Después de que Checo colgara la llamada, su mirada se había quedado perdida en algún punto del espacio.
Lewis había vuelto a Los Ángeles. Se había separado de Sebastian y había vuelto a Los Ángeles.
Sus manos apretaron el teléfono, ya casi incapaz de resistirse al deseo de mandarlo todo al carajo y salir corriendo.
—¿Qué sucedió?- Carlos aún seguía de brazos cruzados junto a él.
—Ha vuelto.- Checo aun no podía organizar bien sus ideas.
—¿De qué hablas?
—Lewis, él... viene en un vuelo de vuelta a Los Ángeles.
Checo sintió que Carlos tomaba sus hombros y lo obligaba a girarse de frente a él.
—¿Y qué vas a hacer ahora que sabes eso?
Checo miró a los ojos de Carlos, su mirada lo decía todo. Enseguida el español sonrió, incapaz de contener el alivio que sentía al ver que su amigo finalmente había sacado el valor de alguna parte.
—Bien, ¿a qué esperas entonces?- Carlos palmeó sus brazos, incitándolo a reaccionar. —Hay un británico sexy esperándote.
Checo asintió mientras una sonrisa impacienta invadía su rostro. Aún estaba inseguro, a la enésima potencia, pero ahora que sabía que iba a poder ver a Lewis y que este no había vuelto con Sebastian, no había forma de que se resistiera.
Guardó su celular en el bolsillo de la sudadera y agarró corriendo una chaqueta. Las llaves de su auto aparecieron encima de su escritorio desees de revolver un poco sobre el desorden que allí había. Checo estaba impaciente, sabía que, si se daba prisa, podría alcanzar a Lewis en el aeropuerto. Pero justo cuando iba a lanzarse corriendo rumbo a la puerta, sintió el agarre de Carlos en el cuello de su chaqueta y se detuvo en seco, consciente de que, si seguía con el impulso que iba, probablemente se llevara a su delgado amigo a rastras.
—¿A dónde carajo crees que vas luciendo así?- Carlos lo miró como si estuviera a punto de hacer la locura más grande de su vida.
—A buscar a Lewis.- respondió con obviedad. —Suéltame de una vez.
—No, no, no, no, mi querido amigo mexicano.- Carlos retrocedió dos pasos y lo miró de nuevo. El pantalón manchado de grasa, la sudadera gastada, la barba, las ojeras... no, definitivamente no. —Tú vas a bañarte ahora mismo.
Mientras Checo conducía, unos cinco kilómetros por hora por encima del límite de velocidad, rezaba en silencio porque no fuera demasiado tarde. Sabía que ya el vuelo de Lewis había llegado hacía unos minutos. Si se daba prisa, tal vez lo alcanzara en el aeropuerto.
Pero no fue así.
Muchas miradas se fijaron en el Audi blanco que se detuvo con un frenazo frente a la entrada del aeropuerto, y muchas más se fijaron en la persona que se bajó del auto con un obvio sentido de urgencia. Pues ya Checo no era aquel desparpajo que Carlos había encontrado. No, señor. Ahora Checo lucía como de costumbre: impecablemente sexy.
El cabello limpio y brillante, peinado con desenfado, recién afeitado y vestido con un pantalón negro y una camisa blanca. Gafas negras y botines complementaban en conjunto. Carlos le había impuesto que, como mínimo, tenía que lucir así de bien si se iba a encontrar con el amor de su vida. Pero ahora mismo, eso no era lo que preocupaba a Checo, sino el hecho de que, mirara cuanto mirara, no lograba encontrar a Lewis por ningún lado. Dio un par de vueltas por el aeropuerto, inútilmente. Lewis no se encontraba allí.
Chasqueó la lengua mientras maldecía su suerte y volvía a su auto. Solo le quedaba una cosa por hacer.
George le había enviado la dirección del apartamento de Lewis Preferiría evitar tener que ir allí, pero, en vistas de las circunstancias, no le quedaba otra opción que hacerlo. A medida que iban pasando los minutos y su ansiedad aumentaba, se iba llenando con la sensación egoísta de no querer dejar ir a Lewis. Definitivamente iba a remover cielo y tierra hasta que apareciera.
Sin disminuir la velocidad en ningún momento, se dirigió hacia la dirección que tenía. Su mirada se alternaba entre la calle y las fachadas de los edificios. Estuvo a punto de chocar unas tres veces por ello. Sin embargo, pisó aún más a fondo el acelerador cuando vio el edificio de Lewis, un par de cientos de metros más adelante. Justo como George se lo había descrito: un edificio marrón con una florería en el primer piso señalada con un toldo verde. Definitivamente tenía que ser ese.
Su mirada se mantenía fija en el inmueble, ansioso y agitado, pero cuando miró de nuevo al frente, buscando donde detener el auto, vio de nuevo como ese suave y sedoso cabello oscuro se removía con la brisa y su dueño caminaba, cabizbajo mientras contaba el dinero en su billetera.
Era el.
Checo apretó el volante y lo giró con brusquedad.
Realmente era él.
Se dio cuenta que detuvo el auto a unos centímetros de las piernas de Lewis. Se dio cuenta, también, de que parecía un loco manejando de aquella manera, pero no le importó. Notó la mirada estupefacta y casi irritada que Lewis le dedicó al capó de su auto. Dios. Lewis lucía como si hubieran pasado años encima de él. En solo dos semanas se había puesto así. Checo pasó su lengua por sus resecos labios y respiró profundo antes de abrir la puerta del conductor. Saber que todo era real y que Lewis estaba ahí, a un par de metros de él fue suficiente para hacerlo sonreír.
A pesar de todo solo verlo lo hacía feliz.
—¿Necesitas un aventón?
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Highway; chewis. AU
FanfictionLewis Hamilton estaba teniendo el peor día de su vida. Se ha quedado sin gasolina, en medio de la carretera, son pasadas las 9 de la noche y no pasa casi nadie por ahí. Para colmo, su relación con su novio, Sebastian, fue la causa de su desgracia...