Capítulo 3

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Rebusqué dentro de mi mochila del colegio y al encender el móvil pude notar varias llamadas perdidas en la pantalla principal, algunas de mis padres y otras de Anika. Decidí llamar primero a mis padres, era lo que debía hacer después de todo ¿no?

–¿Dónde has estado? ¿Sabes cuántas veces te llamé y no me contestaste? ¿Te haces una idea de lo preocupada que estoy? –Mi madre contestó al tercer timbre. "Hemos" escuché la voz de mi padre a lo lejos, ese era el principal defecto de mi madre, todo era ella.

–Estoy bien mamá, no se preocupen.

–Cariño escarmienta, regresa a casa, ya tendrás la oportunidad de ser madre cuando estés preparada, sabes que este no es el momento y que aún necesitas a tus padres.

–Mamá ya he tomado una decisión, no me harán cambiar de parecer, si quieren que regrese a casa acepten a mi bebé, de lo contrario tendrán que afrontar las consecuencias de sus actos.

–¿Esa es tu última palabra Karen?

–Esa es mi última palabra. –contesté y mi madre cortó la llamada. No pude evitar que un camino de lágrimas se formara desde mis ojos hasta la comisura de mis labios, pensé que llamaban para pedirme que regresara a casa, para decirme que aceptaban mi decisión de ser madre.

Marqué el número de Anika y al instante escuché su voz al otro lado de la línea.

–¿Karen? ¿Cómo estás amiga? Te estuve llamando y me preocupé mucho cuando no contestaste. ¿Estás bien?

–Es una larga historia. ¿Podemos vernos un poco antes de ir al colegio?

–Por supuesto, voy a tu casa enseguida.

–No. –La interrumpí. –Yo voy a tu casa.

–De acuerdo cariño, te espero. –Corté la llamada y volví a guardar el móvil en el bolsillo de la mochila. Me llevé una mano a la frente cerrando los ojos y haciendo masajes circulares para aliviar un poco el dolor de cabeza a causa del agotamiento. Tomé mis cosas y fui a casa de Anika.

Estaba tan concentrada en mis pensamientos que me percaté de que había llegado a casa de mi amiga cuando me detuve frente a la entrada. Llamé a la puerta y enseguida salió ella, claramente no esperaba verme llegar con maletas, su expresión lo demostró.

–¿Qué sucede? –preguntó preocupada.

–¿Puedo pasar a tu habitación con mis cosas? –Ella se limitó a asentir y nos dirigimos a su habitación. Nos sentamos en el piso con las piernas cruzadas y me miró expectante.

–Les conté a mis padres que estoy embarazada y me dieron a elegir entre mi bebé y vivir en casa. –Bajé la mirada y una lágrima cayó al suelo.

–¿Te han echado de casa? ¿Desde cuándo?

–Desde ayer.

–¿AYER? ¿Dónde pasaste la noche? –Su grito me tomó por sorpresa.

–Yo

–¿Dónde? –preguntó con tono autoritario.

–En un parque.

–¿Por qué no me llamaste Karen? Sabes perfectamente que puedes quedarte aquí todo el tiempo que sea necesario. –En ese momento me sentí como una niña que acababa de recibir un regaño de su madre.

–Necesitaba estar sola. Intenté hospedarme en un hotel pero no me alcanzaron los ahorros. –En ese momento las baldosas blanquecinas de la habitación de Anika me parecían realmente interesantes -a quien engaño, me encontraba tan avergonzada que no era capaz de mirarla a los ojos-.

Genfødt: Una historia de resilienciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora