes?" había argumentado él como razón para aceptar su propuesta.
Cuando el timbre sonó me apresuré por ser yo quien los recibiera para evitar más comentarios acerca de nuestra salida. Lo último que escuché del interior de la casa, aparte de la despedida, fue la advertencia de no llegar tan tarde como la otra vez para así evitar encontrarnos con algún guardia de la liga en una situación traumática.
Caminamos separados por una mínima distancia por la vereda la cual yo intenté aumentar con cada paso que dábamos para evitar aquel molesto rose de nuestras manos. Con ello no hacía más que hacer crecer mi nerviosismo con respecto a aquella salida y los verdaderos motivos para llevarla a cabo. Montados ya en el bus que nos llevaría al cine, logré relajarme para conversar de cualquier tontería que se nos ocurriera, llegando a reír lo suficientemente fuerte como para que un pasajero nos hiciera callar.
Mientras íbamos de viaje no podía evitar pensar en el cómo cambiaría su actitud con respecto a mí si supiera lo que realmente soy yo. Varios escenarios, en los que él salía corriendo y huía de mí como alma que lleva el diablo pasaron por mi cabeza, o un enfrentamiento con un Tomás enojado que me insulta y prohíbe volver a acercarme a él. Hasta llegué a imaginar la reacción que habrían tenido mis padres si hubiesen estado vivos, la cual no hubiese sido más alentadora. Como descendientes de los hechiceros originales, ellos esperaban que yo continuara con ese linaje de sangre pura y me relacionara románticamente con un hechicero de iguales condiciones, características que distaban mucho de parecerse a las de Tomás. Si bien él no era exactamente lo que papá y mamá querían para mí, reunía un montón de otras características positivas que podría cubrir esas faltas.
—Nos bajamos aquí —me sacó de mis pensamientos Tomás cuando llegamos a nuestra parada. Me sonrió amablemente mientras tomaba mi mano y me arrastraba con él hacia afuera.
—Ya me puedes soltar —dije con las mejillas sonrojadas cuando ya íbamos caminando hacia la entrada.
—Oh, sí, cierto. Perdón.
Lo miré un par de segundos antes de concentrarme en lo que las tiendas ofrecían. Sus mejillas se veían de un leve color rojo, al igual que las mías, pero en su caso este color se veía más resaltado por el cabello negro y su piel pálida que generaban un cierto contraste.
En cierto modo, Tomás me recordaba a Jaime y su capacidad para hablar de cualquier tema y llenar el silencio en el que yo me sumía. Sin embargo, a diferencia de lo que hacía con el aludido, me mantuve atenta a lo que Tomás me conversaba, así me enteré de que es hijo único de un matrimonio conformado por un par de profesores de enseñanza media. Comentaba también de su gusto por los deportes y la difícil decisión que tenía para fin de año al no saber bien qué estudiar.
—He estado pensando en ser profesor de gimnasia, pero encontrar un trabajo sería complejo.
La charla continuó hasta que comenzaron los tráiler de las próximas películas en la sala de cine y dio inicio la función que tanto habíamos esperado. El género del terror nunca había sido mi favorito, pero para no verme como una miedosa accedí a ver la película con él, aunque él no parecía ser tanto más valiente que yo. Nuestros pequeños gritos de sorpresa se perdían entre los del resto de la audiencia, lo cual me daba cierto consuelo al no quedar en tanta vergüenza frente al chico, pero todo se derrumbó cuando en una escena no pude ocultar mi miedo y me abracé al brazo de Tomás.
Mis ojos, que hasta ese momento se habían mantenido cerrados, de pronto se abrieron de golpe. Tan próximos estábamos que alcancé a oír sus pensamientos. Era como un leve murmullo que aún lograba ser entendible. Dentro de mí todo temblaba de miedo, pero dentro de él se estaba formando una fiesta después de que yo me acercara a él de ese modo. Pensé en alejarme al instante en que lo escuché, pero me fue imposible. Mi interior se fue llenando poco a poco de algo parecido a la calma y la felicidad.
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La última hechicera
FantasyOculta de los humanos, fingiendo ser una chica normal, así es como tiene que vivir Laura, una joven hechicera de 16 años que ha sufrido más de lo que debería. La vida le ha enseñado que no puede confiar en los mortales, pero luego de ignorarlos por...