Capitulo 9

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La puerta de entrada al apartamento se deslizó abriéndose, y la presencia de Yaoyorozu iluminó la habitación, aunque ni siquiera la miraste. Te diste cuenta de que habías estado sumida en un sueño durante siete horas, un sueño que, para ser tan breve, te resultaba inexplicable.

—Aún tienes el rostro marcado por el sueño —dijo Yaoyorozu acercándose a ti. Sus manos se alzaron para sostener tu rostro y secar las lágrimas que aún quedaban.

Frotaste tu rostro en su palma, depositando tus manos sobre las suyas.

—Dios mío, estás ardiendo. ¿No te sientes bien? —su rostro mostraba preocupación y negaste de inmediato—. ¿Quieres que te ayude a ducharte?

Con un tono rojizo en las mejillas y ojos violetas vidriosos, te negaste nuevamente, abandonando la habitación en silencio para sumergirte en la ducha y calmar la fiebre que te atacaba.

Desde la cocina, Yaoyorozu sugirió:

—¿Te gustaría probar natto?

Sin embargo, ante la falta de respuesta, sus pensamientos se tornaron oscuros, temiendo que tu salud hubiera empeorado. Rápidamente, sus pies la llevaron corriendo hasta el baño.

Por favor, que estés bien, rogó internamente.

Al abrir la puerta del baño, se encontró contigo, semidesnuda.

—¡Lo siento! —se disculpó, pero no dejaba de mirarte. Por primera vez, vio una reacción más humana y tierna de tu parte.

La elegante mujer se sonrojó ante Yaoyorozu, tus ojos brillaron de manera única. Tomaste tu camisa intentando cubrirte, y ella cerró la puerta, suspirando con el corazón acelerado. Aquella sensación de lujuria inundaba su cuerpo, mientras se preguntaba qué habría pasado por tu mente en ese momento.

Su memoria al ser tan perfecta jamás olvidaría aquella mujer alfa cuya presencia destacaba en cualquier escenario. Su complexión física era atlética, sus músculos levemente marcados conferían un aura de poder natural. El cabello, de un resplandeciente platino, ondeaba con gracia, y sus ojos, un violeta profundo, irradiaban intensidad y resolución.

El rostro de esta mujer reflejaba una fusión única entre dureza y belleza. Rasgos angulares y definidos destacaban su carácter decidido, mientras que su mirada firme parecía capaz de superar cualquier desafío. Sin embargo, detrás de esa fachada de fortaleza, había momentos de timidez que revelaban una vulnerabilidad encantadora. En esos instantes, sus ojos violetas perdían un poco de intensidad, su postura firme se relajaba tímidamente, añadiendo complejidad a su intrigante personalidad. En ese tiempo pasado, su presencia dejaba una huella imborrable.

Nunca antes había sentido una atracción tan intensa hacia alguien... esto es peligroso, se confesó Yaoyorozu.

En la cena, un silencio aturdidor se extendía entre ambas, hasta que Yaoyorozu decidió romper esa atmósfera incómoda.

—¿Recuerdas la Fundación Cerezo? —preguntó Yaoyorozu con una sonrisa.

—¿La de los niños? —alzaste una ceja.

—Sí, esa misma. Mañana dará apertura a veinte niños, las hermanas de la iglesia extranjera quisieron apoyar llevando a los niños. ¿Te gustaría ir conmigo mañana? No es necesario que vayas como la presidenta, solo como una persona común.

Por un momento lo pensaste, pero tu esposa amaba a los niños, y no ir sería una falta a su memoria.

—Iré... pero veré a los niños desde lejos, no quiero involucrarme mucho —esa expresión melancólica apareció de nuevo.

𝐋𝐀 𝐎𝐌𝐄𝐆𝐀 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐏𝐑𝐄𝐒𝐈𝐃𝐄𝐍𝐓𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora