Capítulo 6

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Siempre te habías culpado por la muerte de Hizako, tu difunta esposa, y esta culpa se aferraba a ti como una sombra persistente. Cada día, su ausencia pesaba más y más, el agujero en tu corazón que parecía imposible de llenar. La mera idea de sentir afecto por alguien más o, aún peor, de estar íntimamente con alguien, te inundaba de sentimientos encontrados. ¿Cómo podrías dejar atrás a la persona que habías amado y perdido de manera tan trágica?

Iida, por su parte, tenía una conexión especial con Hizako, una relación que iba más allá de la amistad. La última voluntad de Hizako resonaba en su mente, una frase que ella había pronunciado mientras acariciaba su vientre hinchado por el embarazo:

—Si algún día llego a morir, quiero que cuides de _____, ella es tan, tan frágil sin mí.

En ese momento, Hizako estaba sentada en una silla mecedora, su mirada llena de amor y preocupación mientras hablaba con Iida.

—No sé si podré hacerlo, Hizako. El día que tú no estés, _____ no será la misma... —respondió Iida, su voz llena de inquietud.

Hizako sonrió con dulzura, como si supiera que su tiempo era limitado.

—Cuida de _____ como si fuera tu hija, hermano —dijo, su voz suave pero firme.

...

Iida visitaba tu casa a diario, pero últimamente no se le permitía entrar. Anhelaba saber cómo te encontrabas, estaba preocupado por tu bienestar. Sin embargo, después de la intimidad compartida con Yaoyorozu, temiste por ti misma y la posibilidad de olvidar a tu esposa con la presencia de otra persona. Para evitarlo, decidiste cortar el contacto con el mundo exterior, cerrando las puertas de tu vida a todos.

Esta decisión no afectó tu gobierno, pero quien más la sufrió fue Yaoyorozu. Ella siempre esperaba verte, anhelando tu compañía, pero aquel último día, se sintió rechazada y avergonzada. Ver a una mujer llorar después de haber compartido un momento íntimo la hizo sentir incómoda y fuera de lugar en tu vida.

Iida, por otro lado, entró a su oficina con una expresión de desesperación en sus ojos.

—Yaoyorozu, necesito tu ayuda —exclamó, su voz cargada de angustia.

—¿Sí? —contestó, omitiendo lo que estaba haciendo.

—Es _____, no ha salido de casa en más de una semana. Me preocupa que le haya sucedido algo.

—Pero yo no puedo entrar —Dijo, dejando caer los hombros, sintiendo una mezcla de impotencia y culpa.

—En realidad, eres la única capaz de entrar y ayudarla. Creí que yo podría, pero me equivoqué, no puedo hacerlo solo —Iida miró a Yaoyorozu con tristeza y agotamiento mental—. Te ruego que la ayudes.

Iida se arrodilló ante Yaoyorozu, quien inmediatamente le pidió que se levantara, haciendo que se comprometiera.

—Haré lo que pueda, sin embargo, no prometo nada —respondió Yaoyorozu con incertidumbre.

La relación entre tú, Iida y Yaoyorozu se volvía cada vez más complicada, con secretos y emociones enredados. Pero, ¿qué podría descubrir Yaoyorozu sobre la historia detrás de la relación de Iida contigo y tu esposa?

...

Yaoyorozu se encontraba frente a la imponente casa, observando las enormes verjas que separaban el mundo exterior de tu morada. Su determinación por ayudarte la impulsó a superar este obstáculo, incluso si eso significaba saltar los altos muros que rodeaban tu casa. La falta de seguridad más estricta le ofrecía una oportunidad que no podía dejar pasar.

𝐋𝐀 𝐎𝐌𝐄𝐆𝐀 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐏𝐑𝐄𝐒𝐈𝐃𝐄𝐍𝐓𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora