Capítulo 23 (Parte I)

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Capítulo 23

—Tenemos a Henry aún con nosotros —comentó uno de los enmascarados.

—JJ es hora de irnos de aquí —ignoró el comentario—. El resto —dijo dándose vuelta y sonriendo—, quiero que cacen a cada italiano que se escapó y los maten. Si es necesario, quemen este lugar —un silencio opresor se hizo presente, cosa que a ella le importó poco —. JJ —le llamó y salió sabiendo que él le seguía.

—¿A dónde iremos? —preguntó él una vez que subió a la camioneta. Decidió solo llevárselo a él. No quería más intrusos y mucho menos quería revelar sus planes a un montón de plebeyos.

—A casa querido... regresamos a mi castillo —sonrió. Mantuvo el silencio entre los dos aunque el júbilo que había en su corazón era enorme. Pronto tendría en sus manos a quienes tanto ansiaba y recuperaría a quienes debía recuperar. Se había prometido dejarlo libre pero su corazón lo llevaba hacia él, hacia ella y quería tenerlo todo.

—Señora —la interrumpió Jean.

—Dime —respondió serena.

—¿En cuántos días ejecutaremos esta misión? —preguntó.

—¡Oh! Ya lo verás —sonrió. No dijo más, quería ser prudente.

La casa de cristal seguía intacta, era como si nadie se hubiese ido nunca; la paz se sentía a kilómetros al igual que la seguridad. Al llegar, ambos se dirigieron a sus habitaciones, necesitaban un baño y sacar de su mente y cuerpo todas las basuras acumuladas. Ileana quería relajarse y adorar su cuerpo como ella creía que debía ser.

Una vez se hubo bañado, salió de su habitación desnuda y vagó por los rincones de su hogar. Se sentía observada pero sabía que era Jean quien la adoraba en silencio como la diosa que era.

—Señora —le susurraron.

—Jean necesito... —calló por unos instantes, ¿qué necesitaba? Ni ella conocía esa respuesta y de cierta forma eso le comía la mente.

—¿Qué necesita? —preguntó vacilante al ver que ella no siguió.

—Ser amada y adorada —dijo finalmente.

—Ya lo eres por mí, señora —comentó.

—Lo sé Jean —se volteó a verlo. Sintió como él la detallaba en plenitud y se sintió satisfecha con ella misma, pero sentía que esa emoción era fugaz y que, así como llegaba, se iba.

—¿Qué haremos ahora? —vio el titubeo en la voz de él.

—Ir por Eliam primero, —ella vio la mueca que élhizo y se acercó, le acarició el rostro y le dijo—. No estés celoso —le agarróde la mano. Quería callar las voces dentro de su cabeza y se lo llevó. Entraronen la habitación de él, cuya paredes azul ignoró, lo desnudó por completó, lolanzó a la cama y entró en él, con paciencia y calma.    

El capítulo seguirá dividido. Cosas mías, supongo.

ORQUÍDEA DE PLATA: El beso mortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora