Capítulo 32.2 ◕✿。

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Nota importante: Me debatí mucho en subir esta parte, porque pensaba censurarla por completo, pero es necesario que se lea para poder entender mejor el contexto, y, por lo tanto, puede haber escenas un tanto fuertes que puedan perturbar al lector, pero vuelvo a repetir que yo no comparto, ni apruebo los comportamientos que a continuación serán exhibidos. Así que, como dice el refrán soldado advertido no muere en guerra.

 Así que, como dice el refrán soldado advertido no muere en guerra

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Desesperó
Lilieth

El frío cala en mis huesos y mi corazón late de manera lenta, la luz me embelesa y el movimiento de mi cuerpo que es creado de forma involuntaria no me despierta, mi piel hormiguea y el sudor que corre por mis pechos no me molesta. Él jadeó que resuena en mis oídos, acompaña el rostro que se distorsiona por sus movimientos bruscos.

Rico... —ronronea, mordiendo mis pechos.

Muy en lo profundo de mi conciencia hay algo que me grita, ¡Despierta!, pero no soy capaz de hacerlo, mis fuerzas han sido drenadas, mi voluntad rota, y mi cerebro se apagó distorsionando el tiempo y mi realidad.

Todo pasa con prisa, la aguja se clava en mi brazo y cuello una y otra vez convirtiendo mis noches eternas, no hay sol, ni un atisbo de calor, en mi mente todo está oscuro, sin un recuerdo vivo, ni siquiera el de mi propio nombre. Las demandas son dadas y mi cuerpo actúa bajo la voluntad del desprecio cuando me arrojan a la jaula que sostiene el tubo que llega al suelo.

La altura no me da miedo y dejo que mi cuerpo se envuelva en las cortinas que lo rodean, con el dinero que cae dentro de la jaula amortiguando el bullicio con el sonido de la música, y en medio de la euforia de mi corazón soy obligada a entrar a diversas habitaciones sin que mi cuerpo sea capaz de colocar resistencia junto a las miradas verdosas que me vigilan todo el tiempo mareándome y dejando mi gusto agrio en el proceso.

—Así no eres tan valiente —su agarre en mi barbilla lástima y su aliento me provoca náuseas cuando azota mi mejilla con un golpe sonoro dejándome caer al suelo —. Maldita perra.

Brama escupiendo a mi rostro, y mi cuerpo semidesnudo tirita de frío al tratar de obviar la sensación de pegajosidad en mis muslos.

—Te voy a matar como la mataste a ella, y te juro que lo lamentaras cada segundo de tu asquerosa vida, deseando la redención, pero jamás la tendrás.

Mi legua se enreda al pedir agua, y el maldito únicamente ríe a mi costa cuando por instinto propio mi mente me refugia en una esquina de la inmensa sala subterránea cuando los hombres encapuchados alzan los látigos que seguramente desprenderán mi carné. Mis lágrimas surgen aguando mis ojos y niego refugiándome como una niña pequeña llena de ansiedad. «Debe recordar quién es» el eco de la voz de una mujer se filtra en mis sentidos, cuando todo gira a mi alrededor.

Y pese a mi estado, captó cuando alzan los látigos por el rabillo de mis ojos, dejándolos caer con fuerza a mi dirección y cubro mi rostro por instinto, haciéndome un ovillo sin poder evitar los gritos que desgarran mi garganta, cuando el ardor se prolonga quemándome la piel. Mi pecho duele, mi respiración es pesada y mi cabeza punza con cada azote que hace reír al hombre que ordena que lo hagan.

Tormentosa Aflicción Libro 2 (Completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora