Acorde en el Corazón #PGP2023

El Sabor Agridulce de la familia

Días después, mientras me dirigía a la biblioteca para presentar mi renuncia, sentía que mi corazón se afinaba con nuevas melodías. Mis pensamientos eran como partituras, llenos de notas y acordes que daban vida a mis futuros proyectos. Al salir de la biblioteca, como un acorde disonante, vi una escena que me dejó sin aliento: dos chicos abrazándose, como dos notas que se fusionan en una armonía perfecta. Reconocí a Daniel, mi dulce amor perdido, y su ex, Adrián, como dos acordes que alguna vez se mezclaron pero que ahora tocaban notas diferentes. Pero antes de que pudiera procesar lo que estaba viendo, Adrián se separó del abrazo y besó a Daniel justo frente a mis ojos.

El compás de mi corazón se aceleró al ver ese beso frente a mis ojos, como si alguien hubiera pulsado todas mis cuerdas emocionales al mismo tiempo.  Caminé en dirección contraria, tratando de ignorar la realidad que me aplastaba. El dolor era abrumador, pero me aferré a la idea de seguir adelante, aunque las lágrimas luchaban por escapar de mis ojos.

Salí corriendo de aquella escena desgarradora y busqué refugio en un pequeño parque cercano. Me senté en una de las bancas, sintiendo cómo la tristeza se apoderaba de mi pecho mientras reflexionaba sobre lo que acababa de presenciar. Mi mente era un caos de pensamientos y emociones, como una partitura desordenada que buscaba encontrar su armonía.

De repente, un chico de porte elegante se acercó a mí, como una nota armoniosa que interrumpió el caos de mis pensamientos. Me preguntó con voz suave y compasiva: "¿Estás bien?" No supe cómo responder, mis palabras parecían atoradas en mi garganta, pero logré asentir con un gesto débil.

Sus manos tomaron las mías con delicadeza, acercándolas a él como si quisiera brindarme consuelo con un acorde reconfortante.

El chico era de cabello castaño claro, cayendo suavemente en ondas que enmarcaban su rostro. Sus ojos eran de un azul intenso, como el cielo en un día despejado. Brillaban con una chispa de comprensión y amabilidad, reflejando una profundidad que parecía trascender el tiempo.

Su rostro era armonioso, con rasgos suaves que denotaban calma y serenidad. Una sonrisa gentil curvaba sus labios, transmitiendo una sensación de confort y confianza. Su porte era elegante, pero a la vez relajado, como si estuviera en completa sintonía con el mundo que le rodeaba.

Vestía con una simpleza refinada, llevando prendas que combinaban con naturalidad y a la vez reflejaban un gusto exquisito. Todo en él emanaba una especie de armonía innata, como si llevara una melodía suave y reconfortante en su interior.

Su presencia tenía un efecto tranquilizador en mí, como si su mera compañía lograra aliviar las notas discordantes de mi corazón roto.

El chico me ofrece llevarme a casa, como una nota salvadora que se une a la partitura de mi vida. Acepto su oferta sin dudar, sintiendo que este encuentro puede ser una nueva melodía que me ayude a encontrar la paz en medio del caos.

Al llegar a casa, mi cabeza seguía dando vueltas. Me sentía agradecido por la ayuda de el chico, pero aún no sabía mucho sobre él. Al menos debería saber su nombre, pensé. Con cierta timidez, me acerqué a él antes de que se marchara.

—Oye, gracias por traerme a casa. Pero me di cuenta de que ni siquiera sé tu nombre —dije, sintiéndome un poco avergonzado por mi olvido.

Nate sonrió con amabilidad y extendió la mano. —No hay problema, Ethan. Soy Nate. Encantado de conocerte.

Estrechamos nuestras manos, y un sentimiento de alivio recorrió mi cuerpo al saber su nombre. Nate... un nombre que ahora tenía un significado para mí.

—Encantado, Nate. Y gracias de nuevo... ¿Cómo sabías mi nombre? —pregunté con curiosidad y una pizca de confusión.

Nate sonrió con amabilidad.