CAPÍTULO 6

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Esta es la canción referenciada y recomendada para el capítulo:

I know it won't work - Gracie Abrams

Disfrutad de la Lectura y gracias por comentar.

La bestia estaba cerca. Sus botas se clavaban con fuerza en el suelo y, era ese golpeo molesto, el único sonido que Marcus escuchaba como advertencia del mal. Fritz traspasó el umbral, con la calma aterradora de la muerte.

Aquél silencio solo podía significar algo terrible.

Los andares de su madre eran más delicados, a diferencia. No hincaba los talones, como si levitase. Y tan dulce, incluso tarareaba con suavidad la nana que le solía cantar para dormir, cuando era un crío. Así Marcus sabría cuando era ella, y cuando era él. Estaría preparado.

- ¿Has reflexionado estos días? -pregunta su padre, quien le da la espalda. Algo tiene entre las manos, algo deja en una mesa rancia del sótano, llena de polvo. Suena a metal.

- Sí. -Marcus se acerca a los barrotes, tratando de discernir, en plena umbra densa, qué es lo que Fritz está haciendo.

- Espero que hayas considerado esa asquerosa forma de ser. -añade, con la tranquilidad de quien no ha conocido jamás la culpa-. Porque no estoy con ánimo de que se vuelva a repetir. Llevamos ya mucho, mucho tiempo, alargando este problema.

- No va a pasar.

Y qué le podría decir, más que lo que quiere oír.

- No estoy dispuesto a seguir teniendo a un marica como hijo.

- ¿Qué es eso? -interrumpe aquél monólogo tétrico. La pasividad con la que su padre comparte lo que piensa de él, le aterra. Conoce ese sosiego y sabe que sólo puede provenir de una idea horrorosa. ¡Todavía no le mira! Marcus quiere que se dirija a él de frente, aunque le ponga mala cara. Quiere verle las manos. ¿Qué mierda está haciendo? ¿con qué juega? Sonidos fríos, una bandeja de metal.

- No lo haremos aún, Marcus. -suspira con hastío y, de una vez por todas, le encara. De forma premeditada, levanta el brazo y dirige la jeringa que portan sus duros dedos al único rayo de luz que se cuela desde el primer piso, para que su material brille frente a los ojos del menor, en son de amenaza-. Y me gustaría pensar que no tendremos que hacerlo. No quisiera tomar medidas más drásticas.

- ¡¿Qué?! -Marcus retrocedió en su celda, sobresaltado. Las pupilas se el contrajeron de puro pavor y el sudor brotó helado, a gotitas constantes sobre sus sienes. Necesitaba huir de ahí pronto, su vida corría un peligro real-. ¡No estamos en el 1942! -levanta la voz, despavorido. Sabe perfectamente las atrocidades en las que su padre estuvo involucrado durante el holocausto, los crueles experimentos con personas inocentes por lograr una raza superior, por convertir soldados en armas indestructibles a las que mandar a la guerra. Sabe todas las muertes que aquellas pruebas provocaron, el dolor, las deformidades, las enfermedades. Cómo iba a ser capaz Fritz de recurrir a ello con su propia carne, con su hijo.

- Es testosterona. -menciona con sequedad y, aunque el pronóstico no jugase a favor de Marcus de todas maneras, este respira con un ligero alivio.

Se había imaginado ya cómo mil tumores aparecían bajo su piel, cómo su sangre se convertía en veneno y sus huesos comenzaban a romperse al caminar sobre unos pies azules. Pero era testosterona, lo cual también le generaría graves problemas de salud en una dosis alta. Sin embargo, no sería un experimento digno de la segunda guerra mundial.

- No lo hagas.

- Es una advertencia. Quiero ver cambios, Marcus. Cambios reales.

- Me buscaré una novia.

GEN MAO-ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora