PRÓLOGO

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FRONTERA ENTRE COREA DEL NORTE Y COREA DEL SUR

CASA DE APUESTAS RAMÉ

En la entrada del lugar, había una leyenda escrita:

"para salir de aquí, debes perder algo"





Intentando poner sobre aviso a toda persona que estaba por poner un pie dentro de esa casa de apuestas, quizá solo era una tonta leyenda o un grito de advertencia que muchas personas ignoraban; pero la mirada de Park Jimin solo se enfocó en las luces destellantes que hipnotizaban a cualquiera que las mirara fijamente. Además, todo lo que implicaba un riesgo le parecía excitante, porque sabía que siempre se salía con la suya o en su defecto, llegarían a su rescate.

—   ­­­­¡Ladies and gentleman! — el caballero hizo una ligera reverencia al público — esta noche hemos conseguido el mejor atractivo visual para ustedes — su voz sonaba extasiada y los gritos del público comenzaron a llenar todo el lugar — Sabemos que sus bolsillos están llenos y ustedes impacientes, pero antes de comenzar permítanme recordarles las reglas.

El caballero se acomodó correctamente al centro del escenario, nadie podía ver sus expresiones, ya que llevaba puesta una máscara blanca que cubría todo su rostro. Todos los observaban ansioso, a pesar de ser personas con dinero, su calentura hacía que perdieran su compostura, rebajándose vulgarmente ante un culo.

—No se permite lanzar objetos — enumeraba con sus dedos, mientras su otra mano sostenía el micrófono — No se permite masturbarse en público, por favor evítenos la pena de manchar el escenario de sangre — dejo salir una risa burlona, al igual que él público — y la regla más importante — Todos guardaron silencio — Está prohibido tocar a las bailarinas, por favor, no cruce la línea.

El caballero hizo reverencia y bajo del escenario.

El piso del escenario se ilumino, el público siempre hacía caso omiso a esa última regla, sobre todo las personas que entraban por primera vez. Por esa razón, una jaula comenzó a descender del techo, rodeando por completo el escenario

La razón por la que todos los espectadores se lanzaban como animales hacia las chicas, era por la loción que estaban obligadas a usar, un afrodisiaco tanto para hombres y mujeres que hacía que perdiera el control, era como una droga para ellos. Y fue creada con toda la intención de que perdieran el control.

El caballero que hizo la presentación, se acerco temeroso a tres sillas que se encontraban en la oscuridad, donde solo se podía ver las piernas de aquellos caballeros.

—¿es la chica que te pedí? — preguntó en voz grave, cruzando las piernas.

—S-sí amo — contesto titubeante. Inclino la cabeza, sin verlo a la cara.

—Está de más decir, que estas muerto si no me gusta lo que veo — dio un sorbo a su vaso, lleno de hielos y un poco de whiskey. Estiro el brazo dejando a luz el vaso que estaba vacío, inmediatamente el personal que estaba cuidando de ellos, lo rellenaron.

Una mano se dejó ver ante la luz, chasqueando sus dedos finos y señalando el piso; el caballero trago saliva y se colocó de rodillas, para después acomodarse en una posición de cuatro puntos delante de su amo, quien inmediatamente recargo sus pies en la espalda del caballero, usándolo como mesilla de reposo.

La música inició a la par del juego de luces, pero pronto el público comenzó a desesperar al no ver a nadie salir. Y cuando todo estaba por ponerse tenso, entro una persona al escenario. La audiencia no entendía lo que veía, pero no le disgustaba en lo más mínimo lo que tenían frente a ellos. 

—¿Quién mierda es ese? — susurró por lo bajo. Inclino su torso, dejando al descubierto su cicatriz en el ojo derecho. El caballero que se encontraba sosteniendo los pies de uno de sus amos, maldijo en su mente al ver aquel chico parado en el escenario, no se explicaba de donde había salido y como logro llegar ahí. Solo sabía que estaba en serios problemas.

Aquel joven de rasgos afeminados, con piel blanca como la nieve, unos labios carnosos y tan bien hidratados que brillaban, su mirada sensual y provocadora que pondría a hombres y a mujeres a sus pies y, por si fuera poco, un cuerpo que volvería loco a cualquiera; baila con delicadeza, pero a la vez incitando a cualquiera que lo miré. Así era él, estaba obsesionado con ser el centro de atención. Jugaba con su cabello rubio, mientras su cuerpo se deslizaba ligeramente sobre el tubo. Sin miedo a lo que podría pasarle.

Grave error.

—¡Oh, carajo! — comenzó a reír a carcajadas, con esa risa llena de locura —¡Ni siquiera me he drogado y ya me la estoy pasando de puta madre! — aplaudía y se retorcía sin control, dejando ver su rostro ante la luz. A pesar de ser de noche, usaba unos lentes negros, que deslizo un poco por el tabique de su perfecta nariz definida, mirando directo al hombre que tenía a sus pies.

—¿L-Le gusto a-amo? — pregunto con un poco de alivio, sin saber que su amo no se refería a eso.

—Eres hombre muerto — intentaba contener su risa psicópata.

Inmediatamente, el pelinegro de la cicatriz en el ojo, tomó el picahielos que estaba a un lado de él y sin darle la oportunidad de hablar, se lo clavo directo en el ojo, traspasando la máscara. El hombre gritaba desesperado de dolor, llamando la atención del público y del chico que se encontraba en el escenario. 

Se quedo paralizado al ver tan horrorosa escena, su piel se enchino al escuchar la risa maniática del pelinegro que parecía disfrutar del dolor de aquel hombre, pues entre más gritaba, más se retorcía de la risa. En ese momento, Jimin quiso escapar, pero el tercer hermano salió de las sombras dejando ver su rostro ante todo el público.

—¿A dónde vas bonito? — rodo los ojos al escuchar los gritos de aquel hombre apuñalado del ojo— ¡CALLATE! — piso el cráneo del hombre, aplastándolo inmediatamente y salpicando por todos lados de sangre. Regresando su mirada al rubio, esa mirada escalofriante y aterradora como los ojos de un dragón.

El rubio parpadeo varias veces no podía creer lo que acababa de ver, trataba de gritar, pero estaba sin aliento, solo podía escucharse un pequeño balbuceo que salía de su boca. Fue entonces cuando se dio cuenta el peligro que corría en ese horrible lugar. Sus ojos se cristalizaron ante el miedo que sentía.

—¿la puta va a llorar? — el pelinegro dejo de reír y sonrío de oreja a oreja — Te daré una buena razón para que llores — Se levantó de su silla y abotono su saco — ¡LEVANTEN LA REJA!

La reja ascendió lentamente, la audiencia comenzó a subir al escenario y a rodear al rubio. Entre lágrimas, Jimin pudo reconocer un rostro a lo lejos, que lo miraba con desaprobación — Llegaste-te, hermanita — titubeo.

L I N EWhere stories live. Discover now