vii. loveless

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"desamor"

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"desamor"

Madelyn se encontraba a punto de subirse a un avión para volver a casa, el festival donde daría un show acababa de cancelarse y como le quedaban cinco días libres antes de su próximo show decidió pasarlos en casa junto a su novio.

Quería darle una sorpresa tal como lo hizo la última vez, así que apenas el avión aterrizo en California ella fue directo a su departamento antes de que Paul pueda hacerlo. Al llegar a casa le sorprendió sentir su propio perfume en el aire, sonrió al pensar en Paul extrañando su aroma.

Dejo sus cosas en el cuarto, al notar la cama destendida solto un suspiro cansado, ya que Paul siempre dejaba las cosas hechas un desorden. Ordenó la cama con demasiada paciencia, abrió las ventanas para dejar correr el aire y tiro un poco de perfume para que las sábanas huelan  bien.

Su gatito subió a la cama y se estiro sobre ella, causando emoción en Madelyn.

—Aww, cariño. Te extrañe tanto. . . —dijo Madelyn mientras se echaba en la cama junto a su gato y lo abrazaba como si fuera un niño pequeño. —¿Cómo se ha comportado tu padre? ¿Te dio de comer?

El gato ronroneando comenzaba a jugar con las manos de Madelyn, ella sonrió y beso la cabeza de él.

—Tengo que ir a preparar mi sorpresa porque el hombre de la casa está por llegar. —dijo Madelyn mientras le daba una última caricia al felino y se levantaba de la cama para ordenar un poco la casa y recibir a Paul.

Mientras ordenaba la cocina escucho las llaves girar en la puerta, con rapidez fue al mismo lugar de antes y se escondió ahí sintiendo una sensación de nervios en su estómago, el cual no lograba comprender por qué.

Cuando la puerta se abrió Madelyn sintió como su corazón daba un vuelco, trato de pensar que todo era una confusión y que Paul no la estaba engañando. Que solo estaba invitando a su mejor amiga a casa, nada más.

—¿Tú limpiaste todo esto, Daisy? —preguntó la voz de Paul mientras observaba la casa completamente limpia.

—Si, solo he ordenado un poco la sala. —respondió Daisy aún sin mirar el departamento, ya que se encontraba de espaldas cerrando la puerta.

—¿Cuantas veces te he dicho que no limpies el departamento? —preguntó Paul mientras soltaba algunas risas, como si eso fuera gracioso para ellos dos.

Finalmente Daisy volteo a ver el departamento, notando que ahora se veía diferente y no estaba como ella lo había dejado.

—Eh, Paul. . . Yo no ordene todo esto. —dijo Daisy totalmente confundida.

—No mientas, ¿quien más podría haber sido? —pregunto Paul mientras se acercaba a Daisy y la tomaba por la cintura.

En ese momento Madelyn no pudo mentirse más a sí misma, no era una juntada de amigos, era otra cosa y lo estaba viendo en vivo y en directo. Luego de que su novio y la mejor amiga de él se dieran el primer beso, Madelyn salió de su escondite con ese brillo de tristeza en sus ojos. . .

—Fui yo quien ordenó todo esto, Paul. . . —dijo Madelyn detrás dea pareja de amantes, quienes se separaron a la velocidad de la luz apenas escucharon su voz.

—¡Lyn! ¿Qué haces aquí? ¿Cómo es que. . . —Paul temblaba del pánico al notar que su mentira había sido descubierta.

—Uno de mis shows se cancelo y quise venir a casa para que no te sientas muy solo, pero ahora veo que estabas muy bien acompañado. —dijo Madelyn mientras miraba seriamente a Daisy.

Detrás de ese rostro serio se ocultaba las ganas inmensas de llorar que Lyn tenía. No iba a llorar, no quería quedar como una débil ante ellos dos.

—Yo creo. . . Tengo cosas que hacer. —dijo Daisy mientras tomaba su bolso, pero Madelyn la frenó.

—¿Por qué no te quedas? Por lo que veo ya estabas muy bien instalada. —dijo Madelyn mientras notaba unas pantuflas junto a la puerta que no eran de ella.

—Ella no tiene la culpa de nada, Lyn. Es solo un malentendido. —dijo Paul mientras detenía a Daisy para que no se vaya, y seguramente para que lo ayude a defenderse.

—Si, y el malentendido lleva puesto hasta mis aretes. —solto Madelyn mientras señalaba las orejas de Daisy, donde llevaba unos aretes caros que le habían regalado a Lyn el día de su cumpleaños.

—Ni si quiera son buenos. —dijo Daisy mientras se los quitaba, totalmente roja de la vergüenza. Paul trató de detenerla antes de que ella pueda voltear e irse, pero no lo logro y solo se ganó un empujón por parte de ella.

—Madelyn, por favor. . . Déjame explicarte todo. —decía Paul mientras observaba a su novia cruzada de brazos.

—¿La traías a casa mientras no estaba? Como pudiste hacerme esto, Paul. —exclamo Madelyn derramando unas lágrimas. —Despues de todo lo que vivimos, ¿por qué?

—No me dejas explicarte. Solo cierra la boca y escúchame. —dijo Paul tratando de acercarse a ella, pero Lyn solo retrocedió.

—¡No quiero explicaciones de como la pasaban, quiero el por qué tú me hiciste esto a mi! ¡Esto no es sobre Daisy, es sobre tu y yo, y nuestra relación!—exclamó Lyn comenzando a perder la cordura.

—¡Lo hice porque ya no te amo, Madelyn! —exclamó Paul sin pensarlo dos veces.

El silencio invadió el departamento durante unos segundos, las lágrimas recorrieron las mejillas de Madelyn y la mirada de Paul evadió cualquier contacto visual.

—Bien, si ya no me amas. . . —Madelyn corrió a buscar sus cosas y comenzó a guardar todo en sus maletas. —Me iré muy lejos de aquí, nunca volverás a ver mi rostro o si quiera pronunciar mi nombre.

Paul al escuchar aquello corrí para intentar detenerla, pero lo único que ganó fue un rasguño en su brazo. Madelyn recogió todas sus cosas y llamo a su mejor amiga para que pase por ella, cuando Katherine le envió un mensaje de que estaba abajo, Madelyn fue directo a tomar sus cosas.

—No, el gato se queda conmigo. —dijo Paul mientras tomaba al gato y retrocedía con él.

—No, el viene conmigo. —dijo Madelyn acercándose a Paul para quitárselo.

—¿Para que te vayas por días y lo dejes solo? —acusó Paul mirando a la mujer que en algún momento amo.

Madelyn al escuchar eso bajo sus brazos y dejo que el ganará esa pelea, después de todo no iba a dejar que el gato sufra por su culpa, el felino ya estaba adaptado para vivir en ese hogar. Con lágrimas cayendo de sus ojos tomó sus cosas y salió por la puerta, sin siquiera decir adiós.

 Con lágrimas cayendo de sus ojos tomó sus cosas y salió por la puerta, sin siquiera decir adiós

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Mi suerte, Paul mescal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora