Comadreja

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Mi amigo Miguel me dio una lista de palabras aleatorias y me pidió que le hiciera un cuento. La inesperada conclusión de este juego es que ahora sabemos que soy el tipo de inestable mental que puede hacer un thriller a partir de una historia de animalitos.

BOSQUE

CUEVA

HERMITAÑO

HACHA

HELICOPTERO

COMADREJA

CIELO AZUL

Cambié el hacha por un RPG-7 y el cielo azul por uno de mis característicos cielos blanquesinos/grisáceos.

Ni de chiste simpatizo con el régimen soviético. Mucho menos con la OTAN

*Parte I: La verdad es una cueva*

Soy una comadreja. La bruma cubría esa mañana a la montaña. El punzante dolor del hambre, que suponía idéntico en mis crías por los incesantes chilidos que me despertaron.

Entonces dejé dentro de ese pequeño agujero a aquellos bultos ciegos e inválidos de carne a los que tanto amaba y salí en busca de algo que comer. Ese año las lluvias habían arrasado con el bosque, dejando al caminar solo escombros naturales y lodo que enterraba varios metros bajo suelo cualquier cosa comestible. Entonces mi nariz me llevó por el costado de la montaña hasta una cueva, las cuevas siempre eran buenos lugares donde buscar comida, pues siempre había algún oso muerto a mitad del invierno que dejaba algún rastro imperecedero de lo que fueron sus provisiones. Estuve yendo y viniendo de esa cueva durante todos lo días que duraron las inundaciones, y aún después. Con el tiempo la cueva se fue vaciando y dejé de ir, pero ahora un incendio forestal implacable había quemado todo cuanto podía comerse en el bosque y mis crías y yo conocimos otra vez el hambre, así que me vi obligada a ir otra vez a esa cueva, esperando encontrar, aunque sea algunas raíces comestibles en su interior. Apenas estaba frente a la boca de la cueva cuando vi erguirse a una figura enorme, al principio creí que era un oso, pero no era así, lechuzas al oriente dicen que animales como ese se llaman hombres. A su alrededor, huesos de pequeñas criaturas que había devorado.

*Parte II: ¡Ay de ustedes que caen de las alturas!*

Su nombre clave era Comadreja. El escape de Dimitrigrado no había sido sencilla, Cabra murió antes de subir al helicóptero, y Mono, que era el piloto, murió de un disparo apenas despegar. Por suerte Perro había sobrevivido. Perro era el agente de la C.I.A. que había planeado todo, y Comadreja sabía que era su única esperanza para salvarse en caso de que se enteraran sobre sus prolíficos servicios en S.M.E.R.S.H.

El punto era sobrevolar la cordillera que servía como indicadora de la siempre tensa frontera entre la Unión Soviética y la pequeña República de Tomenia, que era territorio neutral, aunque bajo la protección de la O.T.A.N. Al sobrevolar en el helicóptero los árboles inusualmente grandes de la cordillera, comadreja ni siquiera volteó a ver el sol rojo que se ocultaba a su espalda, aquel sol que se ponía sobre su patria, la patria que había visto sus mejores y peores días y que había ofrecido todo cuanto tenía y por la que muchos hombres habían muerto. Pero eso no importaba, tampoco importaban Cabra y Mono, solo importaba él, él y, Pero, quien le abriría las puertas a tierras donde podría ser libre, o al menos lo que para él significaba libertad.

Mientras no pensaba en eso, apareció sobre el horizonte una mancha. Era otro helicóptero. ¿Por qué solo habían enviado uno sólo? Ni idea, pero el desgraciado estaba ahí y comenzó a abrir fuego. Rápidamente, Perro (que no iba conduciendo y que era el de mejor puntería), tomó su arma automática y apuntó al motor del otro helicóptero. Una ráfaga de disparos. Los daños no eran considerables, pero sin refuerzos, el otro helicóptero no tenía otra opción que regresar a su base y dar por terminada la persecución.

El otro helicóptero dio media vuelta para emprender la retirada, pero de su interior, un soldado soviético alcanzó a disparar un RPG-7 y el helicóptero de Comadreja y Perro se convirtió en una bola de fuego que caía con velocidad al bosque.

Comadreja despertó por la noche, cuando el humo de los árboles le picaba en los pulmones. El helicóptero estaba unos metros más allá, con el esqueleto de Perro ardiendo vigorosamente. Toda esperanza se había vuelto cenizas.

Ahora ya no podía ir al "mundo libre" y ni pensar en regresar a la Unión Soviética, solo quedaba vivir como ermitaño en aquella cueva que estaba al costado de la montaña. Esa noche durmió pensando "Al menos ya estoy en Tomenia", sin saber que justo esa semana esa República caería bajo el yugo Soviético.

*Parte III: Pero bienaventurados ustedes que son cazados. *

El hombre se percató rápidamente de mi presencia, y pude ver el brillo siniestro de sus ojos antes de salir corriendo, justo a tiempo antes de que asestara un manotazo para atraparme. Corrí cuesta arriba por la montaña, era la única manera de evitar que el hombre fuera también por mis crías. Corrí entre cauterizados arbustos, ramas grises y pastos negros. El sol brillaba con todas sus fuerzas bajo esa cortina gris que era el cielo, haciendo del mundo un revoltijo de todas las insípidas tonalidades que recorren del blanco al negro.

El hombre venía tras de mí, escuchaba sus pasos, y a mi diestra y siniestra caían las piedras que había afilado para darme muerte. Entonces crucé un riachuelo que nunca había visto, aunque siempre había oído hablar de él, dicen que se riachuelo aparece cada que el bosque arde para proteger los árboles a la cima de la montaña, y que se desprende del más viejo de los árboles cuando se quema.

Al cruzarlo, noté un cambio de luz en mi cuerpo y al instante supe que estuve dentro del bosque, corrí entre el follaje para camuflajearme, creí haber perdido al hombre, pero justo al brincar sobre un arbusto vi a otro hombre, este parecía estar todo cubierto de pieles grises y en su sombrero tenía una estrella roja. Ambos nos quedamos quietos, hasta que un sonido de montaña abajo nos puso en alerta a ambos. El hombre de la estrella roja hizo una seña y detrás de él salieron otros más vestidos como él, pero con un sombrero más pequeño. El hombre de la estrella roja me acarició, antes de dirigirse con sus hombres tras la pista del hombre que venía tras de mí.

Disparos en la montaña. Comadreja ha muerto.


Cuentos de mientras se mira por la ventanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora