Epílogo

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- Capítulo 19-

Ocho meses después.

-"¡No me jodan!" - Grito Seulgi dándole un golpe a la tierra con su pie desnudo. -"tienen diez segundos para decirme dónde diablos esta Joohyun".

Los cuatro hombres miraban con ojos abiertos a la linda ricura de metro sesenta, unos ojos castaños como el suave y delicioso chocolate, y un largo y sedoso cabello azabache, de no ser por el vientre redondito de nueve meses, cualquiera habría apostado que era una bailarina exótica. La mayoría de los machos en la manada pensaban que la pareja de la hija del Alfa era una cosita dulce, eso hasta que la veían cabreada.

-"No sabemos donde está"-se atrevió a responder Oh Sehun. Era un hombre de metro ochenta y cinco, con musculatura de boxeador, de esos de peso completo, y al igual que los otros tres guerreros de la manada, temblaban bajo la mirada castaña de la pequeña gatita.

-"Ella dijo que vendría a la tienda de la aldea a traerme unas fresas y aún no ha regresado"-el dulce pucherito le arranco un suspiro involuntario a los terribles centinelas -"yo de verdad quería probar unas cuantas".

-"Nosotros la buscaremos"- se ofreció Chanyeol, aún a pesar de que acababan de llegar de su vigilancia nocturna. -"mientras usted señorita debería de regresar a la cabaña."

La sonrisa de la temible gatita, ilumino la mañana de los feroces centinelas. Dentro de la manada todos preferían buscar a la joven felina para hablar respecto a temas que probablemente harían que el gran Alfa y su hija patearan sus culos. Cuando Seulgi era quién daba las noticias, tanto Joohyun como el alfa se tomaban las cosas con bastante más calma.

Seulgi suspiro, tal vez lo mejor sería dejar el trabajo de búsqueda para los lobos, ella ahora se sentía demasiado pesada para andar rastreando a su pareja fugitiva. Pateando las hojas secas que tapizaban el camino de grava, comenzó a caminar rumbo a la acogedora cabaña que compartía con Joohyun.

La brisa fresca del otoño mecía las ramas de los grandes árboles que flanqueaban el camino, dejando caer sobre Seulgi las hojas, como si se tratara de nieve dorada. Respirando profundamente lleno sus pulmones comprimidos con el aire puro de la mañana. Por lo visto sus cachorros también se sentían con ánimos para jugar, ya que comenzaron a patear desde dentro a su madre sin ninguna contemplación.

-"Calma, niños"- trato de entrar en razón a las crías no nacidas. -"dejen de patear a Mami. Necesitamos regresar a la cabaña, tal vez su madre ya está allí con nuestras deliciosas fresas."

Desde el día anterior no quería más que comer frutas y beber agua. La comida le caía pesada o definitivamente no le apetecía. Al sentir que las crías dejaban de jugar a la pelota con sus riñones, continuo con su caminata matutina.

Tardando tres veces el tiempo normal que le llevaría en llegar a la cabaña, alcanzo su meta. Sentándose con cuidado en la banca que tenían en el porche, suspiro cansada. A veces todo era demasiado para ella. Apenas si había llegado a la mayoría de edad y ya estaba emparejada y con crías en camino, porque su loba fanfarrona no podía nada menos que preñarla con gemelos.

Secándose unas gotas que se le resbalaron por las mejillas, se dio cuenta de que estaba llorando. Bien, era cierto que era feliz, muy feliz al lado de su pareja, pero la herida en su corazón sangraba de vez en cuando. Ya habían pasado ocho meses desde que su padre la sometiera a la prueba ante el Consejo para saber si estaba esperando un bebé, todavía le daba escalofrío recordar como palparon su vientre, como estrujaron a sus cachorros sólo para comprobar algo que ella había gritado que era verdad. En las noches a veces despertaba llorando como una pequeña cachorra, de no ser por los mimos de Joohyun, estaba segura que no podría volver a conciliar el sueño nunca más.

𝐂𝐔𝐀𝐍𝐃𝐎 𝐄𝐋 𝐋𝐎𝐁𝐎 𝐀𝐓𝐑𝐀𝐏𝐎 𝐀 𝐒𝐔 𝐆𝐀𝐓𝐎| 𝑺𝒆𝒖𝒍𝒓𝒆𝒏𝒆 G!pDonde viven las historias. Descúbrelo ahora