2:05 am

1.9K 212 135
                                    

Checo giró bruscamente en un cruce y se adentró por la nueva vía durante un par de kilómetros, hasta que llegaron a una de esas estaciones de paso que hay en las autopistas.

—Vamos.- Checo convidó a Lewis mientras se bajaba por su lado.
—Aquí hacen un chocolate caliente muy bueno. Te vendrá bien.

—¿Conoces este lugar?

—No es la primera vez que ayudo con los traslados.

—¿En serio?

—¿Crees que me dejarían simplemente subirme a un camión y manejar hasta Seattle si no lo hubiera hecho antes?

Lewis también se apeó con esfuerzo del camión y siguió a Checo que se adentró con paso apresurado al pequeño restaurante que estaba del otro lado de la calle.

La fuerte luz lastimó levemente los ojos de Lewis. Ya llevaban mucho tiempo en el oscuro interior de la cabina del camión. Siguió a Checo mientras cruzaba sus brazos sobre su pecho para protegerse del frio de la noche. En aquel lugar bien iluminado podía ver mejor a Checo. Y, si antes pensó que se veía bien, ahora simplemente no tenía palabras. Aquellos grandes ojos, lucían incluso más hermosos ahora que brillaban gracias a la luz. Su cabello era castaño oscuro o mejor dicho negro, brillante, saludable, lo mantenía peinado hacia abajo en ese momento por la gorra de antes, descuidadamente, haciendo que su rostro varonil y gloriosamente esculpido, luciera más suave y joven de lo que en realidad era. Tenía una nariz pequeña y graciosa, labios rosados...

Sin embargo no era precisamente una pequeña cosa tierna. Sí, era más bajo que él, pero Lewis era alto. Checo era en realidad una masa compacta de sensualidad, todo estaba en su justa medida, la cantidad perfecta de músculos y las proporciones ideales, al menos para los ojos de Lewis. La ropa también le quedaba injustamente bien. Admitir la perfección de Checo era casi doloroso para su orgullo masculino. Además estaba la forma desenfadada y sexy con la que hacía cada cosa, desde caminar, hasta hablar inglés con aquel acento indefinido, sonreír, juguetear con su gorra, rascarse la nuca, morderse el labio, ajustarse los pantalones, mirarlo, sí... mirarlo. Porque a Lewis también le estaba gustando mucho la forma en la que Checo lo miraba. Como si hubiera muchas cosas que quería decirle, como si fuera divertido estar junto a él, como si le preocupara su bienestar, todas esas cosas envueltas en la suave sonrisa que no abandonaba sus labios.

—Sentémonos aquí. -Checo le indicó una mesa junto a la ventana, desde donde Checo podía vigilar el camión con una ojeada rápida. El local estaba prácticamente vacío. Solo había ocupadas otras dos mesas, por camioneros originales, de los que eran barrigones y vestían camisas de cuadros y botas desgastadas, con sus bigotes embarrados de café.

—¿Qué quieres? Aparte de un chocolate caliente. Eso es obligado.

—No sé.- Lewis le dio una ojeada superficial al menú. —No traigo mucho dinero encima.

—No te preocupes por eso.

—Checo...- Lewis apartó el menú y lo miró a los ojos. —No voy a dejar que pagues por mí.

—Lewis...- Checo imitó su mirada y su tono de voz. —Eso no me importa. Solo dime lo que quieres. O voy a tener que pedir todo lo que hay en el menú.

Lewis lo miró con seriedad hasta que finalmente se rindió ante la penetrante mirada del mexicano.

—De acuerdo. Pero no necesitas usar esos métodos de intimidación.

—Solo quiero comprarte algo de comer. Tienes hambre y estás teniendo el que creo que será el peor día de tu vida. Déjame hacer esto.

—Ya has hecho más que suficiente. Gracias a ti, ya no es un día tan malo.

Highway; chewis. AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora