Capítulo 22

172 14 2
                                    

Capítulo 22

Entró sin hacer silencio, como si fuese la dueña del lugar, le importó poco el escándalo, ella iba a matar a Luigi, no a disfrutar del lugar. Ileana estaba de júbilo y debía celebrarlo con las armas, mató a cuantos italianos le pasaron por delante e hizo correr a muchos otros. El lugar era un laberinto y ella era la mejor en eso, conocía todo sobre todo y eso la hacía superior a ellos.

Subió los escalones decidida a todo y entró por un túnel que estaba al fondo detrás de un espejo. A oscura y silenciosa, iba con lentitud para apresar a Luigi. Dobló a la izquierda y visualizó una resplandeciente luz que se asomaba por debajo de una portezuela. Sonrió y sin esperar más entró encontrándose a su nuevo jefe con Luigi.

—¡Agárrenlo! —gritó Luigi.

—¡Mierda! Debes matarlo —gruñó su jefe.

Ancora no. Desire primero conoscere quien sta bajo la maschera —dijo con acento marcado.

—Pero después debes matarlo —insistió el pelinegro.

—¿Quali is tu angustia? Morirá —dijo firme. Se acercó decidido y le quitó la máscara. Luigi palideció y su rostro mostró el asombro al ver la sonrisa burlona de Ileana.

—¡Oh Dios! —exclamó quien pronto sería su muerto jefe.

—Ileana —susurró Luigi.

—Efectivamente —dijo saboreando sus labios—. ¿Eres tú mi nuevo jefecito? —el pelinegro asintió—. ¿Cómo te llaman?

Ricky —respondió Luigi. Ileana notó el toque de molestia en su voz y de inmediato sonrió.

—Hey Ricky, ¿sabías que hoy morirás? —dijo satírica.

—No estás en posición de amenaza, Ileana —dijo Ricky apuntando su arma.

—Entonces, dispara —susurró eso último. Ambos hombres se vieron entre sí y al notar la sonrisa de la misma, se apuntaron entre ellos. Ella rió con humor y ellos fruncieron el ceño.

Los valientes hombres quienes la tenían agarrada, temblaban del miedo y eso era normal. Ileana sabía cuan importante era y entendía el terror de ambos. Todo su ser era sangre y muerte, cosa que le alegraba en magnitudes considerables.

—Fue una estupidez de tu parte venir aquí, Ricky. Muy estúpido considerando que hoy le di muerte a Tzao-Li —dijo serena.

—¿Fuiste tú? —preguntó incrédulo—. Pensé que al matarlo planificarían esto y no que vendrías directo para acá —dijo apresurado.

—¡Ups! Lamento que el memorándum de cambio de planes no te haya llegado —dijo con fingido pesar. El ambiente se tornó tenso cuando ella finalizó el comentario y cansada de estar prisionera, pisó a quien la tenía cautiva a su derecha y que por error la soltó. Ella sin esperar otra reacción disparó a quien tenía a su izquierda y después al otro quien la observó suplicante. De inmediato, sostuvo un arma en cada mano y apuntó hacia Luigi y su jefe.

—Somos dos contra una, dudo puedas acabar con ambos —dijo Ricky. Luigi aún permanecía en silencio y eso a ella le alegró porque sabía que un hombre como él siempre tiraría a su conveniencia.

—Luigi, querido —dijo con voz melosa—, si lo matas, te prometo que tu muerte será más rápida.

—¿Qué? —gritó Ricky viendo al italiano—. ¿En serio creerás eso? —él lo veía fijamente y ella sonrió al ver la escena—. Ella es una maldita asesina, ella te hará sufrir. ¡Joder! Yo puedo sacarte de esta mierda, ella te hundirá —vociferó incrédulo.

Lei è fedele —respondió Luigi y disparó acabando con la vida de Ricky.

—No quiero matarte Luigi —le hizo pucheros a este—, pero es mi deber.

—El dovore sempre debe estar por sobre tutto —respondió.

—Lo prometido es deuda —finalizó. Con un tiro en el centro de la cabeza, acabó así con el italiano. Ella no era estúpida, por lo que salió corriendo de allí y atravesó el mar de muertos sobre sus pies. Ileana amaba saber todo sobre todo y sabía que con la muerte de Luigi no terminaba la dinastía italiana. Por lo que bajó con pasos apresurados hacia el sótano y encontró a Jean con su verdadera presa. A diferencia de muchas otras mafias, la italiana era muy inteligente y ellos tenían a más de uno al mando. Para ellos, Luigi, era la cara al mundo pero, ¿cuál Luigi? Ese era el problema, todos quienes llegaban al mando asumían ese nombre. Excepto el verdadero Luigi, quien a simple vista era un simple novato que no quebraba un plato.

Era una cosita pelirroja y pecosa que a simple vista no parecía ni italiano.

—Querido mío —se detuvo al verlo—. Te ves horroroso —dijo burlona.

—¡Amore mío! Te ves ardiente —respondió él.

—Siempre —aceptó ella.

—¿Será horrible mi condena? —habló pausado. Al parecer le habían golpeado por demás.

—Sí, ¿ya te confesaste? —preguntó irónica Ileana.

—No soy muy creyente —respondió él.

—Ya lo creo —dijo fría.

—He ahí a la mujer que hará que el mundo arda y todos apoyarán —dijo simple.

—He ahí a una basura de hombre que ha vendido más mujeres de las que ustedes podrían contar —respondió con rabia.

—Pero que tú sí —él sonrió—. De hecho —se calló—, salvaste a unas cuantas, ¿cierto? —ella enarcó una ceja—. Por cierto, ¿cómo está la preciosura de Luz? Tenerla a ella en mi cama fue la cosa más exquisita del mundo —finalizó burlón. Ileana no respondió.

—Dame —le pidió a Jean. Él le tendió una daga y sin decir nada malicioso, cortó un pedazo de la mejilla de Luigi, quien al sentirse herido, soltó un fuerte alarido que fue ignorado por Ileana; pues cortó, con igual pasión, su otra mejilla. Sin piedad alguna, cortó ambas manos y rajó su estómago. Siguió cortando la carne y llenándose de sangre. Sus hombres estaban asustados y aunque la intentaron parar, ella seguía sorda a los gritos y ciega a la realidad del ya muerto italiano.

—¡BASTA! —la zarandeó Jean alejándola de Luigi.

—Mataron a Ricky —dijo fría.

—¿Quién es Ricky? —preguntó Jean consternado.

—Era nuestro nuevo jefe —respondió simple—. Temo señores que andamos sin jefes, no nos debemos más que a nosotros mismos —sonrió—. Esto nos cayó como anillo al dedo. Somos libres de hacer con los rusos todo lo que deseemos —rió enloquecida.

—Prepárate padre —pensó.

ORQUÍDEA DE PLATA: El beso mortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora