Eddie ve sus ojos en medio de la noche, ella no está sonriendo.
— Ya sabes que lo haré— las manos de la chica viajan desde sus piernas hasta el pantalón de él. Eddie parece retorcerse en el asiento, cierra sus ojos.
—Cariño, estamos en el coche— Eddie suspira, siente cómo la chica baja el cierre de su pantalón. Pixie sonríe, sabe que una vez volviendo a casa, ellos seguirán siendo amigos, entonces toma su oportunidad, piensa en el egoísmo, no está orgullosa de lo que quiere hacer, pero sabe que ella es quien puede poner las reglas entre ambos—Pixie...
—Sólo cállate— la chica susurra en su oído—Haré lo que yo quiera— sus manos comienzan a jugar con él, suaves y delicadas como una pluma. Los vidrios están hasta arriba, la humedad del ambiente hace que estén empañados, desde afuera, nadie podría reconocerlos, además que ambos no son las personas más conocidas en el pueblo. Pixie Waldron siempre ha pasado desapercibida en cada lugar por el cual pasa.
Eddie echa el asiento hacia atrás, Pixie le sonríe, tiene sus manos puestas en él, apoya su cuello en el respaldo del asiento, muerde su labio inferior mientras siente sus manos acariciarlo.
—¿Por qué quieres matarme de esta manera?— pregunta en un susurro.
— Ya me han matado muchas veces, siempre soy la perdedora del juego— ella habla como si aquello fuera la cosa más normal del mundo, probablemente sí lo sea. Sabe que probablemente esté arrepentida a la mañana siguiente, y se cuestione durante toda la semana acerca de lo que ha hecho. Jamás se ha criado con los valores de masturbar chicos en sus coches, pero tampoco la han criado para haberse metido con el novio de su hermana en ese entonces. Sus manos pequeñas y frías parecían haber estado entrenadas para ese momento, cuando la verdad es que jamás ella lo ha intentado con otro chico, la única alma con la que Pixie quiere fusionarse y jamás dejar, es Edward Munson.
Ella ya lo sabe, es un encuentro de verano, y cree que incluso si ella tuviera ese ''algo'' lo podría dejar en pausa sólo para poder entregarse a Eddie, una vez más, porque sabe que en otro reencuentro, las cosas podrían ser completamente diferentes, sabe que en otra ocasión, ambos podrían ya no amarse más, y podrían tener otros novios a los cuales no valdría la pena engañar, pero ahí están nuevamente, en el coche de Eddie, como siempre, vuelven a coincidir, como si tuvieran una especie de imán incrustados en sus planos más profundos, como si estuviera implantado en sus huesos, en sus médulas. Ella ve su perfil con el vidrio del coche de fondo, ver sus pestañas hermosas e injustamente crespas para un simple hombre, siendo que ella pagaría por tenerlas, aunque Pixie ama que Eddie tenga todo de la manera más perfecta, aunque sabe que es un chico con miedo y ella también es una chica con miedo. El miedo siempre ha marcado gran parte de su vida, desde que era una niña. Una vez que su padre murió, Pixie experimentó su dolor máximo, probablemente nunca se lo dijo a alguien, nunca lloró como debió hacerlo, quizás esas lágrimas envenenaron su alma, pero por dentro, quedó como una herida sin cicatrizar, junto a Eddie. Pixie comprendió que jamás podría volver a experimentar un dolor tan grande como haber perdido a su padre, después de aquello, se ha propuesto eliminar de a poco el miedo, vivir sin él, suena lindo, es algo imposible, pero vivir importándonos menos por las cosas malas que pueden resultar, podría ser algo favorable, sobre todo en estas situaciones, donde los caminos siempre podrían arrojar un mal final.