Capitulo 3

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Te preocupó que la chica se hubiera lastimado, ella seguía con la vista en suelo murmurando su dolor.

Su aroma leve de jazmín y rosas podía ser distinguido. Era una omega y con más motivo le preguntaste:

—¿Te encuentras bien? —Le ofreciste tu mano.

¿Qué hace una omega en ese estado a estas horas? Cualquier omega corre el riesgo de ser abusado a estas horas.

Tomó tu mano sin verte a la cara y se sacudió la ropa, cuando reiteraste tu pregunta por fin te dirigió su atención, sus mejillas se ruborizaron ante tu presencia dominante. Tus feromonas llevaban consigo un aroma dominante y autoritario que impregnaba el aire, creando una atmósfera de poder y control absoluto ante cualquiera. La fragancia intensa y penetrante de notas amaderadas y especiadas se entremezclaba, envolvían la presencia de la chica en una sensación de sumisión instintiva. El aroma parecía emanar un aura de autoridad inquebrantable, una presencia que exigía obediencia y respeto.

Sin embargo, debajo de esa dominación y autoridad, se ocultaba un matiz siniestra y terrorífica. Un toque de misterio y temor se filtraba en el aire, como si las feromonas desataran instintos primarios de supervivencia. El aroma evocaba imágenes de oscuridad y peligro, generando una sensación de cautela y perturbación si alguien la percibía, en cambio la joven parecía cómoda ante ti.

La combinación de estas feromonas con un aroma dominante, autoritario y terrorífico creaba una presencia imponente y aterradora. Era como si el poder absoluto y el temor se fusionaran en una fragancia, generando una sensación de dominio indiscutible y un escalofrío en la espina dorsal de aquellos que se encontraban cerca.

No le impidió a la chica actuar inconscientemente.

—¿Soy linda? —Agarró tu mano entre las suyas y observó detenidamente el color de tus ojos violetas con determinación.

Seguías viendo sus manos, había pasado mucho tiempo desde que el cálido tacto de una mujer omega te tocaba, siempre procurabas evitarlas, la fragancia te provocaba rechazo. Esa chica era diferente a todas.

Un silencio incomodo se apoderó entre ambas por la pregunta. No tenías idea de qué responder, si dar un alago lastimaría a tu difunta esposa.

—Creo...

En lo que intentabas responder; las náuseas de Momo aumentaron, dejando tu traje manchado y zapatos...

No puede ser... esto es tan asqueroso.

Te mostrabas impactada por el vómito de la chica, era imposible ocultar aquella mezcla de sorpresa, disgusto y asco. Tus cejas se fruncieron en una expresión de desagrado; el ceño fruncido reflejó tu incomodidad y el malestar que invadía tu rostro.

Tu escolta apartó a Momo después de aquel incidente, se disculpó por no haberlo evitado.

—Llévala a la suite, es peligroso que este tan tarde en la ciudad —ordenaste; para también cambiarte la ropa, no podías creer que alguien te vomitara encima.

Regresaste al hotel que te hospedaba cuando tu escolta cargaba con Momo como un saco de papas. La joven decía incoherencias de camino a la suite, no evitaste plantarle tu mirada con cierta curiosidad sobre ella, tenía una similitud a tu esposa a diferencia de los pechos; los de tu esposa eran más pequeños y eran los ojos azules.

En años lograste sonreír por una chica que simplemente se topó contigo, te causó gracia la situación, reías porque incluso al escolta le preguntó lo mismo que a ti, la serenidad del hombre parecía un muro imposible de votar por la interrogante.

Las puertas del elevador se abrieron dando paso a la suite lujosa de elegante diseño y detalles suntuosos que deslumbraron la existencia embriagada de Momo.

𝐋𝐀 𝐎𝐌𝐄𝐆𝐀 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐏𝐑𝐄𝐒𝐈𝐃𝐄𝐍𝐓𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora