Capítulo 8

3 0 0
                                    

Abrí los ojos y lo primero que sentí fue dolor en todo mi cuerpo. Moví despacio la cabeza inspeccionando el lugar y las paredes blancas, las máquinas y los cables me indicaron que se trataba de un hospital; quise cerciorarme preguntando dónde estaba pero un señor de bata y cabello blancos irrumpió en mi campo de visión y recibí la respuesta. Tampoco pregunté qué me había pasado, en seguida recordé que algo había ocurrido con el auto y supuse que había tenido un accidente.

–¿Cómo te sientes? –preguntó revisando mis ojos con una pequeña linterna.

–Muy adolorida –Me limité a contestar.

–Es normal, fue un gran accidente, aunque no tuvo heridas profundas si presenta fuertes contusiones.

–¿Cómo está mi bebé? –pregunté de inmediato y no me gustó la expresión lastimera del doctor.

–Lo siento mucho señora. –Esas palabras fueron suficientes para entenderlo todo. Un dolor agudo se alojó en el centro de mi pecho como si un rayo me dividiera el corazón a la mitad.

Anteriormente había sentido dolores agudos, ensordecedores, pero nada como ese; desde ese momento supe que nada podría compararse con el dolor de perder un hijo. Comencé a llorar desconsoladamente y el doctor se limitó a observarme.

–Debe llamar a algún familiar para que venga por usted. –comentó cuando logré estar más tranquila.

–Llamaré a mi mejor amiga.

–Si necesita algo puede presionar el botón que está a su lado izquierdo y una enfermera vendrá enseguida. La dejaré para que descanse. –Y sin más salió de la sala.

Tomé el teléfono que se encontraba en la mesita de noche con manos temblorosas y marqué el número de Anika, al segundo timbre escuché su voz.

–¿Dónde estás? ¿Por qué demoras tanto? –preguntó exasperada.

–He tenido un accidente, estoy en el hospital del centro. –Mi voz sonó entrecortada.

–Dios Kam voy enseguida. –soltó y seguido escuché el pito del teléfono en señal de que había colgado.

Minutos después la madera de la puerta crugió al abrirse con brusquedad y una Anika en ropa de dormir se paró frente a mí con los brazos en jarras y la mirada dura; sabía que no me esperaba nada bueno al verla así. 

–¿Me puedes explicar en qué estabas pensando para volcarte por un puente en construcción? –Mi expresión le demostró que no comprendía lo que estaba diciendo. ¿Me había volcado por un puente? Dios eso debió estar feo, con razón me sentía así.

–Creo que me desmayé al volante. –respondí y sus ojos se desorbitaron.

–¿Te desmayaste? –Su voz fue un poco alta a causa del asombro. –Debió ser por tanto estrés o por el embarazo. –Cuando hubo terminado de hablar noté el arrepentimiento en sus ojos, los míos se llenaron de lágrimas y ella se acercó un poco más a mí y tomó mis manos entre las suyas.

–Todo estará bien, lo superarás, eres una guerrera, recuérdalo. –Intenté sonreír pero solo pude emitir una mueca de tristeza. –Vamos te ayudaré a vestir para irnos a casa, ya firmé los papeles del alta. –No me había percatado, hasta ese momento, que traía una bolsa con ropa; el vestido se debió destrozar en el accidente. Con muchísima dificultad logré vestirme y el trabajo que me costó caminar de la entrada del hospital hasta el auto de Anika fue inmenso; hubiera deseado continuar en silla de ruedas.

Ya comenzaba a amenecer y eso captó mi atención, recordaba haber salido de casa sobre la medianoche, ¿Cuánto tiempo había pasado?

–¿Qué hora es? –pregunté enseguida cuando ya íbamos por la carretera.

Genfødt: Una historia de resilienciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora