❄ A G R E E M E N T ❄

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Sí algo era una maldición para su padre —o al menos así era como lo veía él—, era tener una sola hija y mujer

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Sí algo era una maldición para su padre —o al menos así era como lo veía él—, era tener una sola hija y mujer.

A menudo siempre se preguntaba cuál era el mal que había hecho para no merecer más descendencia y un varón.

A diferencia de otros padres que optaban por preparar a sus hijas con la primera educación de calidad y decir "es mujer y será una muy fuerte", su padre había optado por mantenerla en la cajita de cristal que había construído, sí, tenía buena educación, pero no era algo que la volviera un talento en el mundo empresarial, sino como ser una buena esposa y altamente capacitada para ello.

Pero para su fortuna, aquello había acrecentado su deseo de comerse el mundo, y le demostraría que era más que solo una "buena esposa", sino sería una grande de los negocios.

Y lo estaba logrando, había egresado de la mejor universidad y con honores. Y aunque su padre le juzgaba, permitió moverse en el círculo.

Adira Nodalhard, era la pieza en el ajedrez de Aldric Nodalhard quién había fijado los ojos alto para prosperar su empresa y negocios en el extranjero, apuntando a los Egin para negociar en otros países sólidos, como Estados Unidos. Y aquello, lo iba a lograr mediante su hija.

—Bienvenido, Shiro Egin —murmuró Aldric, sonriéndole—. Me alegra que hayan optado por venir a Francia, me siento halagado de recibirles en nuestra ciudad.

—Por favor, Aldric no hace falta tanta formalidad. Nos conocimos en el doctorado —sonrío Shiro—, aunque han sido algunos años, no podría olvidar a un grande y mira que haz prosperado.

—Me adulas, Shiro. Es reconfortante saber que me recuerdas de años. ¿Ha ido bien el viaje?

—Sí, ha sido un buen viaje. Mi esposa esta encantada con visitar Francia.

—Es la ciudad del amor, después de todo ¿no?

Ambos señores rieron, aparentemente divertidos.

—¿Y qué tal la familia? —murmuró Aldric, sirviendo dos vasos de coñac.

—Bueno, no es una familia grande. Tuvimos la fortuna de tener dos en uno —rió Shiro—, aunque son gemelos, no tienen nada de parecido.

—Suele pasar.

—¿Qué hay de la tuya?

—Una sola hija, preciosa e inteligente, debo decir. Ha forjado un gran camino por sí misma —sonrió cómo sí eso le llenase de orgullo—, es mi más grande orgullo.

—Me lo imagino, nuestra familia deseo haber tenido una hija.

—Estamos igual, nos hubiera encantado tener al hijo.

—¿Y esta casada tu hija? —murmuró intrigado Shiro.

—No, ha sido difícil ahuyentar a cualquier pretendiente que surge. A decir verdad, he esperado a una buena propuesta de matrimonio.

ᴏɴᴇ sʜᴏᴛs | ʏᴜᴋɪᴏ ᴏᴋᴜᴍᴜʀᴀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora