Si algo quema tu alma con propósito y deseo, es tu deber dejar que te consuma a cenizas.
—Charles Bukowski—
Rojo
LiliethLa brisa fresca alborota mi cabello, y la luz solar que da justo en el diamante rosado que reposa en mi dedo anular manda destellos a mi rostro incomodando mi estadía en el Ferri que se mueve en el inmenso océano para llegar a la isla Panarea, suspiró profundo llenando mis pulmones de oxígeno meditando paciencia.
—Mi señora, ¿era tan necesario venir hasta aquí para tener una reunión con los Italianos? —cuestiona Arón, detallando nada en particular, y me encojo de hombros sin dar mucho detalle al respecto.
—Cuando entras al territorio del aliado, captas sus reglas por respeto —asiente con una mueca en el rostro acercándose demás.
—No pensaba lo mismo en el territorio del señor Bosca —Lo observo sobre mi hombro con extrañeza, por encima de mis gafas: alzando el sombrero que me cubre del sol, pero me río careciendo de gracia acomodando el tirante de mi vestido que se desliza sin autorización.
—Te equivocas —señalo, girándome a su dirección, cruzando mis brazos hasta la altura de mi pecho; encontrando una escena que me revuelve la bilis —. Porque con Luigi capte sus reglas, que desafortunadamente estuviera alguien en su territorio con quien deseaba ajustar cuentas es muy diferente.
Siento que la temperatura de mi cuerpo se eleva aún más cuando la rubia de ojos negros se sienta en los muslos de Daren sonriéndole al sostenerle un trago que le da en la boca mientras se coloca su mano en el trasero; sobre el bikini diminuto. Nunca he sido una mujer que monte escenas de celos, no me gustan, porque reflejan mis inseguridades y me rebajan a un nivel que no pienso pisar.
Las apariencias en el bajo mundo nunca han sido una prioridad, puedes casarte con una mujer y tener mil amantes, si sé te pega la gana, siempre lo tuve claro, pero que la ingenuidad de mi juventud creyera en sus promesas es otro tema. Sé que lo puse entre la espada y la pared cuando empecé hacer aliados en América, que le jodían sus negocios, y por ende fui como la lepra de la que nunca se pudo deshacer, pero ahora... Podría hacerlo.
—Mi señora, Lorenzo Ancelotti, le tiene buenas noticias —informa Zaria al situarse a mi lado mostrándome el mensaje que le acaba de enviar.
Asiento, ignorando todo aquello que me incomode pese a sentir el ardor que provoca su mirada en la lejanía, acepté ayudarlo con un único propósito, y no voy a permitir que sus actos me lo impidan. El tiempo pasa rápido al tocar el puerto y bebo el último trago de mi copa de vino antes de esperar la luz verde para bajar, no espero al hombre que se perdió en la parte baja del Ferri, solamente arreglo mi cabello y bajo primero.
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Tormentosa Aflicción Libro 2 (Completo)
RomantikEl trono no está en juego, el tablero se reinicia y Daren Volkov deberá enfrentarse al pasado del qué tanto a querido desertar ya que el tiempo es la aflicción de la tormenta que inrumpe en su alma. La reina que arde bajo las llamas de la venganza e...