Capítulo 6

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Luego de la boda vino la luna de miel, un romántico fin de semana en Roskilde visitando museos, catedrales, parques, paseos marítimos y festivales de música; una auténtica experiencia asombrosa. La adaptación de Joshua a nuestra nueva forma de vida y a Alexander fue lenta, pero supieron compenetrarse y llegaron a crear una maravillosa relación.

Con un poco de esfuerzo y valiéndonos de que mi trabajo como escritora fue obteniendo sus frutos logramos mudarnos a una casa propia y más amplia. Nuestro trabajo en la editorial era consumidor, teníamos muy poco tiempo libre, pero con el paso del tiempo fui alcanzando reconocimiento a nivel nacional y en tres años ya tenía dos novelas publicadas, en tres idiomas, en los cinco países nórdicos además de España, Reino Unido y Estados Unidos; poco a poco mis sueños se estaban cumpliendo y nuestro esfuerzo estaba cobrando sus frutos.

Mi matrimonio con Alexander si bien tenía altas y bajas, peleas y reconciliaciones, momentos de tensión e incluso monotonía en muchas ocasiones, hubiera estado más cerca de la perfección de haber logrado tener un hijo. A lo largo de esos años habíamos estado intentando concebir un bebé y no lo habíamos logrado, teníamos planeado asistir a una consulta de fertilidad en busca de ayuda especializada pero nuestros horarios laborales nos habían hecho posponerlo innumerables veces, hasta que por fin nos encontrábamos en una clínica, esperando a recibir los resultados de una serie de análisis que nos habíamos realizado semanas antes.

–Señor y señora Klausen –comunicó la joven recepcionista, nos pusimos de pie y tomados de la mano caminamos a paso decidido hacia la puerta de la consulta.

–Todo estará bien –susurró Alexander acariciando mi mano con sus dedos antes de abrir la puerta, sabía interpretar mi expresión y mis signos de nerviosismo.

–Buenas tardes finalmente tengo un diagnóstico, luego de revisar sus análisis he llegado a la conclusión de que el problema radica en usted, señora Klausen. –Comenzó a hablar la doctora Findersen cuando ya estábamos sentados en los asientos frente a su escritorio. Escuchar esas palabras hizo que algo dentro de mí comenzara a doler, deseaba tanto como Alexander volver a ser madre y saber que la causa de nuestros problemas para concebir era yo me dolía. –Padece de una condición llamada infertilidad secundaria, la cual ocurre cuando no puedes concebir luego de embarazos anteriores e incluso de haber dado a luz sin problemas.

–¿Soy infértil? –Las palabras abandonaron mi boca prácticamente interrumpiendo a la doctora de forma débil y a mis ojos cada vez le resultaba más complicado contener las lágrimas. Alexander colocó una mano sobre mi muslo, apretando suavemente en un intento de relajarme, pero me era prácticamente imposible.

Mis manos sudaban y temblaban y los latidos de mi corazón comenzaron a alterarse de tal forma que me resonaban en los oídos como si de una estampida de búfalos se tratara.

–Me temo que sí, pero existe una posibilidad. Usted presenta una obstrucción en sus trompas de Falopio por pequeñas adherencias alrededor de las trompas ocasionadas por una operación de apendicitis, pero afortunadamente el daño no es tan grave y existe la posibilidad de realizar una cirugía para corregir la alteración; sin embargo debe tener en cuenta que luego de la operación las posibilidades de volver a quedar embarazada son pocas. –Intentaba respirar y cada segundo que pasaba se me hacía más complicado, de repente todo se veía nublado como si las lágrimas que cubrían mis ojos se transformaban en una espesa capa de niebla que me impedía ver con claridad.

Me puse de pie a tropezones sin tener en cuenta los llamados de Alexander y de la doctora y salí de la oficina desconsolada. Cada palabra que había acabado de escuchar me había caído como un balde de agua fría, jamás imaginé que algo así podría pasarme, el hecho de tener un hijo me hacía estar segura de poder volver a embarazarme y resultaba que no era así.

Genfødt: Una historia de resilienciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora