CAPÍTULO 8

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Esta es la canción
recomendada para el capítulo:

Summertime - My chemical romance

Disfrutad de la Lectura y gracias por comentar.

- Quiero que me muerdas.

La afónica voz de su gemelo verbalizando tal petición, su aliento chocando contra la zona erógena que suponía su oído, hicieron a Bill tener que matar un gemido tonto en su garganta. Sentía como si miles de agujas finas se clavasen en todas y cada una de sus terminaciones nerviosas, estimulando su sistema. Su cuerpo vibraba de excitación, por aquello a lo que su imaginación cedía, y por el alcohol que llevaban, ambos, en las venas. Otra vez, se encontraba a sí mismo estremeciéndose bajo el cuerpo feroz, accediendo a los deseos inmorales de Tom como si fuese un mísero títere.

Pese a la invasión veloz de miles de pensamientos impuros, no tardó en someter su voluntad. En cuanto Tom se alejó de su oreja, Bill le agarró la cara, extendiendo sobre sus pómulos las falanges delgadas, frías y pálidas. Entonces, miró durante unos segundos, tan largos como asfixiantes, a los ojos del mal y juró nunca haberse sentido tan vivo. Empujó con cuidado la cabeza de su hermano y el manjar de su cuello fue expuesto al peligro de sus incisivos afilados y su ambición casi felina. Sus orbes chispeantes, más oscuras que de costumbre, observaron con deseo voraz la tez, decorada en lunares, de su otra mitad. El corazón bombeaba sangre con tanta fuerza que parecía querer abandonar el pecho de ambos y, cuando Tom quiso reaccionar, Bill ya comía de su cuello.

El mayor guió la diestra hacia la nuca del menor, acariciando su columna en el proceso, de forma bruta. Le enganchó por el pescuezo y presionó sus huesos, contra sí mismo. Bill mordía, más fuerte. Sus dientes marcaban como cuando era un niño con la diferencia de que, aquella noche, tenía todavía más fuerza. Sus labios hambrientos recorrieron la garganta y fue bajando sin control, mordiendo incluso por encima de la ropa; tela fina y cuero. Iluso, había llegado a creer que aquellos años de autocontrol habían servido de algo, pero lejos estaba de la verdad y Tom lo supo desde el primer encuentro. Hirió uno de sus hombros, grabó su dentadura en la parte interna de su bíceps derecho, y abrió la boca para abarcar la carne de su cadera cuando Tom le agarró del pelo y tiró de él, con fuerza, hacia arriba.

- Suficiente. -declara, con la voz agitada y los ojos inyectados en una especie de deseo letal. Una mirada que parecía declararle la guerra a Bill, con rabia y amor.

- ¿Suficiente? -se queja el de mechas, negando con desespero, y sin un permiso, vuelve a atacar.

Tom le empuja contra el capó y niega, repasando con la punta de la lengua su propio piercing brillante.

- Agh. -gimotea Bill. Sus vertebras sobresalientes sufren de más con los golpes en superficies planas y duras-. No lo entiendo.

- Yo decido cuándo empieza, también decido cuándo acaba. -advierte el de trenzas negras, girando la cara hacia la oscuridad de la calle. Con calma, se saca un cigarro.

Bill queda mirándole desde su postura sobre el vehículo, recostado y con un semblante incrédulo. Su respiración cede progresivamente al ritmo natural, mientras recapitula y repara en cada movimiento de la noche. ¿Qué cojones pasa con Tom? Primero, casi se carga a Marcus, lo cual no es insignificante y, ahora, juega con su cabeza, mueve sus hilos al punto de cortarle la respiración. Luego se enciende un cigarro. Así, sin más. Como si no acabase de hacerle sentir que el canibalismo podría considerarse un lenguaje de amor poco convencional.

- Eres un imbécil. -espeta Bill, aprovechando el ángulo para lanzar una patada contra la cadera de su hermano, quien se tambalea superficialmente.

- Da las gracias de no haberme tirado el piti.

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